El presidente de México ha fallado en su principal obligación: proteger la vida de los mexicanos frente al crimen y la pandemia. Por eso nos toca cuestionarlo a los periodistas.
AMLO habla mucho. Ha realizado más de 600 conferencias de prensa en menos de tres años y sus palabras en la “mañanera” se reproducen muchísimo más que la de los presidentes que le precedieron debido a las “benditas redes sociales”. Domina así la agenda del país y no hay un líder opositor con la misma presencia mediática. Y ante tanto poder nos toca a los periodistas obligarlo a rendir cuentas.
La principal función social del periodista -además de reportar la realidad de manera justa y fidedigna- es cuestionar a los que tienen el poder. Para eso sirve el periodismo.
Cuando participé en la mañanera el lunes pasado le dije al presidente que la labor de los periodistas independientes era ser contrapoder. Y que eso significaba confrontarlo a él como lo hicimos con los presidentes anteriores. No estoy seguro que le gustó lo que le dije. Pero me dio la palabra abiertamente, pude preguntar con absoluta libertad, nadie pidió mis preguntas por adelantado y no existió después ningún intento de censura.
AMLO es un presidente elegido legítimamente por más de 30 millones de votantes y deberá gobernar todos y cada uno de los días de su sexenio. Ni uno menos y ni uno más. Ya ha dicho en varias ocasiones que entregará el poder, como establece la ley, el 30 de septiembre del 2024. Pero el hecho de que sea el presidente legítimo no significa necesariamente que sea un líder efectivo y que los periodistas no podamos poner en duda la información que da.
El problema es que AMLO sigue la tradición del viejo presidencialismo mexicano con su gran balcón y utiliza las mañaneras para hacer propaganda oficial, para apabullar las ideas que no coinciden con las suyas y para denostar a sus críticos. Como ejemplo ahí está su nueva sección de “Quién es quién en las mentiras”.
Pero así como él lo hace, también nos toca a los periodistas resaltar sus errores e imprecisiones. El punto débil de AMLO son sus muertos y su incapacidad de proteger la vida de miles de mexicanos. Y sobre eso le fui a preguntar en la mañanera.
El gobierno de López Obrador está en camino a convertirse en el más violento de la historia moderna de México, con más de 86 mil homicidios dolosos desde que llegó a la presidencia. Estas son cifras oficiales y no hay resultados, le dije. Y fuera de la burbuja del Palacio Nacional no hay la “paz y tranquilidad” que tanto pregona. Están asesinando a casi 100 mexicanos diariamente. Esto es un fracaso de su política de “abrazos, no balazos”.
En diciembre del 2018 (su primer mes como presidente) hubo 2 mil 892 homicidios dolosos y en mayo del 2021 hubo 2 mil 963. “No hay cambio”, le dije. Pero él insiste en que sí hay. “Hemos avanzado, ahora yo tengo otros datos”, respondió.
Cuando le dije que yo había sacado los datos de su propio gobierno -del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública- me dijo: “Creo que te dieron mal las cifras, yo tengo otros datos”. No es la primera vez que me da una respuesta así.
Tampoco nos pusimos de acuerdo sobre el inefectivo manejo de la pandemia. La mala estrategia ha costado muchas vidas. México es cuarto país del mundo con más muertos por el coronavirus, según la Universidad Johns Hopkins, a pesar de ser el décimo de más población. El presidente me dijo que estaba desinformado y presentó una gráfica en que México aparecía en el lugar 19 del mundo por muertes de covid divididas por millón de habitantes. Más allá de las diferencias estadísticas ¿cómo puede decir que “vamos bien” cuando hay 229 mil muertos y, seguramente, muchos más?
A pesar de que no coincidimos en muchas cosas, agradezco la oportunidad de debatir y dialogar con el presidente. Es difícil encontrar otro país en el mundo donde haya un ejercicio periodístico similar. Y no entiendo porqué los periodistas que critican al gobierno no se paran temprano para enfrentarlo en persona.
Para que la democracia esté viva hay que cuestionar a AMLO y a todos los que tienen un pedazo de poder. Los periodistas no debemos cederle a AMLO el espacio de la mañanera. Aunque sea incómodo. Ya he ido tres veces y espero regresar pronto.