Por Jorge Ramos
Ciudad de México. Estados Unidos no va a abrirle la frontera a los mexicanos y el presidente Joe Biden tampoco va a visitar México a finales de septiembre, como quería el gobierno mexicano.
Estados Unidos seguirá deportando rápidamente a inmigrantes con la excusa del covid -usando el llamado Title 42- y el programa Quédate en México mantendrá a los refugiados sin la posibilidad de solicitar una visa en Estados Unidos. Mientras tanto México continúa reprimiendo y deteniendo a migrantes que, por decenas de miles, cruzan ilegalmente cada mes a Estados Unidos. Y a pesar de todo esto, el nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, está optimista. Y canta. El cree que se puede crear una nueva era de cooperación desde Canadá hasta Centroamérica.
Llegó a su primera entrevista de televisión como embajador, en inglés o en español, con sombrero blanco, botas guindas, corbata y lentes. Ese es su atuendo típico. Lo conozco desde que fue senador federal por el estado de Colorado -cuando apenas había dos senadores hispanos- y luego como secretario del interior durante el gobierno de Barack Obama. Vino con su esposa, dos hijas y una de sus nietas. Y conversamos en los dos idiomas en el jardín de su residencia oficial en Las Lomas de Chapultepec.
Me dijo que no hay fecha para reabrir la frontera con México. “La decisión se va a tomar con la ciencia y (considerando) el cuidado de la salud de nuestra gente”, aseguró. Pero su plan va mucho más allá de la frontera. “El presidente Biden quiere un sistema de migración que trabaje para la región: México, Estados Unidos, Canadá y Centroamérica. Y en eso estamos. Estamos buscando soluciones que se han requerido por muchos años”.
Muchas de las políticas antiinmigrantes impuestas durante el gobierno de Donald Trump -como el Title 42 y el programa Quédate En México- siguen todavía en vigencia, ocho meses después de la toma de posesión de Biden. ¿Le molesta que comparen a Biden con Trump? “La comparación no tiene lugar”, me dijo el nuevo embajador. “Joe Biden tiene un corazón latino; él sabe lo que es ser una persona que no tiene mucho dinero, él sabe lo que es sufrir… El sabe que el futuro requiere de la integración. En eso estamos trabajando”.
Pero esa nueva integración ha puesto a México en el papel de represor. La Guardia Nacional de México, agentes del Instituto Nacional de Migración y soldados se han convertido, últimamente y en la práctica, en la patrulla fronteriza de Estados Unidos bloqueando el paso a miles de latinoamericanos y haitianos. ¿Están ustedes presionando al presidente Andrés Manuel López Obrador para que México se convierta en el muro de Estados Unidos? le pregunté. “La realidad es que debemos tener control sobre las fronteras de nuestros países”, contestó. “Tenemos que colaborar con el gobierno mexicano”.
Ante las críticas de que México le estaba haciendo el trabajo sucio a Estados Unidos en la frontera, López Obrador dijo hace poco en la mañanera que su país “no era pelele” de su vecino del norte. (No hay traducción exacta de “pelele” al inglés. El diccionario dice que es “dummy” pero eso se traduce más como tonto.) Independientemente de la traducción, el embajador estuvo de acuerdo con AMLO. “Por supuesto, México tiene su soberanía y la protege. Eso es ser mexicano. Y en esa soberanía hay muchas cosas en que podemos trabajar juntos”.
Cuba no es una de ellas. El presidente mexicano invitó al brutal dictador cubano Miguel Díaz-Canel a las recientes ceremonias por la independencia de México. Díaz-Canel es responsable de la terrible represión a las protestas de julio en Cuba exigiendo más democracia y libertad. ¿Esa invitación fue un desafío para Estados Unidos? “México tiene su soberanía”, me contestó. “Los intereses de Estados Unidos no son los mismos intereses que los de él. Pero tenemos que enfocarnos en las grandes cosas en que sí podemos tener acuerdos. Y creo que hay muchísimas”.
Como en la lucha contra el tráfico de armas y drogas.
¿Tiene Estados Unidos parte de la culpa por la violencia en México? En México matan en promedio a casi 100 personas por día. Muchas de las armas que utilizan los narcocarteles vienen del norte y Estados Unidos es un gigantesco mercado de consumidores de drogas que vienen del sur. “No tenemos que decir de quién es la culpa”, me comentó el embajador. “La realidad es que las drogas que se consumen en Estados Unidos son parte de un problema que tenemos (todos). Las pistolas y (rifles) que llegan aquí son parte del problema. Entonces, lo que se requiere es que trabajemos -el gobierno de México y Estados Unidos- para solucionar el problema de la inseguridad”.
El periodista Alan Riding alguna vez definió la relación entre México y Estados Unidos como de “vecinos distantes”. Salazar no lo ve así, mientras recuerda a los más de 60 millones de latinos que viven en Estados Unidos. “Yo lo veo como un pueblo”, me dijo. “Dos naciones pero un pueblo. Tenemos las mismas raíces. La frontera (creada en 1848) nos separó. Pero no separó el espíritu y los valores que tenemos de familia, de fe, de cultura. Entonces, lo que tenemos que hacer es unirnos más”.
El entusiasmo y el deseo de cambio de Salazar, de 66 años de edad, es genuino. Y sabe que no tiene mucho tiempo para dar soluciones.
La frontera se desborda. En julio pasado casi 200 mil personas cruzaron ilegalmente a Estados Unidos, más que en las últimas dos décadas. ¿Es esa la nueva normalidad? “No”, me dijo, saltando al inglés. “Y digo que no porque hay cosas que podemos hacer a corto y a largo plazo.” El embajador coincide con el presidente de México en que es necesario atacar lo antes posible las causas de la migración e invertir fuertemente en Centroamérica. El cree que hay que enfrentar el problema de la migración de una forma “holística”.
Al terminar la entrevista invité al embajador a caminar por la calle del Paseo de la Reforma y no lo dudó ni un segundo. Ante los ojos vigilantes de su equipo de seguridad -algo nuevo para alguien que se siente más a gusto en la libertad de su rancho de Colorado- me contó cómo la frontera cruzó a la familia Salazar; antes de la guerra de 1848 vivían en territorio mexicano y después en el estadounidense. Y por eso él se define como “mexicoamericano”. Es decir, la integración (incluso de opuestos o antiguos enemigos) es para él algo natural. Familiar.
Al despedirme, le comenté la grata sorpresa de muchos al escucharlo citar a su llegada al país una canción de Jorge Negrete. Y sin más, tocando la punta de su sombrero, se puso a cantarla: “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”.Me fui pensando que pocas cosas pueden desinflar el entusiasmo de un embajador que canta y que llegó en el momento en que más lo necesitan.