El presidente estadunidense, Barack Obama, notificó al Congreso que retirará a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, un paso clave en su intento por normalizar las relaciones entre ambos países.
Obama tomó la decisión después de que el Departamento de Estado analizara la presencia de la isla en la lista, que incluye a Irán, Siria y Sudán.
La designación había sido una mancha en el orgullo de Cuba y un obstáculo en los esfuerzos por normalizar las relaciones entre Washington y La Habana.
El Congreso no está obligado a ratificar la decisión de Obama y tiene 45 días para desaprobarla.
En un mensaje al Congreso, Obama expresó que el gobierno cubano “no ha ofrecido ningún apoyo al terrorismo internacional” durante por lo menos seis meses. También dijo a los legisladores que “Cuba ha ofrecido garantías de que no apoyará al terrorismo internacional”.
El anuncio de ayer ocurre días después de que Obama y el presidente cubano, Raúl Castro, se reunieron al margen de la VII Cumbre de las Américas, en lo que fue el primer encuentro oficial entre líderes de los dos países en más medio siglo.
La decisión de Obama generó críticas inmediatas de congresistas de ascendencia cubana como el senador y precandidato presidencial republicano Marco Rubio, quien calificó la decisión como lamentable porque “va a mandar un mensaje muy peligroso a los enemigos y a los terroristas”.
“La decisión de la Casa Blanca es lamentable, pero no me sorprende. Cuba, sin duda, es un país que apoya el terrorismo. Tienen fugitivos de la justicia americana viviendo en el país, personas que se han robado dinero del Medicare, incluso a alguien que asesinó a un policía en Estados Unidos hace 30 años, y por otra parte, el país que ha ayudado a Corea del Norte a evadir sanciones internacionales en contra de ese país terrorista”, aseveró Marco Rubio.
El Comité Nacional Demócrata respondió a ello afirmando que “Marco Rubio se aferra a una rebasada reliquia de política exterior de la Guerra Fría”.
Desde hace mucho tiempo, EU dejó de acusar activamente a Cuba de apoyar el terrorismo. Cuando Obama y Castro anunciaron en diciembre pasado el restablecimiento de las relaciones, el Presidente estadunidense manifestó su disposición a retirar a Cuba de esa lista.
Sin embargo, el mandatario se abstuvo de tomar una decisión ante indicaciones de que la Casa Blanca era renuente a otorgar la petición de Cuba hasta que otros temas espinosos se resolvieran.
La Casa Blanca dijo que Cuba fue designado un Estado patrocinador del terrorismo en 1982 por sus esfuerzos para “promover la revolución armada por parte de organizaciones que usan el terrorismo”.
La lista sobre terrorismo ha sido un asunto molesto para La Habana debido a lo que el gobierno cubano ve como los antecedentes estadunidenses de apoyar a grupos de exiliados responsables por cometer ataques en la isla, incluido el atentado a un vuelo de pasajeros de Cubana de Aviación en 1976 en el que murieron las 73 personas a bordo.
Ese ataque estuvo relacionado con exiliados cubanos con vínculos a grupos anticastristas respaldados por EU. Los dos hombres acusados de orquestar el ataque se refugiaron en Florida.
Motivos
El entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, incluyó a Cuba en la lista, el 1 de marzo de 1982.
Las razones de EU para mantener hasta ahora a Cuba en la lista eran su presunta acogida de miembros de la organización terrorista vasca ETA y de las colombianas FARC, además de fugitivos de la justicia estadunidense.
Ventajas
La exclusión de Cuba de la lista de países patrocinadores de terrorismo eliminaría restricciones contra todo tipo de asistencia por parte de Estados Unidos, el comercio de armas y actividades financieras con la isla.
La decisión abriría la posibilidad para que Obama revise en septiembre la calificación de Cuba como “enemigo”, codificada en una ley desde que Estados Unidos instauró el embargo.
EL RIESGO DE TENER UNA POLÍTICA AMBIVALENTE
A reserva de sorpresas, todo parece indicar que la política de Estados Unidos hacia Cuba puede ser totalmente esquizofrénica.
En términos reales está en lo posible que coexistan, al menos por un tiempo, una política de apertura y deshielo, y del otro, el embargo impuesto en 1962 y las sanciones a las empresas extranjeras que comercien con Cuba impuestas hace 20 años en la Ley Helms-Burton.
La política de apertura, de contacto, comenzó de hecho en diciembre pasado cuando los presidentes de Cuba y Estados Unidos anunciaron una aproximación con la idea de restablecer relaciones.
El anuncio fue una sorpresa, incluso para los países que inadvertidamente sirvieron para escenario de las conversaciones y ciertamente, tanto para el Departamento de Estado estadunidense como para el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.
Pero Estados Unidos atraviesa actualmente por un momento en el que un Congreso dominado por
los republicanos trata de sabotear o denegar todo aquello que pueda representar un logro del Poder Ejecutivo que encabeza el demócrata Barack Obama.
El Presidente y sus aliados demócratas en el Congreso, por su parte, trata de tomar iniciativas que en alguna medida coloquen a la mayoría republicana contra la pared o los hagan ver mal ante la opinión pública.
Cierto. El debate es parte de la democracia. Pero en este caso no es tanto debate como dos visiones de país, donde la competencia entre dos ideologías y visiones de gobierno ocurre
entre dos grupos empeñados en no comunicarse.
Es por eso que la política estadunidense hacia Cuba parece ser ambivalente, porque los dos sectores que controlan parcelas de ella tienen visiones diferentes.
El presidente Obama puede retirar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, pero los republicanos pueden mantener, en el peor de los casos, el embargo económico.
Para muchos eso puede ser —y es un absurdo— pero en Estados Unidos es serio.