Nueva York. ¿Por qué hablamos con Hillary Clinton? ¿Por qué esa obsesión con todo lo que hace y dice?
Por una sencilla razón. Porque en el 2016 podría convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos. Por eso.
Su libro, Hard Choices (publicado como Decisiones Dificiles en español) se convirtió inmediatamente en un bestseller, aunque no con las ventas que se anticipaban por un adelanto de 13 millones de dólares. Pero no todo se mide en dinero. El libro sugiere el mismo camino que han seguido otros exitosos candidatos presidenciales: primero lo publican y luego anuncian la candidatura.
“No sé todavía si me voy a lanzar” me dijo. En cambio, la sentí muy emocionada por convertirse pronto en abuela. Su hija Chelsea dará a luz este otoño. Chelsea “es lo mejor de nosotros dos”, comentó, refiriéndose a ella y al ex presidente Bill Clinton.
Mi entrevista no tuvo nada de exclusiva. Unos 40 periodistas la entrevistaron antes que yo, como parte de una maratónica gira para promover la venta del libro. Sin embargo, rápidamente cruzamos la frontera.
Estábamos en el norte –donde alguna vez estuvieron las torres gemelas- pero Hillary Clinton estaba pensando en el sur; en los niños centroamericanos, en las pandillas de Honduras, en los muertos por el narcotráfico en México y en el fin del embargo a Cuba.
¿Qué haría ella con los casi 60 mil niños centroamericanos que han llegado a Estados Unidos en los últimos 9 meses? “Bueno, algunos de ellos deben ser deportados”, me dijo. Pero ¿no significaría eso una sentencia de muerte para muchos de ellos? “No creo que se puede decir eso con absoluta seguridad”.
La ex Secretaria de Estado (2009-2013) propone dos categorías: una de “niños refugiados”, a quienes se les daría asilo y protección; y dos, de “niños migrantes”, a quienes se les deportaría pero luego de recibir un trato humanitario y generoso. Ella también está a favor de identificar a esos “niños refugiados” en Honduras, El Salvador y Guatemala antes de que viajen a Estados Unidos y corran el riesgo de coyotes, violaciones, secuestros, robos y hasta la muerte.
Clinton, contraria a muchos políticos norteamericanos, se atrevió a decir en un discurso en México que “el tráfico de drogas también es un problema de Estados Unidos.” ¿Por qué hay tantos asesinatos y violencia de los carteles de las drogas en México? “Por el mercado de las drogas en Estados Unidos”, afirmó, “y creo que es importante decir esto”.
Su esposo, Bill Clinton, nunca pudo ir a Cuba como presidente. Cuando intentó un acercamiento con Fidel Castro, le derribaron dos avionetas del grupo Hermanos al Rescate. Pero Hillary cree que ya es tiempo de un cambio.
El embargo contra Cuba “ha sido un fracaso”, me dijo, “y ha beneficiado a los Castro porque ellos culpan de todo al embargo”. El fin del embargo sería solo el primer paso. “Quisiera ver una normalización de las relaciones”, explicó, “y algún día me gustaría ir a Cuba. Algún día, sí”.
Esta mujer que se define como una “feminista” –“como alguien que cree en plenos derechos e igualdad entre mujeres y hombres”- es la principal interrogante de la política de Estados Unidos y del resto del mundo.
Una mujer –Hillary- en la Casa Blanca cambiaría muchas cosas. Y luego que nadie se diga sorprendido: el adelanto nos los está dando desde ahora.