Viaje al corazón histórico de México

Por Juergen BARBUSCA (*)

Traducción de Marlene Monteolivo

 

PARTE UNO de DOS

Nota del editor

El siguiente texto es una crónica que Juergen Barbusca escribió de su reciente viaje a México. Es la primera de dos partes en las que describe su visita a Guadalajara, Morelia, Guanajuato y sitios tan simbólicos como Tonalá, Chapala, San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo. Es la crónica de un estadounidense de Las Vegas en viaje de turista, que trae los recuerdos de esos lugares tan significativos a los mexicanos, como Dolores Hidalgo, donde el campanazo de una parroquia inició la independencia del país que ahora está distante de los migrantes mexicanos. 

He disfrutado mi buena cantidad de viajes a México, a las playas de arena blanca de la Península de Yucatán y otros destinos soleados al sur de la frontera.

Pero no fue sino hasta un reciente viaje al corazón del país que empecé a apreciar más la historia y la cultura mexicanas, al igual que la belleza de sus ciudades y la hospitalidad de su gente.

Nuestro recorrido por carretera toma lugar en los estados de Jalisco, Guanajuato y Michoacán y abarca las ciudades principales de Guadalajara, León y Morelia. Para visualizar mejor la ruta que vamos a tomar durante nuestro viaje redondo donde brincaremos de ciudad en ciudad, haga una línea imaginaria desde Las Vegas, Nevada hasta Barstow, California, pasando por Kingman, Arizona, lo que es el equivalente aproximado a la distancia real y el área por donde viajamos por carretera. Esta fue nuestra primera visita a esa parte de México.

Mientras que me preparaba para salir de viaje, recordaba que en el este de Las Vegas con frecuencia se ven carros y camionetas con letreros que dicen: “Jalisco” o “Michoacán” en letras grandes a lo ancho de la ventanilla de atrás, y fácilmente pude apreciar el hecho de que es una manera común de demostrar orgullo por el sitio de donde uno viene.

Al viajar exactamente a esa parte de México esperaba con ansiedad poder aprender más acerca de los indicadores culturales específicos que dan ese auge a la expresión de orgullo regional de donde proviene. Eso me ayudaría a entender mejor el mundo en el que vivo y la diversidad de su gente.

El histórico centro de Guadalajara y su magnífica arquitectura

Estaba muy emocionado por nuestra llegada a Guadalajara y esperaba con mucho ánimo poder palpar el pulso y estilo de la segunda ciudad más grande de México. Después de aterrizar tomamos un autobús de enlace reservado previamente para que nos llevara al Hotel Morales con historial que data desde el año 1888. Una estructura impresionante en el centro colonial que hace alarde a los mil vientos de su estatus bien merecido de preservado como lugar histórico. Nuestro balcón en el cuarto piso tiene vista a la bien ajetreada Avenida “Ramón Corona”.

Abajo se escucha el ruido de cómo sale a borbotones el diésel por el mofle de los autobuses revuelto con con el repiquetear rítmico de las patas de los caballos que jalan las carrozas. A 50 yardas en la distancia, vemos la majestuosa Iglesia de San Francisco de Asís construida en 1692 y rodeada por la plaza pública con su hermosa vegetación, la gente y el alboroto.

No desperdiciamos tiempo y nos paseamos por el norte por la Avenida Corona hacia el puro centro de la ciudad con sus edificios históricos, cuando de repente mi vista cae sobre el llamativo e impresionante Palacio de Gobierno construido en la época de 1774, donde en su interior descubrimos los murales de José Clemente Orozco, uno de los tres pintores principales del movimiento muralista mexicano motivados por razones políticas y sociales.

Unos pasos más adelante, me encontré reflexionando acerca de la imponente arquitectura de la Catedral de Guadalajara construida en la época de 1568 en estilo del Renacimiento.  Detrás de la Catedral está la amplia Plaza de la Liberación. Una plaza llena de movimiento continuo y un punto favorito de congregación para los turistas y habitantes locales. Al costado este del perímetro de la plaza se impone el elegante Teatro Degollado con la arquitectura neoclásica de 1856. Su amplia vista a lo largo del atrio con filas de columnas Corintias y tímpanos decorados con Apolo y sus nueve musas fue inesperado. 

Verificamos con la taquilla el horario y la compra de boletos para el espectáculo de “Luminico” para el día siguiente por la tarde.

Entonces le doy un vistazo a la Rotonda de los Ilustres de 1952, un monumento circular, abierto y sostenido por 15 columnas escalonadas construido en el centro de una plaza pequeña rodeada de árboles maduros, senderos peatonales y jardines muy bien cuidados. Su estructura me hace acordar de los Monópteros que son muchos más pequeños situados en el vasto jardín inglés de Munich. Nos acercamos para encontrar 24 estatuas de hombres y mujeres notables de Jalisco que están ubicadas simétricamente a lo largo del borde de la plaza.

“Sorprendentemente hermoso”, me digo a mí mismo. “Me siento en Italia, Grecia, Alemania o en algún otro sitio de Europa”. Y por eso hacemos reservas para la tercera y cuarta noches en Guadalajara.

Soy amigo de hacer recorridos como turistas como una manera de descubrir una nueva ciudad porque uno puede ver con facilidad y aprender acerca de los puntos de interés de propia boca de los oriundos de esos sitios. Por esa razón abordamos el chile rojo “Tapatío”, un autobús de dos pisos.  Sus rutas son extensas y llegan hasta los suburbios de Tonalá, Zapopan y el artístico, encantador y hasta comunidad moderna de Tlaquepaque. En este último pueblo me percato de los pollos en brochetas mientras que dan vueltas adentro de un asador de acero inoxidable en un pequeño puesto de comida al costado de un centro comercial al aire libre para peatones en el centro. El dueño disfruta mi fascinación al ver como se cocina la carne, y después de 10 minutos empaca todo el pollo cortado, le agrega papas rostizadas y lo pone en mi mano con una docena de servilletas sin cobrarme.  “Disfrútenlo,” dice sonriente, “es pollo al estilo Jalisco”.

