Opinión: Los primeros días de AMLO

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Por Jorge RAMOS

La presidencia de Andrés Manuel López Obrador comenzó de prisa y dando la cara. Y esto ya es un cambio. Se nota que llevaba más de 12 años preparándose para este momento. No tiene dudas -al menos en público- del rumbo a seguir.

El primer cambio es obvio y visible: casi todos los días, a las siete de la mañana, en su conferencia de prensa-“la mañanera”- AMLO da la cara y explica lo que está haciendo. Sí, se tarda en dar sus respuestas -“no hablo de corridito”, me dijo alguna vez- pero no sé de ningún periodista que no le haya podido hacer una pregunta. El contraste con el ex-presidente Enrique Peña Nieto -que se escondía y nunca se atrevió a dar una sola conferencia de prensa en su sexenio con preguntas abiertas para todos- es enorme.

​Las “mañaneras” son bienvenidas. La pregunta es si sostendrá esa apertura por seis años. La tolerancia presidencial a ser cuestionado es inversamente proporcional al tiempo que lleva en el poder. Y a veces ya se nota la molestia cuando descalifica como “fifí” a la prensa que lo critica. Ni modo. Nuestro trabajo como periodistas es cuestionar a los que tienen el poder y hoy ese es López Obrador.

​El nuevo presidente ha repetido tanto su mensaje -“hay que acabar con la corrupción”- que es difícil encontrar a un mexicano que no lo sepa. Y él está dando el ejemplo con sus viajes en la sección turista de aviones comerciales, vendiendo la flota de jets privados del gobierno y abriendo al público la lujosa ex-residencia presidencial de Los Pinos. ¿Populista? Sí pero congruente.

​Su gabinete es el primero en la historia de México que fue obligado a dar a conocer sus bienes. (¿Se acuerdan del lío que se armó cuando se descubrió la casa blanca de Peña Nieto y la casa de Malinalco de su asesor Luis Videgaray?) Esto es un sabio blindaje: siempre sabremos cuánto dinero tenían los funcionarios públicos al inicio de su gestión (y ojalá sepamos con cuánto se van).

​López Obrador empezó tan de prisa que hasta realizó un referendo sobre el nuevo aeropuerto antes de ser presidente y sin un sistema confiable de conteo de votos. Sí, el huachicoleo es una vergüenza nacional. Pero AMLO iba tan de prisa que no estaban listas las pipas antes de cerrar los ductos petroleros. El resultado fue un terrible desabasto.

​AMLO entiende los símbolos. Y los usa inteligentemente, desde su autonombrada “cuarta transformación” y sus críticas a expresidentes -“nos dejaron un cochinero”- hasta la construcción del tren maya y los subsidios que prometió a millones de adultos mayores.

​Puedo reportar que la luna de miel está en pleno apogeo.

​Creo que AMLO hoy volvería a ser elegido. Todavía no hay arrepentimiento. Y tiene un ejército de voluntarios e indignados soldados digitales que acaban en las redes con cualquier que ose criticar a su líder. Estamos frente a un presidente fuerte con sus propias clientelas y aliados.

​Pero, cuidado, porque lo más difícil aún está por venir.

​Las muertes no paran. Aunque AMLO haya decidido terminar la guerra contra los narcos, los homicidios y feminicidios no han desaparecido. La impunidad sigue. Si la nueva Guardia Nacional incrementa la militarización en el país, habrá más muertos. Y si se amontonan los cadáveres por miles en las estadísticas oficiales, se acabara el “beneficio de la duda” que aún disfruta el nuevo mandatario.

​En política exterior, López Obrador ha logrado desactivar al bully de Trump. Casi lo ignora y el presidente estadounidense, asediado en casa, ve a otro lado. For now.

Pero la negativa de AMLO a denunciar la brutal dictadura en Venezuela es, desde mi punto de vista, su principal error. Criticar el fraude y las violaciones a los derechos humanos de Nicolás Maduro no significa, de ninguna manera, apoyar los planes de una posible invasión militar o estar del lado de Trump. Decía el premio Nobel, Elie Wiesel, que “la neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima”. Seguir reconociendo al dictador Maduro como presidente legítimo -escudándose en la Doctrina Estrada (establecida en 1930)- es una falla ética y diplomática, y una falta de solidaridad con el pueblo venezolano.

​Así veo las cosas.

 

​AMLO avanza, México está cambiando y nadie dice extrañar a Peña Nieto. Estamos en otros tiempos.

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