Opinión: Veo a Trump, pero oigo a Chávez

Veo a Trump, pero oigo a Chávez.

No lo puedo evitar. Cuando veo hablar a Donald Trump inmediatamente me acuerdo de Hugo Chávez. No son igualitos pero tienen muchas cosas en común.

¿En qué se parece el magnate multimillonario que quiere llegar a la Casa Blanca con el líder bolivariano que atacó la democracia en Venezuela y murió en el 2013? Más de lo que pareciera a simple vista. Basta googlear los nombres de los dos lideres juntos para tener una larga lista de artículos y blogs sobre demagogia, populismo y autoritarismo a principios del siglo XXI.

Les cuento lo que yo vi de ellos dos. Lo primero que sorprende a quienes han estado frente a Trump o Chávez es que todo es sobre ellos. La palabra “yo” se repite interminablemente en sus discursos y hablan de sí mismos en tercera persona. Esa es la primera señal de arrogancia y megalomanía.

Concentran el poder. Esa es otra característica esencial. No aceptan críticas, son su mejor consejero, son siempre el centro de atención, se presentan como todopoderosos, no permiten que nadie compita contra ellos y su voluntad va por encima de leyes y tradiciones.

Odian a la prensa. Los altera enormemente que alguien los cuestione. Y si eso ocurre, agreden e insultan. Cuando confronté a Chávez durante una entrevista en Venezuela en 1999 lo primero que hizo fue insultarme: “Estás repitiendo basura.” Trump hizo lo mismo en el 2015 en Iowa; en lugar de contestar mis preguntas me expulsó con un guardaespaldas de una conferencia de prensa.

Trump y Chávez aprendieron a saltarse a la prensa. ¿Para que dar entrevistas a periodistas que hacen preguntas incómodas si pueden conseguir una mayor audiencia en discursos televisivos (que han transmitido ingenuamente las estaciones de Estados Unidos y en las obligatorias cadenas nacionales en Venezuela)?

No recuerdo nunca haber visto a Chávez usar un teleprompter. Improvisaba por horas y se alimentaba del estado de ánimo de quienes lo oían. Trump casi nunca lo usa -salvo cuando quiere parecer lo que no es- y tiene la misma capacidad chavista de decir lo que la gente quiere oír. 

Sí, ambos leen mentes. Ese es su don político. Entienden qué es lo que le duele a la gente, escogen a un enemigo, dividen al país y luego se presentan cómo sus salvadores. Son enojones. Saben que la indignación es un gran instrumento político y dirigen la rabia de los electores contra sus enemigos.

Profesan una especie de pensamiento mágico; creen que las cosas van a ocurrir sólo porque ellos lo dijeron y piden una confianza ciega en sus promesas. Tienen una autoestima gigantesca. Su historia personal -Chávez surgiendo de la pobreza y Trump convirtiéndose en billonario- refuerza su narrativa electoral: yo puedo transformar al país a mi imagen y semejanza. 

Son el centro de cualquier campaña electoral. Los otros candidatos suelen desaparecer. Toda votación es un referendo sobre su persona. Trump ¿si o no? Chávez ¿sí o no? 

Son muy inescrupulosos. Hugo Chávez era un gran mentiroso. Mintió flagrantemente para llegar al poder en 1998; dijo que entregaría la presidencia en cinco años o menos, y que no tomaría el control de ninguna empresa privada o medio de comunicación. No cumplió su palabra, cambió las leyes y, sin pudor, se quedó 13 años en el poder hasta su muerte. (Aquí mi entrevista con él http://bit/ly/1y5kV4J)

Trump, también, miente descaradamente. El fin de semana pasado The New York Times detectó 31 mentiras públicas de Trump y el sitio Politico identificó 87 ocasiones en que el candidato exageró o dijo algo falso. (Aquí está el conteo de las muchas mentiras de Trump http://cnnmon.ie/2d2aTht)

Trump y Chávez son los típicos caudillos. De esos, desafortunadamente, hemos tenido muchos en América Latina. Debido a la fragilidad del sistema democrático en Venezuela, Chávez abusó de su poder y se convirtió en un líder casi dictatorial. Eso no puede ocurrir en Estados Unidos y es, quizás, la diferencia más grande entre los dos.  

Trump no podría tomar control del ejército, la Corte Suprema, el Congreso y los medios de comunicación como lo hizo Chávez en Venezuela. Pero lo que sorprende tanto es que Trump haya aparecido en una democracia con 240 años de historia. Por eso, cuando veo a Trump me brinca el corazón porque sigo oyendo a Chávez.

 

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