Opinión: Los pájaros no existen

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Por Jorge RAMOS

La desinformación en la internet está tan extendida que hay teorías conspirativas tan absurdas como, por ejemplo, la que asegura que los pájaros no existen. Por eso hay que estar muy alerta.

Les cuento lo de los pájaros.

En las redes sociales, que en ocasiones son una verdadera jungla digital, se puede encontrar la maléfica y humorística versión de que la mayoría de los pájaros que vemos no son reales. Supuestamente son drones y su misión es espiarnos. De 1959 al 2001 el gobierno de Estados Unidos se dio a la tarea de matar a 12 mil millones de pájaros, según la falsa versión de www.birdsarentreal.com (que se presenta como portavoz de este movimiento). Si pudiéramos atrapar un pájaro vivo, dicen, nos daríamos cuenta de su compleja maquinaria de espionaje.

De nuevo, todo esto es falso.

Esta idea se le ocurrió a Peter McIndoe como una parodia. El objetivo era burlarse de todas las mentiras y campañas de desinformación que existen en las redes. Al inventarse algo tan tonto y descabellado (como el asegurar que los pájaros no existen) nos daba una herramienta para comparar y descartar otras mentiras que circulan sin ningún tipo de restricción por la internet. “Hemos estado lidiando con el mundo de la desinformación en los últimos años”, le dijo McIndoe al diario The New York Times en una entrevista en el 2021. “Y la idea es ser absurdos; asegurarnos que nada de lo que decimos sea muy realista”.

McIndoe creó este movimiento en el 2017 y, desde entonces, han surgido muchas teorías de conspiración que -como la suya- son absolutamente falsas. Como la insostenible idea de que las vacunas contra el covid llevan microchips que serían utilizados por el gobierno o una entidad planetaria para controlarnos a través de la red 5G. Claro, esta teoría es de risa. Pero estoy sorprendido que tanta gente a mi alrededor ha oído de ella.

El primer problema sería pasar un microchip dentro de una aguja. Si fuera solo una tontería de cabezas deschavetadas no importaría. Sin embargo, es peligrosa y cuesta vidas al generar dudas entre aquellos que aún se rehúsan a vacunarse. La mayoría de las hospitalizaciones y muertes por coronavirus ha ocurrido en ese grupo de la población. El movimiento antivax, tan lejano a la ciencia, está plagado de miedos primitivos y de prejuicios ideológicos.

Hay muchas otras mentiras circulando en la internet. En Rusia, por ejemplo, una ley prohíbe a los medios de comunicación llamarle “guerra” o “invasión” a lo que está ocurriendo en Ucrania. Yo estuve ahí, lo vi y eso es exactamente lo que es: una brutal invasión, una guerra sin sentido. Pero los rusos están escuchando solo lo que Vladimir Putin quiere.

También hay invenciones totalmente ridículas. Como la de que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, es hijo de Fidel Castro. Pero circuló tanto en las redes que el gobierno canadiense tuvo que salir a negarla,según constató la agencia AP.

Otra peligrosa teoría conspirativa es la que sostiene Donald Trump y que se conoce como la “Gran Mentira”. Trump y sus seguidores más leales siguen creyendo la falacia de que las pasadas elecciones presidenciales fueron fraudulentas y que Joe Biden perdió. En junio del 2021 le pregunté a Trump en Texas si ya estaba dispuesto a reconocer públicamente su derrota. No lo estaba. “Ganamos la elección”, me contestó y se fue.

Por supuesto, eso es falso. Trump perdió la votación popular y la del Colegio Electoral (306 votos contra 232). Pero lo grave son los millones que se creen esa mentira. Más de la mitad de los republicanos (53%) piensa que Trump fue el ganador, de acuerdo con una encuesta de Reuters. Esta teoría de conspiración de Trump pone en serio peligro a la democracia en Estados Unidos. Esa duda en los resultados de unas elecciones es una característica esencial de las dictaduras y gobiernos autoritarios.

Lo sé porque yo vengo del país de las fake news. Toda mi infancia y adolescencia crecí en un México dominado por los abusos, trampas y crímenes cometidos por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Desde 1929 hasta el 2000 impusieron lo que Mario Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta” y escogieron fraudulentamente, por dedazo, a sus presidentes. Así que los mexicanos sabemos detectar muy bien cuando un político nos dice mentiras. Sobran los ejemplos en América Latina de líderes que se inventan conspiraciones golpistas y campañas mediáticas, nacionales o extranjeras, para excusar las fallas en su gobierno y distraer la atención.

La desinformación tiene su caldo de cultivo en la internet. Las redes sociales nos han convertido a todos en medios de comunicación. Todos somos emisores y receptores. Y, por lo tanto, influenciables. Por ejemplo, quien quiera influir en la comunidad latina -el grupo electoral más grande de Estados Unidos, después de los blancos- basta con que sepa que el 85 por ciento de los hispanos usa YouTube, el 72% Facebook, el 52% Instagram y el 23% Twitter, según el Centro Pew. Ya no se necesitan cadenas de televisión o periódicos para enviar un mensaje. Sea cierto o falso. Ahí están las benditas redes, como manguera sin tapón.

Hoy cualquier influencer, celebridad o presidente puede soltar su versión de los hechos sin tener que demostrar que es cierto. Y para contrarrestar eso es necesario el periodismo independiente. El mantra es sencillo: ante los ataques, la desinformación y las mentiras, más periodismo. Pero eso, , no garantiza la verdad. “Me preocupa mucho que vivimos en una era en que la gente no respeta el poder del reportaje”, dijo el ex editor de The New York Time, Dean Baquet, en entrevista con la revista The New Yorker. “Las redes sociales favorecen el sarcasmo, la grosería y las opiniones sin base”.

Las redes sociales están llenas de opiniones y comentarios sin base en la realidad. El verdadero trabajo periodístico se basa en datos, verificación y fuentes confiables. “Sin datos no puedes tener la verdad”, escribió la periodista y premio Nobel de la Paz, Maria Ressa. “Y sin verdad no puedes generar confianza”.

Que vivan los datos.

Los pájaros sí existen, en Ucrania sí hay una invasión rusa, las vacunas sí funcionan, Trump perdió, Biden ganó y las falsas conspiraciones solo viven en la cabeza de los más incapaces. La solución ante tanta desinformación es más periodismo. Y ver de cerca un pájaro.

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