“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.” Augusto Monterroso
En México la lógica y la justicia están rotas. ¿Quién debe perder su puesto: el que comete un acto de corrupción o quien lo denuncia? Claro, debería perderlo quien es corrupto. Pero en México, siguiendo la lógica del mundo al revés, quien comete el acto de corrupción se queda en su puesto y quien lo denuncia es despedido. Es la lógica mexicana del poder: mata al mensajero.
Estos son los datos. Hace cuatro meses la periodista Carmen Aristegui y su equipo de investigadores denunciaron que la esposa del presidente de México, Angélica Rivera, incurrió en un grave conflicto de interés al comprar y financiar una casa -valorada en siete millones de dólares- a Higa, un contratista del gobierno. Higa, actualmente, tiene contratos por varios millones de dólares con el gobierno mexicano.
La inusual transacción -¿qué mexicano puede recibir un trato similar de un contratista?- hizo preguntarse a muchos si la residencia -conocida como la “Casa Blanca”- se vendió en circunstancias muy favorables a cambio de contratos gubernamentales. ¿Casa por favores?
Pongámoslo en perspectiva: si Michelle Obama hubiera financiado una casa privada con un contratista del gobierno estadounidense, su esposo, Barack Obama, ya no estaría hoy en la verdadera Casa Blanca. Eso no es ético ni transparente.
Imposible saber si hubo presiones de la presidencia de México a la empresa MVS para despedir a Aristegui. Pero ella sospecha que sí las hubo. Todo “nos hace pensar que hubo una intervención gubernamental”, dijo la periodista en una declaración. “No es un conflicto entre particulares.” Se trata de un“manotazo autoritario.”
La lógica y la justicia sugerirían que un fiscal independiente o una comisión del congreso investigara a fondo el aparente conflicto de interés del presidente y su esposa en la compra de la casa. Pero, en cambio, el presidente nombró a un subalterno y miembro de su gabinete -Virgilio Andrade- para que lo investigara.
Nadie le va a creer. El investigador Andrade tiene colgada una gran foto del presidente en su oficina, según constató el diario español El País. La designación de Peña Nieto fue tan tonta, burda e infantil que hasta parece un juego. Pero es la lógica mexicana del poder: hazles creer que haces aunque no hagas nada.
Otro ejemplo. Cuando el Papa Francisco comentó en una nota a un amigo que le preocupaba la “mexicanización” de Argentina -refiriéndose al aumento de la narcoviolencia-, el gobierno de Peña Nieto inmediatamente se quejó. Pero en lugar de preocuparse por lo que diga el Papa y de la mala imagen de México, primero habría que reconocer que la mayoría de los crímenes en México no se castigan. Además, desde que Peña Nieto llegó al poder más de 37 mil mexicanos han sido asesinados, de acuerdo con cifras oficiales. La nueva lógica mexicana es que hasta el Papa la trae contra México.
Un ejemplo más. Me encantan las campañas turísticas del puerto de Acapulco -“Habla bien de Aca”- y del estado de Michoacán -“Un destino que lo tiene todo, solo faltas tú”. Las fotos son espectaculares. Pero ¿cómo promueves el turismo en lugares donde matan estudiantes, periodistas y civiles? Es la lógica mexicana del poder: tratar de imponer la imagen por encima de la realidad. Esperan, absurdamente, que la propaganda haga olvidar los asesinatos diarios en Guerrero y Michoacán.
Lo que estamos viendo en México en estos momentos es a un gobierno a la defensiva -con actos de verdadera desesperación- y a una sociedad civil -cada vez más grande, consciente y poderosa- que no se deja. Los gobiernos asediados -ya lo vimos también en Argentina- son muy peligrosos: pierden los límites, se aíslan, tratan de imponer su (i)lógica y hacen cualquier cosa -¡cualquiera!- para sobrevivir. Así está el gobierno de Peña Nieto. Aristegui lo describió como un “vendaval autoritario.”
Entendamos. El poder nunca se hace hara-kiri. El poder nunca entrega el poder: hay que arrancárselo. Y como el congreso y la oposición política en México son tan tibios, cómplices y miedosos, le ha tocado a los periodistas independientes y a los estudiantes y a los maestros -y a todos los ciudadanos de a pié- pelear por un país más justo y democrático.
Cuando el poder abusa, el periodismo tiene que ser contrapoder. Y en México tenemos grandes y valientes mujeres periodistas. Además, México ya está listo para un revolcón político. No tarda. Los indignados son muchos. Puede surgir un movimiento -o muchos- como Podemos pero a la mexicana, antisistema, sin las ataduras chavistas, menos dogmático y más incluyente.
La voz de Carmen Aristegui y de su equipo no se va a apagar. Este no es el México del 68, ni de Echevarría o de Salinas de Gortari. Aristegui -y una maravillosa generación de jóvenes comunicadores mexicanos en las redes sociales y en la internet- están del lado correcto de la historia y están luchando por un México nuevo.
Lo que pasa es que el México viejo no acaba de morir; el dinosaurio sigue ahí, herido, y está dando manotazos.