Opinión: El gobierno de los muertos

Esta es la mala noticia: el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ya es el más violento de la historia moderna del país.

Durante su gobierno se han registrado más homicidios dolosos que en las presidencias de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón. Y aún le queda poco más de dos años en el poder. Su estrategia de seguridad es un fracaso.

De hecho, desde la revolución y la guerra cristera no se habían reportado tantos asesinatos en un solo gobierno de la república. Y esta afirmación está basada en cifras oficiales.

No hay otros datos.

La información surge del propio gobierno de AMLO. Desde que el presidente tomó posesión el primero de diciembre del 2018 hasta el 31 de agosto del 2022 fueron asesinados 126 mil 206 mexicanos, según las cifras oficiales publicadas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. No podemos normalizar esta cifra. Detrás de cada asesinato hay un nombre, un apellido, una familia y una vida destruida.

Estos 126 mil 206 asesinatos durante el gobierno de López Obrador ya superan los 124 mil 478 homicidios dolosos durante el gobierno de Peña Nieto, según el mismo Sistema de Seguridad Pública. Y también son más que los 121 mil 683 asesinatos en la presidencia de Felipe Calderón, de acuerdo con el conteo del INEGI.

El presidente en varias ocasiones ha culpado a los dos gobiernos que le precedieron de crear las condiciones de la actual violencia en el país. Es posible. Y ha apuntado a una ligerísima baja en el porcentaje de homicidios dolosos. También es cierto. Pero se acabó el tiempo para dar excusas. Más de 30 millones de mexicanos votaron por él para encontrar una solución a los principales problemas del país. Y con la criminalidad no ha podido.

La violencia es, sin duda, el principal reto pendiente de este gobierno. AMLO ha fallado en su misión más importante; salvar la vida de decenas de miles de mexicanos. Hay que reconocer, por supuesto, que todos estos muertos no son crímenes de estado y que el menos contento con estas cifras es el propio presidente López Obrador. Pero si su trabajo era pacificar al país, no ha podido con la chamba.

En la mañanera del jueves -donde le agradecí al presidente la oportunidad de preguntar con total libertad- le pedí que rectificara su estrategia. Pero no quiso. “No vamos a cambiar la estrategia porque nos está dando resultados”, me dijo.

Si algo ha fallado por tanto tiempo ¿por qué insistir en lo mismo? Lo que ha hecho hasta ahora -la militarización del país, el paso de la Guardia Nacional a control del ejército, la política de “abrazos, no balazos” y tratar de concentrarse en las causas de la violencia- no ha funcionado.

Las cifras y proyecciones sugieren un futuro muy sangriento.

En agosto de este 2022 asesinaron a 2 mil 624 personas. De seguir así en los 25 meses que le quedan de gobierno, habría que sumar otros 65 mil 600 asesinatos a los 126 mil 206 que ya se reportaron. Es decir, si las cosas no cambian y rápido, el gobierno de López Obrador podría terminar el primero de octubre del 2024 -la nueva fecha de entrega de gobierno- con más de 191 mil muertos. Ese sería su terrible legado.

Esta proyección fatalista -191 mil muertos en un sexenio- debería poner a todos a correr y generar un sentido de urgencia. Pero no lo veo. Como en un cuento de Juan Rulfo, muchos en el pueblo se han acostumbrado a convivir con la muerte.

Las reuniones a las seis de la mañana con todo el gabinete de seguridad han sido insuficientes y poco productivas. Reunirse mucho y al amanecer no garantiza resultados positivos. Por más que AMLO diga que “vamos bien”, muchos mexicanos saben que eso no es cierto.

El 68 por ciento de los encuestados recientemente por el diario Reforma asegura que la violencia ha aumentado; solo un 10 por ciento contestó que ha disminuido. Y sobre la presencia del crimen organizado, la respuesta es similar: 63 por ciento cree que ha aumentado y únicamente el 9 por ciento considera que ha disminuido.

Los datos son los datos. Por más que AMLO pretenda dar una imagen positiva de la realidad en sus mañaneras, la calle está muy dura. Cada día matan a 84 mexicanos, en promedio, basándonos en las cifras de agosto pasado.

Pero no solo quiero apuntar lo que está mal.

Mi propuesta es la realización de una convención nacional contra la violencia con participación de expertos mexicanos y extranjeros. (El Sistema Universitario Jesuita también ha hecho una serie de propuestas muy valiosas.) Hay que analizar a fondo el problema y proponer varias soluciones, a nivel local y federal. Pero eso requiere el compromiso del presidente de, al menos, considerar las propuestas que de ahí salgan. Es, simplemente, por el bien de todo México. Es una emergencia nacional. Es para no llegar a los 191 mil muertos.

Mientras tanto, el gobierno de AMLO ya es el más violento de nuestra época. Esta no es, por supuesto, la manera en que el presidente quería pasar a la historia. Pero el suyo, en parte, será recordado como el gobierno de los muertos.

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