Lo de aquí... lo de allá: Cuidado con las medicinas

Agradezco al amigo doctor Edgar Castellanos, de Colombia, quien me envió este correo que comparto; considero que en lo general es una realidad que médicos lucran con su profesión, poniendo a un lado la ética.

En lo particular hay médicos con ética, pero lea usted lector, lo siguiente, que me permite compartir y recomendar:

Mi tío se encontraba bien de salud, hasta que su mujer, mi tía Dolores, a instancias de su amiga Rosa, le dijo:

- Humberto, vas a cumplir 65 años, es hora de que te hagas una revisión médica.

- ¿Y para qué?, si me siento muy bien.

- Pues porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven-, contestó mi tía. Por eso mi tío Humberto fue a consultar al médico, quien con buen criterio le mandó a hacer exámenes y análisis de todo. A los 15 días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos indicadores en los estudios que había que mejorar. Entonces le recetó Atorvastatina, unas grageas para el colesterol; Losartán para el corazón y la hipertensión; Metaformina para prevenir la diabetes; Poli vitamínico para aumentar las defensas, además de Norvastatina para la presión, y Desloratadina para la alergia.

Como los medicamentos eran muchos y había que proteger el estomago, le indicó Omeprazol y un diurético para los edemas. Mi tío Humberto fue a la farmacia y gastó una parte importante de su jubilación. 

Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico...

Luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco tenso y algo contracturado, por lo que le agregó Alprazolam y Sucedal para dormir. Mi tío, en lugar de estar mejor estaba cada día peor. Tenía todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla. 

Tan mala suerte tuvo mi tío Humberto, que a los pocos días se resfrió y mi tía lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del tilo, canela, limón con miel, llamó al médico. 

El doctor le dijo que no era nada, pero le recetó Tapsín día y noche y Sanigrip con Efedrina. Como le dio taquicardia le agregó Atenolol y un antibiótico, Amoxicilina de 1 gr. cada 12 horas por 10 días. 

Le salieron hongos y herpes y le indicaron Fluconol con Zovirax. Para colmo, mi tío Humberto se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se enteró de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas. Lo que leía eran cosas terribles.

No sólo podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones mentales y otro montón de cosas espantosas. 

Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque los laboratorios las ponían por poner. -Tranquilo, Don Humberto, -no se excite- le dijo el médico, mientras le hacía una nueva receta con Rivotril con un antidepresivo, Sertralina de 100 mg. Y como le dolían las articulaciones le dieron Diclofenaco.

En ese tiempo, cada vez que mi tío cobraba la jubilación, iba a la farmacia. Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios, se murió. 

Usted lector, recomiendo, acuda a que le hagan su revisión médica, pero siempre pida otra opinión, como con los mecánicos, ¡tratándose de su auto!

¡Ánimo!

 

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