La cobertura periodística de Estados Unidos sobre los procesos rusos se construye desde el prejuicio y el desentendimiento, lo que fabrica en el mundo occidental una visión distorsionada del país gobernado por Vladimir Putin.
Así lo estima el internacionalista por el Colegio de México Rainer Matos Franco, quien hizo estudios sobre Rusia y Eurasia en la Universidad Europea de San Petersburgo, y en Historia en la Higher School of Economics (HSE) de Rusia. Actualmente cursa el doctorado “Global history of empires”, en un programa conjunto entre la HSE San Petersburgo y la Universidad de Turín.
“Un problema enorme en la información sobre Rusia es esa herencia moralista de la Guerra Fría de querer fijarse en ‘derechos humanos’ con especial ahínco cuando se trata de Rusia, pero dejar de verlos en otros lados donde hay quizás mayores violaciones a ellos”, explica Matos Franco.
“Es preocupante porque construye una imagen torcida del país. Se han violado más derechos humanos en el último mes en Chile o Bolivia que en el último año en Rusia”, dice en referencia al "golpe de Estado" que obligó a Evo Morales a renunciar en noviembre pasado y a la represión que el presidente Sebastián Piñera ha ordenado contra ciudadanos chilenos que protestan en las calles en demanda de un nuevo acuerdo social.
Sobre las disidencias políticas al mandato de Putin, Matos Franco también expresa sus reservas, pues “son un fragmento minúsculo de la sociedad politizada”.
“Están ahí y son activos, como en cualquier sociedad politizada, pero se llevan la nota porque es Rusia, por ese prejuicio de que ellos sí conocen las ‘verdaderas’ aspiraciones de ‘El Pueblo Ruso’, de que todo el país ‘en realidad’ comulga con sus ideas. Y la verdad es que no. Incluso en encuestas realmente independientes los llamados disidentes y sus programas tienen un lugar menor al uno por ciento en las preferencias del electorado”, explica el doctorante.
Vladimir Putin: factor definitorio
Aunque disminuye su popularidad año con año, la figura más popular del país sigue siendo el presidente Vladimir Putin, seguido en apoyo electoral por el Partido Comunista, que es la primera minoría legislativa, y por el Partido Liberal Democrático, de ultraderecha nacionalista, que en 2018 arrebató al partido de Putin gobernaturas importantes.
“Si bien estos partidos llegan a entenderse con el Kremlin, como es normal en un sistema autoritario de partido hegemónico, la negociación se define a partir del voto, no antes”, explica Matos Franco.
En el mediano plazo, quizás la tarea más importante del gobierno ruso sea relajar la centralización. “Hacer el sistema menos dependiente de una persona en términos fiscales, económicos o de simple comprensión del federalismo, porque cuando esa persona ya no esté, las lealtades pueden trastocarse y entonces sí habrá problemas serios”, estima.
“La periferia se está despoblando a tasas elevadas y los jóvenes se van a vivir a Moscú o San Petersburgo, cuando no al extranjero. Entre ese problema de despoblamiento y descuido regional, la recientemente ampliada edad de jubilación y la mediocridad de la juventud con respecto a generaciones anteriores, está el meollo del problema ruso en el largo plazo”.
Escenario mundial: “Rusia está preparada”
Los desafíos planetarios de los próximos 20 años encontrarán a Rusia entre los Estados mejor preparados para afrontarlos, pues es un país que no tiene prejuicios sobre nadie y se basa en una política exterior “abrumadoramente realista, pero generalmente respetuosa (aunque suene extraño) de los asuntos internos de otros países y del derecho internacional”, considera Matos Franco.
“Las ocupaciones rusas de territorios en Georgia en 2008 y en Ucrania en 2014 deben entenderse como reacciones a los deseos de gobiernos nacionalistas por demostrar a Occidente, y en especial a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que su soberanía no será vulnerada”.
“A Rusia no le interesa restaurar imperios: le interesa que el Imperio atlantista no se siga expandiendo con la OTAN, que es una alianza militar que cada año incorpora nuevos adeptos en detrimento de Rusia, contra la cual fue creada. Al ocupar territorios en Georgia y Ucrania, Rusia impide que estos países se incorporen a la OTAN, pues la alianza requiere que los candidatos a incorporarse no tengan conflictos territoriales. Es una política cuestionable, pero que sirve para preservar el balance de poder, de por sí muy desbalanceado por una OTAN que se expande para cubrir las necesidades de la industria de guerra estadounidense en momentos de recesión internacional”, explica el autor de ‘Limbos rojizos’.
Rusia establece relaciones excelentes con la mayoría de países del mundo, en atención a principios de no intervención en asuntos internos “salvo cuando lo considera estrictamente necesario en su entorno”.
“La diplomacia rusa ha logrado llevarla bien con Estados Unidos, con Turquía, con Israel y con Irán en el conflicto sirio, pese a ser el mayor sostén del gobierno de Damasco”.
“Putin está hoy con Erdogan, mañana con Xi Jinping, pasado mañana con algún presidente latinoamericano y al siguiente con Macron. Rusia importa y su papel es muy necesario en la resolución de conflictos. Si hay algún desafío para Rusia no es el de convertirse en un interlocutor más creíble (aunque también hay algo de eso), sino sobre todo mantenerse como un modelo alternativo de diplomacia, profesional, respetuoso y digno”.
En Siria, la labor diplomática rusa ha aportado al mantenimiento del balance entre las partes en conflicto, mientras al mismo tiempo apoya al gobierno de Damasco.
“Rusia se ha convertido en el interlocutor por excelencia en esa guerra. Al mismo tiempo, ha logrado disminuir las tensiones con Ucrania, aunque sea un poco, y dejó ver en la nueva reunión del Formato de Normandía el mes pasado que corresponde al gobierno ucraniano determinar la suerte de los territorios en conflicto”, apunta el estudioso.
En cuanto a la relación con China, el entendimiento entre ambos países ha sido una constante histórica.
“Hasta mediados del siglo XX las dos eran sociedades que compartían muchos elementos: un territorio gigantesco, una sociedad multicultural y una población básicamente agraria. Eso abonó para que durante siglos fueran poderes aliados en muchos terrenos, lo cual continúa hasta hoy”, señala el egresado del Colmex.
“Tras las revoluciones en ambos países a principios del siglo XX la relación se tornó inmejorable entre Lenin y Sun Yat-sen. Acaso los pocos problemas se dieron precisamente más entrado el siglo XX, en especial en 1969, cuando hubo escaramuzas fronterizas bajo un clima de tensión fuerte porque el maoísmo consideraba al liderazgo postestalinista soviético como revisionista. Quince años después ya eran amigos otra vez, bajo un reformismo común entre Gorbachov y Deng”. México (NOTIMEX)