Opinión: El insulto favorito

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Es el insulto preferido por los racistas en Estados Unidos. Te gritan: “¡Regrésate a tu país!” (Go back to your country!) El presidente Donald Trump lo ha usado, al menos, en dos ocasiones. Una vez contra mí en agosto del 2015 y, recientemente, contra cuatro congresistas que representan a grupos minoritarios.

Una vez más, Trump está normalizando el odio. Si lo dice el presidente ¿por qué no lo van a repetir los que votaron por él?

​ El ataque de Trump contra las congresistas Alexandria Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib, Ayanna Pressley e Ilhan Omar fue, por supuesto, a través de Twitter. Escribió: “Regrésense y ayuden a arreglar el destruido lugar del que vinieron, que está infectado de crimen.” El odio escurre de cada una de esas palabras. El problema es que las cuatro congresistas son ciudadanas de Estados Unidos y solo una -Ilhan Omar- nació en otro país (Somalia).

​ En un país creado por inmigrantes, como Estados Unidos, el peor insulto es hacerte sentir que no perteneces a este lugar y que no eres bienvenido. Ese rechazo lo han sufrido todas las nuevas olas de recién llegados y todos los grupos minoritarios. En el 2017 había más de 44 millones de extranjeros viviendo en Estados Unidos, según el Pew Research Center. Y no me queda la menor duda que muchos de ellos han tenido que enfrentarse a una buena dosis de discriminación.

​El 25 de agosto del 2015 fui a Dubuque, Iowa, a una conferencia de prensa del entonces candidato presidencial, Donald Trump. Cuando le intenté hacer una pregunta sobre inmigración, Trump dijo que no me había dado la palabra y luego: “Go back to Univision” (Regrésate a Univision). Trump sabía perfectamente para quien trabajaba y no me quería ahí. Y recurrió al mismo lenguaje de los racistas.

​Lo más interesante, sin embargo, ocurrió después. Luego que su guardaespaldas me sacara del salón de la conferencia de prensa, uno de sus seguidores me apuntó con un dedo y me dijo: Get out of my country (Lárgate de mi país.) Solo segundos después de que su líder me había atacado, él se sintió envalentonado para decir algo similar. El odio es contagioso.

​Estos ataques verbales a mí y a las congresistas forman parte de una larga lista de expresiones racistas de Trump. Durante años sugirió que Barack Obama no había nacido en Estados Unidos, lanzó su campaña presidencial diciendo que los inmigrantes mexicanos eran criminales y “violadores”, alguna vez se refirió a Haiti y a naciones africanas como “países de m..rda”, y en una entrevista con CNN aseguró que el juez Gonzalo Curiel no podía realizar bien su trabajo debido a su origen mexicano.

​Trump, defendiéndose de las críticas, dijo en otro tuit: “No tengo un solo hueso racista en mi cuerpo”. No sabemos nada de sus huesos. Pero sí de las palabras que han salido de su boca y de los insultos que han sido tecleados por sus dedos.

​Son tantas las expresiones racistas de Trump -incluyendo su negativa a criticar a nacionalistas blancos que participaron en una protesta en Charlottesville en el 2017- que parecen ser parte de una estrategia para obtener apoyo y votos para la elección presidencial del 2020. Hay mucha gente preocupada y molesta de que la población blanca deje de ser mayoría en unos 25 años. Es lo que llaman en inglés white anxiety (angustia blanca) Y el mensaje de Trump es para ellos.

​No hay nada que le moleste más a un racista en Estados Unidos que un extranjero o una personas perteneciente a un grupo minoritario le diga que este es, también, “nuestro país”. Y lo es. Pero no deja de sorprenderme que un país tan generoso, históricamente, con los inmigrantes tenga a un presidente -hijo de madre extranjera- que insulte de una forma tan abierta e insensible a los que son distintos a él.

 

Posdata puertorriqueña. Qué gran lección nos han dado los puertorriqueños. Hicieron las cosas muy bien. Primero, identificaron perfectamente por qué no querían a su gobernador. Segundo, se unió toda la oposición, incluyendo artistas. Tercero, tumbaron a sus principales asesores, lo aislaron y no lo dejaron gobernar. Y cuarto, tomaron las calles y no se movieron de ahí hasta que se fue. Ha sido la protesta democrática más alegre y musical que he visto. Otros, estoy seguro, están tomando notas.

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