Esta es la suma de los muertos en México durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Es la aritmética del horror. Es, también, el reflejo de uno de los presidentes más ineptos e incapaces que ha tenido el país. Y el juego mental sobre qué hubiera ocurrido con otra persona en la presidencia.
Desde que Peña Nieto llegó al poder el primero de diciembre del 2012 hasta el 31 de diciembre del 2017 han sido asesinados 98,120 mexicanos. Es lo que se llama “homicidios dolosos”, es decir, cometidos con la intención de matar o causar daño.
El candidato que en el 2012 prometió enfrentar la violencia de una “manera pronta y eficaz”, nos mintió a todos. O prometió sin saber cómo cumplir. ¿El resultado? Una verdadera tragedia para el país. Esta es la suma de su incompetencia:
-2012- 1,699 muertos
-2013- 18,106 muertos
-2014 – 15,520 muertos
-2015- 16,909 muertos
-2016- 20,547 muertos
-2017- 25,339 muertos
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TOTAL 98,120 MUERTOS
Peña Nieto tendrá el sexenio más sangriento en la historia moderna de México. Dentro de tres meses, más o menos, su gobierno superará los 104,089 muertos del sexenio del panista, Felipe Calderón. Peña Nieto y Calderón serán recordados como los presidentes de las masacres, de las fosas y de la inútil guerra contra las drogas. Pero sobre todo serán recordados por su enorme fracaso. Fallaron en lo más importante: cuidar la vida de los mexicanos.
Estas cifras son solo comparables a países en guerra. Pero el problema con las cifras es que son oficiales; las proporciona la propia Secretaría de Gobernación (https://bit.ly/1KTkyif). Y yo no confío en las cifras -ni en nada- que ofrezca un gobierno tan incompetente y corrupto. Así que, seguramente, la cifra real de muertos es mayor.
¿Qué familia mexicana no ha sufrido en carne propia esta violencia?
Estoy asombrado de la enorme capacidad de aguante de los mexicanos. Peña Nieto ha sido un presidente nefasto. A nivel personal, es increíble que su esposa haya comprado una casa de siete millones de dólares de un contratista gubernamental -un patente conflicto de interés- y que él no hubiera enfrentado un proceso de destitución. ¿Dónde está la indignación y dónde está la verdadera oposición política? El sistema de justicia no funcionó. Pero la esperanza es que el próximo presidente se atreva a investigar el caso y enjuiciar.
Además del tema de la corrupción, Peña Nieto demostró una enorme ignorancia sobre el asunto más importante para el país. Nunca supo qué hacer con la violencia. Y eso es gravísimo. Peña Nieto estaba advertido. Vio el desastre ocurrido durante el gobierno de Calderón y, a pesar de todo, cometió los mismos errores que su predecesor.
Peña Nieto no estaba preparado para ser presidente y, lo peor, es que tampoco aprendió en el puesto. Mientras asesinaban a miles de mexicanos, el presidente ingenuamente creía que México tenía un problema de imagen.
Su cuestionable llegada a la presidencia y falta de liderazgo ha tenido un gigantesco costo en vidas humanas. Siempre nos preguntaremos si más mexicanos estarían vivos con otro presidente en Los Pinos. ¿Estarían con nosotros los 43 estudiantes de Ayotzinapa? ¿O las víctimas de las matanzas de Nochixtlán y Tlatlaya?
Los que pusieron a Peña Nieto en el poder son cómplices de esta catástrofe. Y también lo son los que trabajaron con él y se quedaron callados ante las matanzas, las desapariciones y los feminicidios. Yo no recuerdo ni a uno solo de sus secretarios o colaboradores que haya levantado la mano durante este sexenio y dicho: esto no está bien. ¿Con qué cara ahora piden votos cuando son corresponsables de la época de mayor violencia en nuestras vidas? No se merecen una segunda oportunidad. La cobardía no debe tener recompensa.
Me rehúso a creer que los mexicanos quieren más de lo mismo.
El tema central en las próximas elecciones presidenciales en México (el primero de julio) será cómo detener esta violencia. Tiene que haber un vigoroso debate sobre sus causas y sobre qué hacer para bajar dramática y rápidamente la cifra de muertos.
Por todo lo anterior, es importantísimo salir a votar. No se trata, simplemente, de escoger a un candidato o a un partido político. En México el asunto es mucho más serio. Se trata de que no nos maten.