Corroborando: Pocos dictadores mueren en la cama

Ahora que después de casi sesenta años se llegó, que no a su fin, sino a un acuerdo entre la dictadura de Fidel Castro, su hermanito Raúl y el gobierno de Estados Unidos, promovido por el gobierno de Barack Obama, surge la pregunta de cuántos dictadores terminan su vida apoltronados en sus camas, generalmente dignas de un rey, adorados (a huevo) por su pueblo y rodeados de sus secuaces, quienes se tiran puñaladas traperas frente al lecho entre ellos, preguntándose naturalmente quién será el siguiente... ¿Seré yo?

Que tengamos recuerdos, son pocos los que mueren en su cama, rodeados de esos vasallos, todos ellos como dijimos, pensando... ¿Quién será el elegido?, pero la mayoría de estos dictadores nunca son reemplazados, porque todos ellos son únicos y de ellos no se puede sacar copia, por lo que todos sus vasallos terminan apuñalándose unos a otros, por debajo y encima de la mesa.

De los que recordamos que han muerto rodeados de vasallos y cubiertos de gloria, recordamos, primeramente a Joseph Stalin, amo de todas las Rusias, quien murió en su lecho rodeado de su propio séquito. Los otros que vienen a colación, primeramente son el Generalísimo Francisco Franco, en España, quien murió como el Cid Campeador, ocultando su muerte por varios días, por temer a que se soltara una revuelta en España, a la que gobernó con puño de hierro, por varias décadas. 

En América podemos contar primero al Gral. Porfirio Díaz, quien murió en el exilio en la ciudad de París, y jamás fue devuelto, por cuestiones políticas, a la tierra que lo vio nacer, a pesar de haber dejado huellas que formaron lo que es la moderna República de México. Cuestión de política, oiga usted. De los demás que siempre hubo en América, no sabemos cuál fue el fin de Marcos en Venezuela, Rojas Pinillas en Colombia, Stroesnner en Paraguay, aunque sí el triste fin de Anastasio Somoza, quien fue arteramente asesinado en Argentina, y el dol Coronelazo Noriega, quien parece que todavía purga una sentencia en la Florida por ponerse a las patadas con su amo el padre de la dinastía Bush cuando la famosa guerra de Nicaragua que dio lugar a la migración de centroamericanos que estamos padeciendo en Estados Unidos, vía México. 

Lo mismo sucedió al Gral. Augusto Pinochet, preso en Londres, pero liberado más tarde en Chile. Esos son los que recordamos hubo en América, eso sin olvidar al Generalísimo Leónidas Trujillo, que cambiara el nombre de la Capital de República Dominicana para ponerle el suyo. Pero así como él hubo muchos, ¡ah! Y qué tal Getulio Vargas en Brasil.

Cuántos, por el contrario, murieron trágicamente destrozados y colgados de los pies en la plaza principal, como el caso de Benito “El Duce” Mussolini, arrollados por las turbas que alguna vez los idolatraron. 

O por los mismos tiempos, quizás el más notorio de nuestra era. “El Fuhrer” Adolfo Hitler, quien después de pegarse un tiro al lado de su fiel Eva Brown, con la que se casó en los últimos momentos, antes de darles la orden a sus fieles para que los cremaran antes de caer en manos de sus enemigos más temidos... los rusos, cuando ya habían tomado Berlín.

EL ARREGLO CON CUBA  

Lo anterior viene a colación, por el arreglo a que llegaron los gobiernos de Estados Unidos y Cuba para primero reanudar las relaciones diplomáticas, que distan mucho de ser unas  relaciones exteriores normales, como las del resto del mundo, en las que se puede comerciar libremente en todos los aspectos, como las que se tienen por ejemplo, entre Estados Unidos e Inglaterra, España o México, con las que se puede, no solo viajar libremente, sino efectuar toda clase de negocios e intercambio de todo, ya sea material o intelectual.

Sufriendo, por su lado, ocultas pero reales oposiciones, tales como el famoso embargo, por nombrar un ejemplo. Contra Cuba el embargo persiste y el presidente Obama, ya de salida, no tiene la fuerza política para eliminarlo. 

Desde el punto vista de los cubanos hay otra perspectiva sobre el mismo tema, y quien mejor para hacerlo notar que Ricardo Pascoe, uno de los últimos embajadores de México en Cuba. Sufriendo por su lado, ocultas pero reales, oposiciones internas al acercamiento, incluso acusando excesivas concesiones al gobierno de Estados Unidos, como lo expresado por Raúl Castro en la reunión de Panamá sobre la honestidad de Obama y disculpándolo por la existencia del bloqueo económico, dando el gobierno cubano la impresión de cierta dureza ante Estados Unidos. 

Lo cierto es que el embargo contra Cuba, todos sabemos que persistirá por los siglos de los siglos, Amén. Y eso incluye la Base Militar de Guantánamo que seguirá siendo un factor de disenso y conflicto bilateral, siendo la última expresión de la era colonial en América Latina.

Así las cosas, ambos lados deberán ceder posiciones antes de que se pueda hablar de una normalización absoluta de relaciones políticas y diplomáticas. Cual debiera de ser. Esas concesiones mutuas hablarán del reconocimiento del fin de un conflicto. Pero también tendrá que mandar el mensaje a las Américas de que de aquí en adelante, las rencillas de la Guerra Fría quedaron enterradas para siempre, y que las ideologías que las motivaron también.       

Y así es como pinta la cosa hasta ahora, aunque todavía quedan gobernantes con hambre de perpetuarse, como lo son Evo Morales en Bolivia; Rafael Correa, en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua. Por lo que respecta a Maduro, está tan maduro que está a punto de caer del árbol de la demagogia, y sin más por el momento, ya seguiremos... Corro...borando.

 

 

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