Ciudad de México. La escena era impresionante y llena de simbolismo.
Andrés Manuel López Obrador acababa de ganar la elección presidencial en México y miles de sus seguidores no podían entrar a celebrar en la plaza central del zócalo en la ciudad de México. Unas vallas metálicas y la policía les impedían entrar al que se había convertido en un lugar para ver el Mundial de futbol en pantallas gigantes. Pero la multitud creció tanto y la presión fue tan grande que los policías tuvieron que abrir una entrada entre las vallas y la gente se desparramó por la histórica plaza.
México había reventado.
Más de la mitad de los votantes (53%) dijo: no queremos más de lo mismo. Tras 77 años del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y 12 años del Partido Acción Nacional (PAN) en la presidencia, México dio un giro a la izquierda. Nadie sabe exactamente lo que eso significa. Pero, sin duda, será distinto a lo que han tenido los mexicanos hasta el momento.
Llegar hasta aquí no fue fácil. La última vez que un candidato de izquierda ganó una elección presidencial en México fue en 1988. Pero el temible Carlos Salinas de Gortari y su partido (PRI) realizaron un fraude descomunal y le robaron la victoria a Cuauhtémoc Cárdenas. López Obrador asegura que fraudes electorales en el 2006 y en el 2012 le evitaron llegar a la presidencia. La tercera fue distinta.
Esta “ola de indignación”, como me lo describió la escritora Elena Poniatowska, fue imparable. Los asesinados (más de 200 mil en dos sexenios), la grosera corrupción (empezando con el propio presidente) y la terrible sensación de que Donald Trump estaba ninguneando e insultando a México, generó un voto masivo por el cambio. El resultado fue muy superior a lo que sugerían las encuestas, lo que quiere decir que hubo muchos mexicanos que votaron por AMLO pero que lo ocultaron a los encuestadores (y quizás también a sus amigos, familiares y jefes).
Las expectativas que han sido puestas sobre López Obrador son enormes. Solo comparables a las que tuvo Vicente Fox tras su histórico triunfo en el 2000 y que terminó con 71 años de férreo control priista. Pero Fox defraudó. Lejos de cambiar el sistema, se aferró a él y la esperanza de algo nuevo se esfumó. López Obrador no puede hacer lo mismo. En su primer discurso como ganador insistió en que “no les voy a fallar”. Ese es el gran reto.
EL triunfo de AMLO tiene a muchos nerviosos. “¡Se van!”, puso en un tuit el actor Diego Luna. Ojalá. Pero no tan rápido. Ese grupo que López Obrador identificó como la “mafia del poder” está en plena metamorfosis. De la negación –“no, López Obrador nunca será presidente”– pasaron al shock y ahora están pataleando para sobrevivir. Harán lo que sea necesario.
Algunos mexicanos tienen una particular habilidad para orbitar hacia el poder. Y, rápidamente, se alinean con el “chingón” y el de arriba, como me dijo un exembajador estadounidense. Ocurrió igual con el tlatoani azteca y con el virrey español. Ahora políticos, periodistas, empresarios y hasta artistas se están acercando a AMLO y a su gente para no perder los privilegios que han hecho de México uno de los países más desiguales del mundo. Si López Obrador cumple con sus promesas le tendrá que decir “no” a esos jefes que durante décadas se alinearon con el PRI y el PAN.
Lo que había antes del primero de julio ha quedado esparcido y embarrado por todos lados. Las estructuras del pasado priista y panista se resquebrajaron; no se pueden poner, otra vez, unas arriba de otras como en un juego de Lego. No podemos -afortunadamente- poner la pasta de dientes dentro del envase.
Todos estábamos hartos y enojados con un México de muerte y corrupción. Y sabíamos que era cuestión de tiempo para que explotara. Algunos imaginamos protestas masivas y hasta un juicio de destitución al presidente. Pero la sorpresa fue que el truene vino pacíficamente en un domingo de votación.
Miles de mexicanos, ahí frente a mis ojos, se desparramaron en la plaza -que es el ombligo del país- mientras los comentaristas en los programas de televisión, muy lejos de ahí, trataban de explicar por qué se había dado el triunfo de López Obrador. Con un vistazo al zócalo lo hubieran entendido todo. México había reventado…