Opinión: El angel del mar

Roma, Italia. Esta es la historia de cómo una sola persona con un celular puede salvar muchas vidas.

Este año más de 4,650 personas han muerto tratando de llegar de Africa a Europa, según la Organización Internacional para la Migración. El Mediterráneo es el cruce ilegal más peligroso del mundo. Este año ya han muerto unas mil personas más que en el 2015. Y las cosas no parecen mejorar.

Los barcos cargados de inmigrantes salen, generalmente, de las costas de Libia, Túnez y Argelia para tratar de llegar a Italia o Grecia. Una cuarta parte de los refugiados viene huyendo de Siria. El resto proviene de Afganistán, Irak, Sudán, Nigeria, Eritrea y otros países africanos y del medio oriente. La mayoría son hombres (55%) pero el 27 por ciento son niños.

Hay barcos que, sencillamente, no llegan y todos sus pasajeros se ahogan. Otros se quedan sin gasolina, se pierden o van a la deriva. Y ese es el momento de llamar al padre Mussie Zerai, un sacerdote católico que huyó de adolescente del régimen militar de Eritrea y que divide su tiempo entre Italia y Suiza.

Un día en el 2003 el padre Zerai le dió su teléfono a un periodista que visitaba a un grupo de refugiados de Eritrea y Etiopía en un centro de detención en Libia. Ahí el periodista escribió el número telefónico del padre en una pared del centro de detención con el siguiente mensaje: “En caso de emergencia, llama a este número.”

Las emergencias son frecuentes. Cuando el padre Zerai recibe una llamada, toma todos los datos sobre el barco, incluyendo el número de personas que lleva, trata de conseguir las coordenadas del teléfono satelital que usan los refugiados y luego le da la información a la guardia costera italiana y a organizaciones de rescate. El resultado son cientos, quizás miles, de vidas salvadas.

Solo este año más de 345 mil personas han llegado como refugiados a Europa y esa corriente no parece tener fin. Las guerras en Irak, Afganistán, Libia y Siria -y la pobreza, el caos y los regímenes autoritarios en varios países africanos- indican, claramente, que cientos de miles de inmigrantes seguirán llegando a Europa en los próximos años. La pregunta es ¿qué hacer con ellos?

El padre Zerai tiene la respuesta: hay que ayudarlos. “La alternativa”, me dijo en una entrevista, “es luchar contra los traficantes (de personas) y al mismo tiempo tener canales de inmigración legal.” Esto implica un corredor humanitario para los que huyen de la guerra y la pobreza, programas de asentamiento en terceros países, visas humanitarias y acuerdos bilaterales entre países que expulsan gente y los que los reciben.

Pero el ambiente político en Europa no es propicio para este tipo de soluciones. 

Al igual que en Estados Unidos, en Europa hay un fuerte movimiento anti-inmigrante. 

A pesar de que Alemania, por ejemplo, recibió más de un millón de refugiados en el 2015, en otros países se han cerrado las puertas totalmente y, como Donald Trump, proponen muros y cárcel a los recién llegados. 

Pero con ese plan los únicos que ganan son los traficantes de personas. “Mientras más restrictivas sean las políticas migratorias en Europa”, me dijo el padre Zerai, “más negocio para los traficantes de humanos.”

El religioso calcula que los traficantes ganan más de mil millones de dólares al año llevando inmigrantes ilegalmente de Africa a Europa. Muchos de los inmigrantes corren el riesgo de ser usados en el tráfico de órganos y las mujeres podrían ser vendidas a bandas criminales para explotarlas sexualmente. 

Sería fácil e injusto criticar a los inmigrantes por tratar de irse a un país que no es el suyo. Pero, como dice el padre Zerai, lo único que están buscando es una vida digna para ellos y sus hijos. Y una vida digna comienza con el simple hecho de sobrevivir en otro país.

 

La verdad, no hay una solución fácil y a corto plazo para esta crisis humanitaria. Una vez que pase el invierno y las aguas del Mediterráneo se calienten de nuevo, volveremos a escuchar de tragedias masivas en el mar. Pero lo que no escucharemos en las noticias es sobre los inmigrantes que, gracias a una llamada al padre Zerai, salvaron la vida. Por eso le llaman el ángel del mar.

 

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