Por David R. MARTIN y Rodrique NGOWI
Al igual que otros niños, Baraka Cosmas Lusambo le encanta jugar al fútbol. Cuando escucha música, sus pies llevan el ritmo y su rostro dibuja una amplia sonrisa. Cuando estuvo en la piscina con sus flotadores, en este verano, le gustaba arrojar la bola a través de un aro de baloncesto usando su mano izquierda.
Pero la alegría se disipó cuando recordó a un grupo de hombres que irrumpió en su casa al oeste de Tanzania una noche. Armados con antorchas y cuchillos golpearon a su madre, la dejaron inconsciente y a él le cortaron la mano derecha.
“Estábamos durmiendo cuando alguien llegó”, dijo Baraka. “Venían a buscarme con unos machetes”.
Baraka padece de albinismo, una enfermedad que deja con poco o ningún pigmento en la piel y los ojos a quienes lo padecen. En algunas comunidades tradicionales de Tanzania y otros países de África, se cree que los albinos, como se les conoce, tienen propiedades mágicas, y partes de sus cuerpos son vendidos por miles de dólares en el mercado negro como ingredientes de pociones de brujos que, dicen, dan buena suerte y prosperidad a quién las use.
Baraka y otros cuatro niños de la familia que padecen la enfermedad escaparon a esta amenaza, al menos temporalmente, y fueron traídos a Estados Unidos por el Global Medical Relief Fund, una organización caritativa iniciada por Elissa Montanti en 1997, y que ayuda a los niños a encontrar prótesis personalizadas.
Montanti, que leyó un artículo la historia de Baraka, se acercó a Under the Same Sun, un grupo con sede en Canadá que defiende y protege a las personas con albinismo en Tanzania y que había servido de refugio a Baraka tras el ataque que ocurrió en marzo.
Cuando Montanti les preguntó cómo podía ayudar, el grupo le preguntó si ella tendría prótesis para otras cuatro víctimas más. Ella aceptó y se llevó a los cinco chicos a pasar el verano en una casa de Staten Island, Nueva York, donde aprendieron a usar las prótesis en el Philadelphia Shriners Hospital for Children, a dos horas de camino.
“Ellos no van a volver a tener su brazo”, dijo Montanti. “Pero están recibiendo algo que les va a ayudar a llevar una vida productiva, a hacer parte de la sociedad y a no ser vistos como un bicho raro o menos que los demás”.
El albinismo afecta a una de cada 15.000 personas en Tanzania, según la ONU. Cualquier persona con la afección se encuentra en riesgo de ser atacado e, incluso, quienes ya han sido víctimas pueden ser violentados de nuevo.
El gobierno de ese país prohibió la brujería el año pasado con la esperanza de reducir los ataques, pero la nueva ley no ha detenido la matanza. De hecho, se ha producido un fuerte aumento de los ataques en Malawi, vecino de Tanzania. Según Naciones Unidas, en Malawi se registraron al menos ocho ataques en 2014.
Los niños han estado en Estados Unidos desde junio. En unos meses, cuando reciban sus prótesis y aprendan a manejarlas, van a retornar a las casas de seguridad en Tanzania que son manejadas por la organización Under the Same Sun, y Montanti los traerá de vuelta al país cuando crezcan y necesiten nuevas prótesis. NUEVA YORK (AP)