Por Jorge RAMOS
“Llegamos todas”.
Esta es una de las frases que escuché luego que Claudia Sheinbaum ganara las elecciones presidenciales en México y que mejor refleja el cambio monumental que está ocurriendo en el país. Claudia será la primera presidenta gracias a una pirámide de mujeres que, antes que ella, fueron abriendo puertas, rompiendo reglas y exigiendo respeto y poder.
El hecho de que dos mujeres compitieran por la presidencia en este 2024 no ocurre en un vacío. Son décadas o más de batallas. La escritora Elena Poniatowska, a sus 92 años, me recordaba en la biblioteca de su casa en Coyoacán el papel esencial de las soldaderas durante la revolución, o de las nanas y las trabajadoras domésticas en nuestros días. “Es el resultado de una lucha continua de mujeres”, me dijo la autora de La Noche De Tlatelolco.
Tuve conversaciones muy parecidas con la periodista Guadalupe Loaeza y con la cantante Lucero Hogaza. Ambas me contaron cómo les tocó rebelarse y romper las reglas del juego para salir adelante. Y también cómo, antes que ellas, otras mujeres les abrieron el camino al enfrentarse a los invisibles pero castrantes límites que imponía el machismo mexicano. “Tuvimos que pasar las mujeres por muchos retos, muchos desafíos, porque no hay que olvidar que vivimos en un país machista”, me contó la autora de Las Niñas Bien.
Claudia tendrá que gobernar para todos, como prometió en su discurso de victoria. Pero en un país cargado de feminicidios y desapariciones su principal responsabilidad debería estar en proteger la vida de las mujeres. Eso es tomar las riendas de tu propio destino y no esperar que otros -hombres- lo hagan por ti. Los hombres no pudieron o no quisieron. Se les acabó el tiempo. Next.
A pesar del enorme margen de victoria de Claudia sobre la candidata opositora Xóchitl Gálvez, muchos mexicanos siguen buscando la pluralidad. Desde la época del PRI siempre ha habido una valiente resistencia ciudadana que se niega a aceptar un partido hegemónico y que busca avances democráticos. Y como Morena se lo ha llevado casi todo -el carro completo, le llaman- y la oposición quedó muy debilitada, a los periodistas nos toca ser contrapoder.
Ojalá Claudia pueda leer esto. Muy pronto a los periodistas independientes nos tocará hacerle críticas a su gobierno, de la misma forma en que lo hacemos con el de López Obrador y lo hicimos con Peña Nieto, Calderón, Fox y los ilegítimos expresidente priistas. No es personal. Es nuestro trabajo. Y muy pronto Claudia lo tendrá. Es importantísimo en una democracia tener una prensa totalmente libre.
Durante la campaña Claudia dio muy pocas entrevistas. A AMLO tampoco le gusta hacerlo. Supongo que se sienten expuestos y vulnerables. Pero el modelo de las mañaneras -donde se estigmatiza injustamente a los periodistas críticos- ya no da más. Ese modo vertical del presidente de tratar de imponer un punto de vista ha sido contraproducente y ha cerrado el diálogo. Ojalá Claudia encuentre la manera de abrirlo.
Hay retos por todos lados.
Y uno está en el norte. El gobierno del presidente Joe Biden no dejó pasar ni 48 horas del triunfo de Sheinbaum para presionar a la presidenta electa. Con la nueva orden ejecutiva firmada por Biden, Estados Unidos cerrará su frontera de manera temporal si entran ilegalmente más de 2 mil 500 migrantes por día, en promedio, durante una semana. Así México tendrá, quiera o no, que recibir a los migrantes que Estados Unidos rechaza y mantener a los que esperan cruzar. ¡Qué manera de darle la bienvenida a Claudia! Congratulations Madame President.
Y termino con una anécdota personal.
En esa pirámide de mujeres que han luchado contra el machismo en México está mi mamá. A ella no la dejaron estudiar más allá de la primaria; muchas de las adolescentes de su época eran preparadas para el matrimonio y ya. Poco después de casarse con mi papá, comenzó inocentemente un ritual. Cada noche mi mamá le preparaba a mi papá su chocolate caliente. Hervía la leche, dejaba caer una barra de chocolate “Abuelita” y luego venía lo difícil. Tenía que batir el chocolate a mano hasta que saliera espuma aunque no demasiada para evitar que se derramara del tope de la tasa. Si no había suficiente espuma o se derramaba de la tasa, mi papá se lo rechazaba y había que hacerlo todo de nuevo hasta que quedara perfecto.
Un buen día mi mamá se hartó. Y luego que mi papá le rechazara la tasa y la empujara al centro de la mesa, le dijo, ante los ojos atónitos de sus cinco hijos: “No te voy a hacer más el chocolate; ahora te lo haces tú”. Se dio la media vuelta y se fue. Desde ese momento y por el resto de su vida, mi papá se calentó su tasa de leche cada noche y, en lugar de chocolate, le ponía un cucharadita de café instantáneo. Aún recuerdo su cara de soledad y tristeza.
Ese gesto de rebeldía de mi mamá tuvo enormes consecuencias. Se puso a trabajar en una agencia de viajes, cuando pudo se compró su propio coche y se inscribió en la universidad para estudiar unos cursos de historia y humanidades. Nunca olvidaré cuando la vi caminando en los pasillos de la misma universidad donde yo estudiaba. “¿Cómo te va, má?” le pregunté. “Muy, muy bien”, me dijo, con la sonrisa más contagiosa que le he visto.
Mi mamá, que hoy tiene 90 años, sigue siendo una rebelde. Y al igual que millones de mexicanas, con gestos grandes y pequeños, de todas las orientaciones políticas, le abrieron el camino a Claudia para llegar a la presidencia.