Opinión: El costo de prometer mucho (Y luego no cumplir)

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Por Jorge Ramos

Estamos tan acostumbrados a escuchar a políticos prometer mil cosas y luego no cumplir, que ya es normal suponer que lo hacen por costumbre, por malicia y porque saben que, a la larga, pocos se acordarán de lo que prometieron.

O que culparán a la oposición por obstaculizar sus buenas intenciones. El argumento va, más o menos, así: yo traté de cumplir pero no me dejaron, las circunstancias cambiaron o ya se les olvidó.

Los candidatos a cualquier puesto son, particularmente, adeptos a prometer mucho y luego no cumplir. Es fácil decir que hay que cambiar las cosas cuando le toca a otro hacerlo. Pero una vez en el puesto, esas promesas de campaña van desapareciendo, una tras otra.

Estoy seguro que ustedes pueden recordar a un montón de políticos latinoamericanos y estadounidenses que han prometido el sol y la luna y, por supuesto, no cumplieron nada. En México, de donde vengo, tuvimos un presidente -José López Portillo- que prometió en 1981 “defender el peso como un perro”. La frase se hizo famosa. Pero por supuesto que no defendió la moneda nacional, hubo una terrible crisis económica, y muchos mexicanos (yo incluido) nos fuimos del país poco después.

 Les cuento esto a unos días de las elecciones en Estados Unidos. Le llaman “intermedias” pero en realidad se ganan con las bases partidistas y en los extremos. Ya nadie gana elecciones buscando el centro. Están en juego los 435 puestos de la cámara de representantes, una tercera parte del senado, y hay todo tipo de elecciones -incluyendo de gobernador- en varios estados.

La historia, que es muy terca, nos indica que el partido del presidente en turno suele perder votos y poder en las elecciones intermedias. Las últimas encuestas que vi -del confiable sitio www.fivethirtyeight.com- pronostican que el partido Demócrata va a perder el control de la cámara de representantes y, quizás, del senado también.

Si eso pasa, olvídense de una reforma migratoria para legalizar a los más de 10 millones de indocumentados en Estados Unidos. Los Republicanos no están dispuestos a moverse a menos que se garantice la seguridad en la frontera. Y eso es imposible. La frontera entre México y Estados Unidos es porosa por historia y naturaleza. Nunca será impenetrable. Ni muros, desiertos, un gran río y miles de agentes fronterizos pueden detener a alguien que busca un futuro mejor del otro lado. Y ahí están los refugiados cubanos y los venezolanos para probarlo.

Quien nos hizo a los latinos una gran promesa migratoria fue el Demócrata, Barack Obama. Cuando aún era candidato en el 2008 prometió que “tendremos en el primer año (de mi presidencia) una propuesta migratoria que yo pueda apoyar con fuerza”. ¿En el primer año? le volví a preguntar. “En el primer año”, contestó. Pero no cumplió (a pesar de que el partido Demócrata tenía supermayoría para pasar cualquier ley en ambas cámaras del congreso de enero a agosto del 2009.)

En el 2016 la candidata Hillary Clinton prometió que presentaría al congreso una legalización de indocumentados con camino a la ciudadanía en sus primeros 100 días en la Casa Blanca. Pero Donald Trump le ganó. Luego Joe Biden prometió enviar al congreso una reforma migratoria en su primer día como presidente. Y lo hizo el 20 de enero del 2021. El problema es que Biden nunca contó con los votos necesarios para aprobar su propuesta. Y todo quedó en el aire.

Tres promesas. Tres desilusiones.

Los hispanos recuerdan perfectamente las promesas migratorias de Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden. Y cómo fueron utilizadas para atraer el voto latino. También saben que, por distintas razones, nunca se cumplieron. Entre muchos miembros de nuestra comunidad hay una enorme frustración y cansancio por esas promesas incumplidas. Desde 1986 -cuando el Republicano, Ronald Reagan, aprobó la última reforma migratoria- estamos escuchando lo mismo. Y ya no queremos más promesas vacías.

“Quiero decir que los hispanos han entendido que los Demócratas han jugado con ellos durante 30 años, y esa es la verdad”, me dijo la congresista Republicana, María Elvira Salazar. Y después de lo prometido por Obama en el 2008 “todo han sido promesas falsas.” (La congresista de origen cubanoamericano tiene su propia propuesta migratoria llamada Plan Dignidad.)

Los Demócratas “siempre usan este tema, en cada elección, para obtener el voto latino”, me dijo en una entrevista la congresista Republicana, Mayra Flores, quien hace poco ganó su puesto en un distrito de Texas dominado por Demócratas durante más de 100 años y que ahora busca la reelección. “Ellos tienen la mayoría (en la cámara de representantes), también en el senado y tienen al presidente; y sin embargo no han podido hacer nada.”

El senador Demócrata, Alex Padilla, no coincide con las dos congresistas Republicanas. El senado está dividido por la mitad: con 50 senadores Demócratas y 50 Republicanos. Y la realidad es que hoy en el senado no existen los 60 votos necesarios para iniciar el debate sobre la reforma migratoria. Los Demócratas necesitan “la cooperación de suficientes Republicanos en el senado (10 votos más), y todavía no lo hemos logrado”, me explicó el senador de California. “Los Republicanos que me dicen que están de acuerdo en privado”, no lo dicen en público.

Y en esas estamos. No pasa nada.

Entiendo que hay otros temas más importantes que inmigración en estas elecciones del 8 de noviembre. La economía, la inflación y los trabajos bien remunerados aparecen por arriba en casi todas las encuestas. También está la enorme preocupación por el futuro de la democracia en Estados Unidos y el acceso a un aborto seguro. Pero el tema migratorio está muy presente entre los latinos, es algo muy cercano al corazón, y todos somos inmigrantes o conocemos a alguien que lo es. Y si los Demócratas han prometido tanto, por tanto tiempo, en un tema tan importante y significativo, y no han cumplido, la paciencia de los hispanos se agota y piden urgentemente resultados. Es posible que mucho voten por el otro partido.

Todos, al final, se cansan. Quien mucho promete…

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