Por Jorge RAMOS
Hay que cuestionar y confrontar a Trump; por la democracia, por los derechos de los inmigrantes y, sencillamente, para hacer buen periodismo.
Tras las críticas a la entrevista con Trump transmitida por Univision el 9 de noviembre -que ponían en duda la independencia del departamento de noticias, y que crearon malestar y desconcierto dentro de la sala de redacción- es preciso poner distancia ante lo que salió al aire y explicar cuál es mi punto de vista.
Empiezo con lo más básico. Trump nunca me hubiera dado una entrevista. El 25 de agosto del 2015 el candidato presidencial me expulsó con un guardaespaldas de una conferencia de prensa en Iowa, después de que intenté hacerle varias preguntas. “Lárgate a Univision”, me dijo. Yo había ido para cuestionarlo sobre sus declaraciones en que calificó de “violadores”, criminales y traficantes de drogas a los inmigrantes mexicanos.
Tras ese incidente, Trump me permitió regresar a la conferencia de prensa y hacerle varias preguntas. Lo confronté sobre sus intenciones de construir un muro en la frontera con México y deportar a millones de indocumentados. Le mencioné que muchos latinos lo despreciaban y que no ganaría el voto latino. (Y no lo ganó en el 2016 ni en el 2020.)
Nuestro trabajo como periodistas es cuestionar a los que tienen el poder. Para eso estamos. Es lo que hice en Iowa y lo que he hecho con Trump desde que anunció su primera candidatura presidencial.
En junio del 2021, en un evento en Texas, le pregunté a Trump si iba a reconocer que había perdido la elección presidencial del año anterior. “Ganamos la elección”, me respondió. Eso es lo que se conoce como la “gran mentira”. Los datos oficiales de la elección del 3 de noviembre del 2020 indican que Trump perdió el voto electoral y el voto popular. Trump perdió las demandas que interpuso en las cortes para retrasar o bloquear el triunfo legítimo de Joe Biden. Ha sido un mal perdedor.
Tiene 91 cargos en su contra por supuestos delitos, entre ellos conspirar contra el sistema democrático. En una grabación se escucha a Trump supuestamente solicitar 11 mil 780 votos al secretario de estado de Georgia para revertir el resultado de la elección. Y luego el 6 de enero del 2021 Trump le dijo a miles de sus seguidores “si ustedes no luchan como en el infierno, se van a quedar sin país”- ocurrió una violenta insurrección en el Capitolio.
Trump separó a miles de niños de sus familias en la frontera, ha hecho comentarios ofensivos contra migrantes, atacó la ciudadanía para los niños nacidos en EEUU de padres indocumentados, demandó en el 2015 a la empresa donde trabajo, ha puesto en duda la capacidad de personas -como el juez Gonzalo Curiel- por el hecho de ser latino.
No podemos normalizar un comportamiento que amenaza a la democracia y a la comunidad hispana, ni ofrecerle a Trump un micrófono abierto para que difunda falsedades y sus teorías de conspiración. Hay que cuestionar y verificar (fact-check) todo lo que hace y dice.
Es muy peligroso no confrontar a Trump. Es nuestra obligación moral enfrentarlo cada vez que existe una oportunidad periodística de hacerlo. No todos piensan igual y abro aquí el debate. Estoy convencido que los periodistas tenemos dos grandes responsabilidades: reportar la realidad tal y como es, no como quisiéramos que fuera; y cuestionar, exigir una rendición de cuentas a los que tienen el poder.
No debemos ser partidistas, estamos obligados a darle espacios a todos los candidatos para las elecciones del 5 de noviembre del 2024. Pero no podemos renunciar a nuestra responsabilidad de hacer preguntas duras y precisas. Para eso es el periodismo. Y estos principios se aplican a todos.
Hace poco escribí aquí una columna criticando a Joe Biden por romper su promesa de no construir ni un pie más de muro en la frontera con México durante su presidencia. Y cuando Barack Obama era presidente lo confronté en un foro comunitario por no cumplir una promesa de campaña. “Una promesa es una promesa”, le dije, luego que rompió su compromiso de presentar una reforma migratoria -que hubiera legalizado a millones- en su primer año de gobierno (y cuando los demócratas controlaban ambas cámaras del congreso y la Casa Blanca). Es decir, como puede apreciarse, las críticas van para ambos lados.