Por Jorge RAMOS
Eran poco después de las 10 de la noche del lunes cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se volvió a lanzar contra los inmigrantes.
Y apenas habían pasado las siete de la mañana del miércoles cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en su diaria conferencia de prensa atacó como nunca antes a los periodistas que lo critican. ¿Qué tienen en común Trump y AMLO?
Que en medio de una pandemia con devastadoras consecuencias planetarias, y en la peor crisis de sus presidencias, ambos decidieron atacar al enemigo equivocado. Los inmigrantes y los periodistas, respectivamente, no son el rival a vencer en Estados Unidos y México. Y los dos líderes se equivocan distrayendo la atención de sus países cuando toda su energía debería estar concentrada en combatir el mortal virus y sus terribles efectos económicos.
Empecemos con Trump.
“En vista al ataque del Enemigo Invisible, y para proteger los trabajos de nuestros GRANDES Ciudadanos Estadounidenses”, escribió el presidente en Twitter (la plataforma donde tiene más de 78 millones de seguidores), “firmaré una orden ejecutiva para suspender temporalmente la inmigración a Estados Unidos”. Todo parecía indicar que Trump por fin se saldría con la suya y, usando la excusa de la pandemia, lograría cerrar todas las fronteras a los extranjeros.
Trump nunca ha ocultado sus prejuicios antiinmigrantes. Basta recordar que en junio del 2015, cuando lanzó su campaña presidencial, llamó criminales y “violadores” a los inmigrantes mexicanos. Le dice “ilegales” a los indocumentados. Y ha hecho todo lo posible por construir un nuevo muro en la frontera con México.
Tras unas horas de sueño, la amenaza de “suspender la inmigración” a Estados Unidos se convirtió en una bravuconada que afectará por 60 días a unos 100 mil extranjeros que esperan su green card o tarjeta de residencia. Y eso no tendrá ningún efecto significativo en contra del desempleo.
¿Por qué Trump decidió atacar a los inmigrantes en este momento? Porque él cree que le conviene para su reelección en noviembre. Es un simple gesto simbólico frente a sus votantes potenciales. Además, las embajadas estadounidenses están cerradas y no están procesando ninguna solicitud. Pero sí distrae sobre sus terribles decisiones para enfrentar el coronavirus. Más de 50 mil estadounidenses han muerto por esta enfermedad. Trump se tardó seis semanas en declarar un estado de emergencia desde que se detectó el primer contagio (el 21 de enero) y únicamente el 44 por ciento de los estadounidenses apoya su manejo de la crisis, según una encuesta de AP.
No solo Trump. El presidente de México también se ha inventado un enemigo.
Andrés Manuel López Obrador tiene tantos problemas reales -la pandemia, la violencia, la lucha contra la corrupción, el nulo crecimiento económico, la pobreza y la enorme desigualdad social- que no tiene sentido crearse otro. Los periodistas no somos sus enemigos. Pero parecería que para él sí lo somos.
En una larga intervención durante una reciente conferencia de prensa, se quejó amargamente de los periodistas y columnistas que critican a su gobierno. Antes, explicó, no eran así. Venían de una gran tradición periodística pero “la mayoría se echó a perder”. Y luego sacó su frase más afilada e injusta: “No hay en México un periodismo profesional e independiente. ¿Ético? Están muy lejos de eso”.
No entiendo por qué en medio de la pandemia, con miles de contagiados y cientos de muertos, AMLO la agarra contra la prensa. No es el momento de distraer la atención. Esta es la peor crisis que enfrentará en su sexenio y en su vida. Pero ya que en una democracia se vale responderle al presidente y no estar de acuerdo con él, se me ocurrió escribirle esto:
Señor presidente, muchos de los que ahora lo criticamos somos los mismos que antes denunciamos y atacamos puntualmente al expresidente Enrique Peña Nieto y a los gobiernos que le precedieron. (En mis columnas llamé a Peña Nieto “el peor presidente de México” y a Felipe Calderón “el presidente de los muertos”.) Entiendo que en un momento dado usted y nosotros estuvimos del mismo lado. Pero nosotros los reporteros no hemos cambiado de lugar; el que cambió fue usted. Nosotros seguimos siendo contrapoder y usted ahora es el poder. Por eso lo vigilamos y criticamos. Y lo seguiremos haciendo.
Los periodistas independientes no formamos parte de ninguna conspiración; usted ganó legítimamente la presidencia y debe terminar todos y cada uno de sus seis años. No somos golpistas, conservadores ni fifís. Yo también quiero que le vaya bien a México. Pero no lo vamos a alabar ni a aplaudir en sus “mañaneras”. Ese no es nuestro trabajo.
Hay muchas cosas que no están bien en México; nuestra obligación como reporteros es denunciarlas y presionarlo a usted para que tome responsabilidad. Le doy dos ejemplos:
1) Marzo fue el mes más violento de toda su presidencia con 3 mil homicidios dolosos, según cifras de su mismo gobierno. Esa no es una tendencia a la baja. Ni la pandemia ni el distanciamiento social ayudaron a reducir esos números. Desde que usted llegó al poder en diciembre del 2018 han asesinado a 46 mil 085 mexicanos. La situación, claramente, no está bajo control. La principal obligación de todo mandatario es que no maten a su gente. Eso no es pedir mucho.
2) Su conducta personal en varias ocasiones ha ido en contra de las recomendaciones de los expertos para controlar el coronavirus. A pesar de que la Organización Mundial de la Salud declaró una pandemia el 11 de marzo y pidió “medidas agresivas y urgentes”, usted le dijo a los mexicanos en un video desde Oaxaca el 22 de marzo que “si tienen posibilidad sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes y fondas… para fortalecer la economía popular”.
Se perdieron semanas de preparación. Anteriormente, y a pesar de las múltiples advertencias de los doctores, usted besó a una niña en público, realizó eventos masivos e incluso en una conferencia de prensa dijo: “hay que abrazarse, no pasa nada”. ¡Sí pasa! Miles de mexicanos se han contagiado de coronavirus desde que usted hizo esas declaraciones. Y nuestro trabajo también consiste en destacar cuando un presidente no hace lo que dicen los científicos y da un mal ejemplo a la gente.
Esto no es personal. Si a usted le va bien, a México le irá bien. Pero su trabajo es dirigir el país y el nuestro es reportar la realidad con veracidad y cuestionar a la autoridad. Son dos funciones que muchas veces se contraponen. Y así está bien.
En el pasado usted y yo tuvimos varias entrevistas. Nunca se quejó. Como siempre, yo hacía mis preguntas impertinentes y usted -como siempre también- contestaba a su gusto. De mi parte, nada ha cambiado.
Antes de terminar solo quiero decir que este no es el momento de peleas. Y mucho menos con enemigos imaginarios. México y Estados Unidos necesitan de todos para vencer la pandemia. Hoy no hay nada más importante.