Pero el mercado de artesanías y manualidades de Tonalá de inmediato me hace recordar el swap meet de “Broadacres” al noreste de Las Vegas, sin mencionar a la tradicional Medina que una vez visité en Casablanca. 

Ahí los mercaderes empeñan mercancías dentro de puestos pequeños cubiertos con toldos grandes a lo largo de callejones angostos cuyas construcciones inducen a los compradores a girar, torcer y voltear a medida que pasan entre sí en su intento por moverse hacia adelante.  

Los artesanos indígenas se sientan en banquillos bajitos al tejer intricadas canastas, y tocados mientras que los mestizos ofrecen mercaderías hechas a mano o manufacturadas para todas las necesidades del hogar. 

Me sigo acordando de la exposición de los trabajos tan llamativos y las técnicas de mercadeo en ese ambiente de ventas que por lo general son atendidos por toda una familia, exposiciones que atraen la vista como las más elegantes ventanas de las tiendas de lujo.

Mientras tanto, el sonido de la comida hirviendo en aceite caliente que se derrama sobre una superficie de metal engrasado se escapa en el aire e invita a los clientes a deleitarse de un estilo de comida de casa en las mesitas estrechas o a comer de pie en cualquier lugarcito disponible que se alcance. 

Los mercados del viejo mundo como Tonalá han existido por siglos y probablemente lleguen a sobrevivir a los centros comerciales con aire acondicionado después del Apocalipsis.

El atractivo y la amabilidad del Lago Chapala

Después de cuatro días en Guadalajara, rentamos un carro para hacer un recorrido de 45 minutos por el sur a lo largo de la carretera 44 hacia el Lago Chapala, el lago natural más grande de México. El Lago Mead, más o menos la mitad del tamaño del Chapala, es el lago más grande en Estados Unidos construido por el hombre. 

Como nota interesante, ambos son presas de agua de tamaño superlativo que aplacan la sed de las poblaciones cercanas y proveen la irrigación para los sembradíos de más abajo. Sin embargo una continua sequía les ha cambiado el nivel del agua a ambos lagos de manera notable, haciendo que la ciudadanía le lleve sus quejas a los funcionarios gubernamentales que buscan soluciones.

Pero los asuntos del agua  no impiden que el flujo de extranjeros llegue a esa parte de Jalisco donde unos 20 mil estadounidenses y canadienses viven de tiempo completo o parcial después de jubilarse y donde prefieran vivir lomás que en la Florida, Costa Rica o España.  Muchos citan la proximidad a los Estados Unidos, el costo de vida tan atractivo, el bajo costo del cuidado médico, el bajo precio de las viviendas, el sentirse seguro y uno de los mejores climas del mundo como las razones para hacer de Chapala y el aledaño Ajijic su nuevo hogar. 

Conducimos hasta llegar al frente  del lago Chapala y pudimos observar a la distancia la costa que se va desvaneciendo y la cual convierte el paseo en solo un bloque largo de cemento. 

Los “guías” persistentes preguntan si quisiéramos tomar tomar un recorrido por bote pero su oferta no parece muy atractiva desde el punto donde estamos.

Continuando hacia Ajijic nos damos una caminata por las calles empedradas de la parte antigua del  pueblo. Pasamos por las edificaciones de colorido muy llamativo y le damos un vistazo a algunos comercios. El ritmo de vida parece ser lento y sin complicaciones. Y es entonces  cuando nos aventuramos hasta un “suburbio” cercano donde numerosas señales visuales nos brindan un panorama algo diferente. 

Por ejemplo nos sorprendimos cuando nos encontramos con unas urbanizaciones con planos maestros de estilo estadounidense con entradas amplias, rejas de seguridad y paredes altas. Incluso con algunos de los negocios con anuncios en inglés. Y de repente ya no sentimos que estábamos en México sino como si estuviésemos en Estados Unidos.

De regreso y rumbo a la carretera tomamos la calle principal para parar en la fonda al aire libre al costado del camino. El olor de pollo asado se podía sentir sin siquiera salir del carro. Dirigiéndonos hacia la cola de gente, vemos como el cocinero voltea rápidamente pero como mucha habilidad a los pollos abiertos, bien sazonados y chispeantes por el calor de la parrilla de carbón.

La ajetreada fonda revienta con comensales, la mayoría de la gente toma su orden y rápidamente se devuelve al carro y se pierde en la distancia. En el alboroto, un señor alto y muy amable nos pide sentarse en una de las sillas de jardín en nuestra mesa raquítica mientras comemos. Después de un momento empieza la conversación, 20 minutos más tarde el señor menciona que es familiar de sangre del cantante Pedro Fernández y que el mismo señor había actuado como músico en Las Vegas. Y empieza a mencionar los nombres de los principales casinos en la meca del juego como si fuera un buen conocedor. Después de otros 20 minutos nos invita a su rancho a unos 10 minutos de distancia; un lugar con caballos, una gran vista al lago desde las colinas de San Juan Cosala y con mucho espacio para los invitados. Tristemente no podemos aceptar la invitación debido a nuestra falta de tiempo, pero como provenientes de Las Vegas confirmamos entre nosotros que no importa donde uno viaja en el mundo, uno siempre se encuentra con gente que ha pasado por la Ciudad de Pecado.

(*) Nota del editor: Juergen Barbusca es directivo de COX Communications en Las Vegas.

 

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