La pregunta es fácil. Empecemos por lo básico.
¿Cómo promueves el turismo en un lugar donde roban, violan, matan y secuestran? La respuesta es un baile con un pasito p’alante y otro p’atras.
México es un país bendecido geográficamente. Es, sin duda, uno de los lugares más bellos del mundo y, por lo tanto, digno de visitarse y revisitarse. Pero, al mismo tiempo, es una de las naciones más peligrosas del hemisferio. El promedio extraoficial de muertos por la narcoviolencia -que ronda en unos mil al mes- no se ha reducido significativamente con el nuevo gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
La reciente captura del líder del cartel de los Zetas, Miguel Angel Treviño (alias el Z-40) es una gran noticia y un claro esfuerzo de coordinación policial. Era el segundo narcotraficante más buscado de México, luego del aún prófugo Chapo Guzman. Pero su captura no sugiere ningún cambio de estrategia en la guerra contra el narcotráfico. Al contrario, por ahora parece más de lo mismo. Presidente distinto, partido distinto pero misma estrategia.
El Z-40 está en la cárcel pero otros, tan terribles como él, ya lo reemplazaron. Además, esa captura espectacular no significa que los mexicanos y los turistas que visiten México van a sufrir menos actos de violencia en carne propia. Peña Nieto no ha hecho nada todavía que sugiera que será distinto a su predecesor Felipe Calderón en materia de seguridad pública.
Aún así, México sigue siendo un país bellísimo con mucho que ofrecer a sus visitantes. Y eso es precisamente lo que me quería decir el gobernador de Guerrero, Angel Aguirre, en una reciente entrevista en Miami.
“Viene en misión imposible”, le dije de entrada al gobernador y solo sonrió. Rápidamente me habló del plan de un túnel en el puerto de Acapulco para descongestionar el tráfico, de un “vaporetto” (tipo Venecia) para cruzar la bahía, del seguro del sol – “si en un día no aparece el sol por lo menos tres horas, nosotros le reembolsamos” con una noche extra- y hasta de una campaña de publicidad con el cantante Luis Miguel.
Pero luego había que enfrentarlo con los datos. Guerrero fue el estado más violento de México en el 2012, según el Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CIDAC), basado en el número de violaciones, secuestros y muertos. Y el año pasado Acapulco fue el municipio más peligroso de todo el país, de acuerdo con el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia. Usted quiere, le dije al gobernador, que vayan visitantes a la ciudad más peligrosa y al estado más violento de México.
“Yo no lo vería así”, me contestó. “Yo también le puedo mostrar cifras donde se demuestra que se ha bajado la delincuencia en un 40 por ciento en el puerto de Acapulco. No hemos tenido en los últimos meses incidentes mayores y la zona turística está perfectamente bien blindada… Yo creo que cuando la gente visita Acapulco se da cuenta que este tipo de investigación no es cierta”.
De nuevo, le di los datos. En febrero fueron violadas brutalmente seis españolas en la zona del puerto Acapulco. El pasado día de las madres asesinaron a once personas en Guerrero. Al día siguiente encontraron autos robados a la mismísima policía de Acapulco. La prensa está inundada de casos similares.
“Yo no dejo de reconocer que tenemos un problema muy serio íntimamente ligado a las condiciones de pobreza y miseria en que viven muchos de los municipios del estado”, fue su respuesta. “Desafortunadamente se descuidó mucho el tema de la seguridad pública”.
Y luego aclaró que detuvieron en una semana a los violadores de las españolas, que ha disminuido el robo de autos y que el operativo de seguridad en Guerrero está a cargo del ejército mexicano. “Acapulco está entrando en una nueva ruta.”
El gobernador, quien estaba en una gira de promoción por Estados Unidos, me recordó elocuentemente que muchos mexicanos se han enamorado, han dado su primer beso, han parrandeado y hasta han sido concebidos en Acapulco. Tiene razón. Tengo muchos y muy buenos recuerdos de magníficas vacaciones ahí.
Lástima que también recuerdo que en mi último viaje, hace dos años, encontraron en su principal avenida un auto con una cabeza sin orejas en el asiento de adelante y el cuerpo decapitado en el de atrás. Había también una nota de amenaza al gobernador. “No recuerdo exactamente este caso”, me dijo. “¿Qué le puedo decir? Terrible”.
Dos carteles de las drogas se pelean el control de Acapulco y se nota. Pero el gobernador Aguirre dice que no se puede ni debe negociar con los narcos.
“Lo peor que le puede pasar a un político es tener un vínculo con la delincuencia organizada”.
Tengo que reconocer que no todos los políticos hacen lo que el gobernador de Guerrero. Sabía que no sería una entrevista fácil y aún así la aceptó y dio la cara. (Aquí está la entrevista de televisión) Eso se agradece, a pesar de haber venido en “misión imposible”.
Ninguna campaña de publicidad puede ocultar violaciones y muertes. Dejar de hablar de los muertos por la narcoviolencia, como es la nueva estrategia de comunicaciones del presidente Peña Nieto, no significa que haya menos muertos. ¿Quieren más turistas en México? Muy bien. Pero hay que empezar por evitar las muertes de tantos mexicanos. Hagan eso y ya verán cómo Acapulco y todo México se llena de turistas.