Hay libros que se escriben con pluma y papel. Otros en computadora. Pero el del prisionero político venezolano, Leopoldo López, se escribió literalmente en la piel.
Los guardias en la prisión de Ramo Verde en Venezuela, donde está encarcelado López desde el 18 de febrero del 2014, tienen instrucciones de evitar que escriba. El régimen de Nicolás Maduro no quiere que sus palabras se escuchen fuera de la prisión. Pero hay maneras de hacerlo.
Así me lo contó su esposa y activista por los derechos humanos, Lilian Tintori: “Lo que hacía su hermana Diana es que escribía en su piel párrafos (del libro). Su mamá se escribió en una pierna y así se los llevaba. Yo también me llevaba papelitos o en mi misma piel.” Lo que estas tres mujeres se escribieron en su piel, más algunas notas y dibujos que pudieron burlar la vigilancia de sus carceleros, aparecen en el libro Preso Pero Libre.
El libro cuenta el primer año de cárcel de Leopoldo, cuando todavía podía escoger sus lecturas. Logró acumular hasta 300 libros en su celda. Hoy no le dejan tener más de tres a la vez. “El tratamiento que recibimos de la autoridad superior en Ramo Verde es el de prisioneros de guerra en un país extranjero”, escribió. “Somos considerados enemigos.”
La primera noche en la cárcel, Leopoldo se encontró con “una sábana vieja y un colchón desgastado que parecía haber sido víctima de un usuario de media tonelada de peso.” Las condiciones no han mejorado.
“Es tortura y trato intimidatorio”, me explicó Lilian, quien lo visita dos veces a la semana. “A Leopoldo lo desnudan diez veces al día; no hay ninguna razón pero lo desnudan para torturarlo, para tratar de quebrarlo mentalmente.” Sin embargo, no lo han logrado.
“Desde que llegué a Ramo Verde entendí que mi principal terreno de lucha estaba en mi estado de ánimo y en mi mente”, escribió Leopoldo. “Si yo estoy bien, mi familia está mejor y mi equipo político está más motivado.” Leopoldo tiene su rutina: se levanta a las cinco de la mañana, tiende la cama, toma café, reza, hace ejercicio, practica boxeo con otro reo y a media mañana comienza lo que él llama su primer bloque de lectura. La disciplina marca el resto de su día. Su mantra: “El que se cansa, pierde.”
Leopoldo López fue condenado a más de 13 años de prisión por, supuestamente, instigar a una rebelión contra el gobierno de Nicolás Maduro. Contrario a lo que pensaba su familia, Leopoldo tomó la decisión de entregarse a las autoridades. Ahora su liberación depende de un cambio de gobierno. “Quien tiene preso a Leopoldo es Nicolás Maduro”, me dijo Lilian.
Ella y la oposición venezolana están empujando por la realización de un referéndum revocatorio, como indica la ley, para sacar a Maduro de la presidencia. Pero el gobierno está haciendo todo lo posible para invalidarlo o posponerlo hasta el próximo año. Sin un cambio de gobierno sería casi imposible que liberaran a Leopoldo y a los otros 108 prisioneros políticos que hay en Venezuela, según el conteo de Lilian.
“Estamos hablando de una dictadura en Venezuela”, me dijo ella en una reciente entrevista en Miami. “Maduro es un dictador. El sabe que en Venezuela no hay comida, no hay medicinas y hay violencia. Cada 18 minutos matan a un venezolano. El lo sabe y no hace nada para evitarlo.”
Mientras crece la presión contra el gobierno de Maduro han empeorado, también, las condiciones carcelarias contra Leopoldo. “Hoy Leopoldo ya no puede escribir”, me contó su esposa, quien ha liderado una campaña mundial para liberarlo y, en el proceso, se ha convertido en una de las principales defensoras de los derechos humanos del hemisferio. “Nos quitaron las llamadas familiares por dos meses. Lo encierran todas las noches a las ocho, sin luz, y no le permiten ni una vela, ni una lámpara, para leer.”
Lilian, la mamá y la hermana de Leopoldo, ya no pueden escribir en la piel de sus piernas y brazos las cosas que Leopoldo quiere decir desde la cárcel. “Hoy en la requisa nos limpian la piel con alcohol para que no podamos escribir nada”, me explicó Lilian. Pero para Maduro y sus secuaces ya es demasiado tarde. Todo se sabe. El libro está escrito y Venezuela se rebela. No hay nada que pueda detener una idea cuando su tiempo ha llegado.