Opinión: Los golpes de “El Canelo”

Por Jorge RAMOS

No me quería pelear con El Canelo. Bueno, la verdad nadie se quiere pelear con Saúl “El Canelo” Alvarez. A menos, claro, que le paguen muchos millones de dólares -como a Caleb Plant con quien se enfrentará el 6 de noviembre en Las Vegas.

Y aún así, no; nadie quiere recibir sus golpes. Su jab de derecha y su gancho izquierda son legendarios. Inolvidables. Destructores.

Yo quería entender a El Canelo, no pelearme con él.

Hacía mucho tiempo que estaba buscando entrevistar a este boxeador que ha ganado 56 peleas (38 de ellas por nocaut). Solo ha perdido una, en el 2013, cuando El Canelo era muy joven y Floyd Mayweather estaba en el pico de su carrera. “No lo tomo como una derrota”, me dijo desde su gimnasio en San Diego, California, antes de un entrenamiento. “La verdad lo tomo como un aprendizaje; estaba muy chico, tenía muy poca experiencia”.

Hoy El Canelo -pelirrojo y de piel blanquísima, innecesario preguntarle sobre su apodo- está en otro momento. Es, sin duda, uno de los mejores boxeadores del planeta. El mejor, aseguran sus fans. Y parece que lo tiene todo: dinero, familia -se acaba de casar en una superboda en mayo que viralizó las redes sociales-, salud y la reputación intacta.

“¿Qué te falta?””, le pregunto, “¿por qué sigues peleando?” No lo pensó mucho. “Amo el boxeo, amo lo que hago”, me dijo. “Yo soy una persona que, si voy a hacer algo, lo voy a hacer al ciento por ciento. Si no, mejor no lo hago”.

Pero el peligro sigue ahí. Y le recuerdo de las graves secuelas mentales que el boxeo dejó en uno de los grandes, Mohammad Ali. “No piensas en eso”, reflexionó. “Solo Dios sabe lo que te puede pasar arriba de un cuadrilátero. Te puedes subir y ya no puedes bajar. Esa es la realidad… es un deporte muy peligroso”.

Y luego me soltó un secreto. “Yo siempre me despido de mi familia antes de cada pelea porque uno no sabe si va a bajar o no. Pero al final de cuentas, lo que les digo es que no se preocupen, que voy a morir feliz porque es lo que amo”.

No siempre fue así. Como el menor de siete hermanos y una hermana, alguna vez tuvo que vender paletas y helados en camiones en Guadalajara, donde nació. Pero pronto se dio cuenta que pelear era más fácil que vender paletas y daba más dinero. Hoy puede comprarse muchas paletas y todo lo que quiera. Muchas veces.

Pero ¿hay el temor de perderlo todo? “No me da miedo”, me dijo. “Pero me preocupo por el bienestar en el futuro porque ha sido la historia de siempre… en especial en el boxeo: tienen mucho y al final se quedan sin nada… gracias a Dios he estado haciendo mis negocios y que valga la pena todo lo que me he sacrificado en el boxeo”.

Insisto un poco más. ¿Cuál es su filosofía respecto al dinero, particularmente cuando se tuvo tan poco de niño? “Para todo hay momento, para todo hay tiempo, para todo hay cosas”, me explica. “Y creo que debes de darte tus gustos porque para eso trabajas ¿no? Creo que debes darte tus gustos y si se te antoja comprarte un carro o un reloj, pues puedes hacerlo ¿no?”

Entre sus lujos está el jugar golf. Pero como casi todo lo que hace El Canelo, esto es más que un hobby. Hace cuatro años pensaba que iba “a ser muy aburrido, ya para gente más grande”. Pero un amigo lo llevó a jugar un día y se ha vuelto “algo adictivo”. “Duro un día sin jugar o sin practicar y ya casi ni duermo en la noche”, me confesó. “Para mí es otra pasión muy grande”.

El Canelo vive muy cerca de la frontera con México pero aún del lado americano. Alguna vez tuvo que negociar la liberación de un hermano que fue secuestrado. Pero no le gusta hablar de eso. “Eso ya pasó y son cosas que se dicen una vez y no se vuelven a repetir”, me dijo y no se extendió más.

¿Qué te preocupa de México? “Más que nada la inseguridad”, aseguró. “Ultimamente, de unos tres, cuatro años para acá, ha habido mucha inseguridad”. ¿Tú te sientes seguro en México? “Yo en lo personal sí. Pero si se siente un poco raro. Se siente una vibra un poco rara. Me siento seguro pero no me siento a gusto”.

A El Canelo no le gustan las comparaciones y menos que lo hagan con el boxeador Julio César Chávez. “Él en su tiempo fue el mejor”, comentó. “Yo simplemente quiero hacer mi propia historia y dejar un legado en mi carrera”.

¿Qué es lo que lo distingue de otros boxeadores? “La disciplina”, apresuró, “lo que me distingue es la disciplina, las ganas de seguir aprendiendo día con día… no soy una persona conformista. Siempre quiero más. Quiero aprender más. Quiero seguir ganando títulos. Quiero seguir haciendo historia”.

A los 31 años ¿es momento de pensar en el retiro? Todavía no. “Me siento en mi mejor momento”, me dijo. “Ahorita la verdad que no pienso en el retiro…. yo pienso siete años más en el boxeo y a lo mejor se termina para mí…uno nunca sabe”.

Lo que sí sabemos es que El Canelo pelea dentro de unos días y Caleb Plant ya sabe con quién se está metiendo. Los golpes de El Canelo siempre dejan huella.

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