Opinión: Los errores de Trump durante la pandemia

Solo a alguien como Donald Trump se le puede ocurrir algo así. A pesar de las abrumadoras y espantosas cifras de contagiados y muertos por el coronavirus en Estados Unidos, él quiere convencernos que su gobierno ha sido muy exitoso al enfrentar la pandemia. Y no ha sido así.

En la misma conferencia de prensa en que dos de sus asesores de salud, el doctor Anthony Fauci y la doctora Deborah Birx, proyectaron que podría haber entre 100 mil y 240 mil muertos, el presidente dijo: “Creo que hemos hecho un gran trabajo”. Pero esas cifras son muy superiores a la de todos los soldados estadounidenses muertos durante las guerras de Vietnam, Irak, Afganistán y los civiles que perecieron en los ataques terroristas del 2001. “¿En qué círculo del infierno es ese un buen resultado” se preguntó la exasesora de seguridad nacional, Susan Rice, sobre el pronóstico de casi un cuarto de millón de muertos en una entrevista publicada por The Washington Post. (Las proyecciones originales se han modificado y ahora son más bajas. Pero igual sugieren que habrá decenas de miles de muertos)

Las falsas e ilusorias declaraciones de Trump me recuerdan tanto los trucos que hace el mago David Copperfield desapareciendo grandes objetos (como una motocicleta y hasta la estatua de la libertad en 1983). “Quiero ser optimista”, ha dicho Trump. Pero no puede darle un giro positivo a sus propias decisiones que empeoraron la situación.

¿Cuáles son sus errores? Trump actuó lentamente, sobre todo al principio de esta crisis, ha desinformado, no ha sido un buen ejemplo para otros y ha tomado varias decisiones equivocadas. En lugar de una respuesta bien planeada, a nivel nacional y efectiva ante la pandemia, Trump ha ido improvisando y dando declaraciones contraproducentes. Esto ha tenido gravísimas consecuencias.

Lo más desesperante es su falta de sentido de urgencia.

La primera muerte por coronavirus se reportó en China el 11 de enero y el primer caso confirmado de contagio en Estados Unidos (en el estado de Washington) se registró el 21 de enero. Se trataba de una persona que había visitado China. Pero al día siguiente, el 22 de enero, en una entrevista con la cadena CNBC, Trump dijo: “Lo tenemos totalmente bajo control…Todo va a estar bien.”

No fue así.

Trump esperó hasta el 2 de febrero para prohibir la entrada a todas las personas que habían estado en China 14 días antes. Pero fue muy tarde. Durante el mes de enero entraron a Estados Unidos 381 mil personas proveniente de China en más de 1,300 vuelos, según una investigación de The New York Times. Así se coló el virus en Estados Unidos.

La lentitud del presidente en su toma de decisiones permitió que el coronavirus se esparciera por todo el país. El principal asesor económico de Trump, Peter Navarro, distribuyó un reporte en la Casa Blanca el 29 de enero advirtiendo de una crisis por el virus que “podría costar trillones de dólares en daños económicos y tomar millones de vidas”. Pero el presidente, increíblemente, dice que no vio el reporte. Tuvo que pasar un mes y medio desde esa advertencia para que Trump declarara una emergencia nacional el 13 de marzo.

Además de su lentitud, Trump ha desinformado a los estadounidenses. “Parece que en abril, esa es la teoría, cuando empiece a hacer más calor, (el virus) va a desaparecer milagrosamente”, declaró Trump el 10 de febrero. Y todavía unas semanas después dijo que “el riesgo para los estadounidenses era muy bajo”. Todo fue falso.

A pesar de las declaraciones del presidente de que las “pruebas van muy, muy bien”, una investigación de NPR del 26 de marzo demostró que “la disponibilidad de pruebas va muy por detrás de la demanda”. A nivel anecdótico, varias personas que conozco han tenido enormes problemas y retrasos al tratar de hacerse la prueba.

El presidente, también, ha sido un pésimo ejemplo para otros. Trump seguía saludando de mano cuando ya no era prudente ni seguro hacerlo, hasta hace solo días no mantenía una sana distancia con los participantes de sus conferencia de prensa, promovió una medicina para el tratamiento del virus -hidroxicloroquina- a pesar de las dudas de sus asesores médicos, y no siguió la recomendación de su propio Centro para el Control de las Enfermedades sobre el uso de la mascarilla en público. “He decidido no usarla”, dijo. La lección para que los niños no se contagien es sencilla: no hagas lo que hace el presidente.

Todo esto retrata a un presidente poco preparado y mal informado para enfrentar la crisis de salud más peligrosa en el planeta durante un siglo. El país más poderoso y rico del mundo fue sorprendido por la pandemia. Una de las grandes cargas que tiene todo presidente es el saber que miles -y hasta millones de vidas- dependen de sus decisiones. Trump, sencillamente, no pudo con el reto.

Aunque él está tratando de vendernos otra historia. Su narrativa es la de un “presidente en tiempos de guerra” que ha tomado grandes decisiones para salvar vidas. Siguiendo el ejemplo del mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, Trump está realizando una larga conferencia casi todos los días para controlar el mensaje en los medios. Pero hay una terrible desconexión entre la realidad que estamos viviendo en Estados Unidos -esta ha sido la peor semana de toda la crisis en términos de contagiados y muertes- y las declaraciones triunfalistas que está haciendo el presidente. 

Durante la campaña presidencial del 2016 los adversarios de Trump decían que el peor escenario, si él era elegido, sería una crisis a nivel mundial con un mandatario incapaz, que no corrige errores, y obsesionado por los ratings y su imagen personal. 

 

Y eso es exactamente lo que ocurrió.

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