Por Heather HOLLINGSWORTH
Un año después de patear a la maestra y exclamar que la escuela “es una porquería”, Johnathan Kent era felicitado por sus compañeritos y maestros en una asamblea escolar, por ser tan bien educado y colaborador.
Cuando se le pregunta la razón de su transformación, el niño de 8 años responde: “porque no hago ya lo que hacía el año pasado”.
Pero Emily Cross, la directora de la escuela Indian Trails, en las afueras de Kansas City, Missouri, dice que es gracias a un programa basado en los principios enunciados en el libro “Los siete hábitos de las personas altamente efectivas”, de Stephen Covey, publicado en 1989.
Las casi 1.500 escuelas que están usando el programa — llamado “El líder que hay en mí” — enseñan los principios del libro, como por ejemplo “pensar en cómo todos pueden salir ganando”, “primero entender, luego hacerse entender” y “buscar la sinergía”. Los maestros, por ejemplo, le podrían preguntar a los alumnos cómo ellos creen que alguna figura histórica como Simón Bolívar habría empleado esos principios.
Y si uno de los alumnos se mete en problemas, los maestros le podrían preguntar cuál de los principios hubiera empleado para evitarlo.
Cuando la directora de la escuela le preguntó a Johnathan cuál de los principios le llevó a mejorar su conducta, el niño respondió: “hacer primero lo más importante” porque el año pasado él no terminaba sus deberes.
A todos los estudiantes en el programa se les asigna roles de liderazgo. Además, deben llevar un cuaderno con apuntes sobre cómo han desarrollado un área académica en particular. Y deben escribir sobre una meta personal, como por ejemplo haber aprendido a atarse las trenzas del zapato. Cross dijo que llevar esos apuntes fue un estímulo importante en la transformación de Johnathan.
“Se da cuenta de que cuando está en el aula haciendo primero lo más importante, su desempeño mejora y él se siente orgulloso de eso”, dijo Cross. “Es un niño con más confianza ahora, mucho más que el año pasado”.
El programa, que se está usando en otras escuelas tanto primarias como secundarias, “es uno entre docenas” de iniciativas similares que buscan mejorar el ambiente en las escuelas, expresó Paul Baumann, director del Centro Nacional de Aprendizaje y Educación Cívica, afiliado a la Comisión de Educación para los Estados, con sede en Denver. Añadió que la mayoría de los programas son desarrollados por organizaciones sin fines de lucro y que en comparación, el costo de “El líder que hay en mí” es bastante alto.
Para un plantel escolar de 400 alumnos, el programa costaría entre 45 mil y 60 mil dólares los primeros tres años.
La empresa que desarrolló el programa, FranklinCovey, reconoce que el costo es unas de las dificultades más apremiantes. Algunas escuelas pueden pagarlo gracias a subsidios estatales. Otras reciben fondos de fundaciones, cámaras de comercio locales o negocios, expresó Meg Thompson, que supervisa el programa para FranklinCovey.
Sin embargo, no todos están convencidos. La Escuela Lakeview en Kirkland, estado de Washington, cerca de Seattle, eliminó el programa debido a quejas de los padres. Uno de esos padres, Paul Devries, dijo que el programa “le lavaba el cerebro a los niños” y “era como un culto”.
Algunas de las escuelas han ofrecido talleres para los padres.
“Es nuestra responsabilidad como padres inculcarles valores a nuestros hijos, no permitir que vengan de la escuela y nos enseñen a nosotros los valores de FranklinCovey”, resaltó Devries, de 53 años, un científico marino e ingeniero de recursos hídricos. “Los niños deberían ser capaces de ser creativos y de pensar independientemente, no ser autómatas que repiten mecánicamente los siete hábitos”.
Al preguntársele cuántas escuelas habían suspendido el programa, FranklinCovey dijo que esa cifra era muy difícil de calcular.
Los partidarios del programa, sin embargo, dicen que fue un éxito total.
“Es más fácil para un niño de 5, 6 ó 7 años aprender los hábitos que para un adulto”, expresó Joel Katte, director de la Escuela Meadowthorpe de Lexington, Kentucky, donde los alumnos suelen preparar actos escolares donde recitan los hábitos. “Para ellos, es como un idioma materno”.
El programa se inició en 1999 cuando Muriel Summers, directora de la Escuela A.B. Combs en Lexington, le preguntó a Covey si pensaba que los hábitos podían ser enseñados a los niños. FranklinCovey le suministró entrenamiento gratis para su personal.
“Empezamos a ver resultados asombrosos”, relata Summers. “Vimos a niños reconocidos por lo que hacían bien, no por lo que hacían mal, y empezamos a animarlos a aceptar esos desafíos”, sostuvo.
Covey documentó la experiencia de la escuela de Summers, junto con otras similares, en un libro que publicó en el 2008, y el programa creció. Además de Estados Unidos, se está usando en 35 países incluyendo Australia, Japón y China. Sean Covey, vicepresidente ejecutivo de FranklinCovey y uno de los hijos de Stephen Covey, dijo que una de las metas de la compañía es que el programa sea usado en el 10% de las escuelas estadounidenses.
El Centro para Investigaciones sobre Reforma Educativa, afiliado a la Universidad Johns Hopkins, estudió dos escuelas que usan el programa y halló que allí los alumnos consideraron que sus maestros eran más amables, mientras que el personal docente tuvo mejores calificaciones para sus alumnos. Esa fue la experiencia de la Escuela Benjamin Harrison en Marion, Ohio, donde los problemas disciplinarios disminuyeron a medida que los alumnos díscolos se convertían en alumnos ejemplares, dijo la directora del plantel, Leah Filliater.
“Creo que su autoestima cambió y el tratamiento de los maestros mejoró”, expresó Filliater. “Creo que es una filosofía distinta, según la cual todo alumno puede tener un excelente rendimiento en algo”. INDEPENDENCE, Missouri, EE.UU. (AP)