Por Jorge RAMOS
El primer año de Andrés Manuel López Obrador como presidente fue el más violento en la historia moderna de México. Algo no está funcionando bien y, claramente, las posibles soluciones no han dado resultado.
Mueren y desaparecen mexicanos como si México fuera una zona de guerra. Los feminicidios están fuera de control. Y a veces no pareciera existir ningún sentido de urgencia para enfrentar esta crisis. “No me quita el sueño ningún problema”, dijo AMLO recientemente.
Bueno, este problema debería quitarle el sueño o, al menos, darle pesadillas.
Del primero de diciembre del 2018 al 30 de noviembre del 2019 fueron asesinados 34,579 mexicanos, según cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública del gobierno de México. Es el año más sangriento desde el fin de la revolución y la guerra cristera (1926-1929).
Esta cifra es superior a los 33,743 homicidios dolosos que se registraron en el 2018 (bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto hasta noviembre y ya a partir de diciembre con López Obrador) y de los 27,213 asesinatos que ocurrieron en el 2011, el año más mortífero de Felipe Calderón en la presidencia.
Ningún año en las presidencias de Peña Nieto, Calderón, Fox, Zedillo, Salinas o cualquier otro mandatario en casi un siglo fue tan violento como el primero de AMLO en el gobierno, según datos del INEGI. Esa es la realidad basada en cifras del mismo gobierno de AMLO. No hay otras.
Ahora, hay dos preguntas: una ¿de quién es la culpa tanta violencia? Y dos ¿de quién es la responsabilidad de encontrar una solución y dar resultados?
La escalada de violencia se da a principios del sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) cuando se declara la guerra contra el narco. El reciente arresto en Dallas de Genaro García Luna, ex secretario de seguridad pública durante el gobierno de Calderón, acusado de supuestamente recibir sobornos millonarios de narcotraficantes, indica que este no es un problema nuevo. Lo llevamos arrastrando por más de una década.
Nadie culpa a AMLO del terrible legado de violencia que le dejaron. Pero ¿de quién es la responsabilidad de encontrar una solución? La respuesta inequívoca es: del gobierno de López Obrador. Para eso, entre otras cosas, lo eligieron 30 millones de mexicanos; para encontrar soluciones a sus problemas. En todas las elecciones del planeta se escogen líderes para resolver los asuntos pendientes. Y el 22 de agosto pasado, AMLO tomó absoluta responsabilidad del tema de la violencia al decir: “No quiero seguir responsabilizando a la administración pasada y a los de antes de esa administración.”
Pero poco ha cambiado. En la conferencia de prensa del 5 de noviembre, AMLO dijo: “Ya tenemos resultados; ya se ha podido detener la escalada de violencia.” Aunque se haya reducido la tendencia a la alza, tener más de 34 mil muertos no se puede considerar un éxito en ningún país. Y AMLO no quiere cambiar o ajustar su estrategia de seguridad.
Tres días después, en la “mañanera” del 8 de noviembre, insistió: “Ahí vamos avanzando…hay capacidad”. Pero su gabinete de seguridad a veces no sabe qué hacer, como quedó demostrado con la reciente liberación del hijo del Chapo en Culiacán. AMLO se rehúsa a despedir a funcionarios que no funcionan.
Y el 13 de diciembre, AMLO dijo: “No hay en el mundo un presidente o un primer ministro que atienda el problema de la inseguridad y de la violencia como lo hacemos nosotros. De lunes a viernes de 6 a 7 de la mañana”. Pero aquí está confundiendo horas de trabajo con resultados. De lo que se trata es de ser efectivo.
Estamos de acuerdo: este problema no lo creó AMLO. Pero su estrategia a largo plazo -más inversión social para enfrentar las causas de la violencia- y a corto plazo -la Guardia Nacional- es insuficiente.
Esta semana asistí a otra de las “mañaneras” de López Obrador. (Tengo que reconocer que el acceso de los periodistas al presidente es inusitado; en ningún otro país del mundo el presidente da una conferencia de prensa diaria.) Y le pregunté cuándo habría resultados. “Este año”, prometió. (Aquí lo pueden ver https://bit.ly/2R0XATu)
Nadie quiere que le vaya mal al presidente. Pero hasta el momento solo vemos muertos, secuestrados y desaparecidos.