Por Jorge Ramos
¿Cómo cuestionas al presidente? En México, de frente.
Si algo ha cambiado el presidente Andrés Manuel López Obrador en el país es que da la cara. AMLO, como lo conocen, es el único presidente del mundo que realiza una conferencia de prensa diaria. Y ahí, por más de una hora, responde preguntas de periodistas -sin ningún tipo de censura o restricción- e impone su agenda en el ciclo noticioso del día.
Por eso fui a “la mañanera”. Para mí es difícil de entender cómo otros periodistas en México, particularmente los que critican a AMLO, no aprovechan esa oportunidad. Esto hubiera sido impensable con cualquier otro presidente mexicano. Solo basta ir.
Creo que el problema más grave de México es que siguen asesinando a muchísima gente. Más de 128 mil personas murieron en el gobierno de Enrique Peña Nieto y 104 mil en el de Felipe Calderón. Así que hice mi tarea. Busqué los datos oficiales -del propio gobierno de AMLO- y me di cuenta que el 2019 podría convertirse en el año más violento en la historia moderna de México. Y con esos datos -8,524 mexicanos asesinados en diciembre, enero y febrero- me fui a la conferencia de prensa.
Nunca deja de impresionar la majestuosidad del Palacio Nacional y, en esa mañana, el acceso de decenas de periodistas y camarógrafos al presidente. Es algo verdaderamente inusual. Levanté la mano, llegó mi turno y pregunté. ¿Qué va a hacer a corto plazo para detener los asesinatos?
“Hemos controlado la situación, según nuestros datos”, me dijo el presidente. “Los datos que yo tengo dicen otra cosa”, le contesté. “No están controlando. Al contrario, siguen muriendo muchos mexicanos.” Este es el verdadero debate. El presidente y su Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, aseguran que los homicidios dolosos van a la baja. Ojalá. Las cifras -sus cifras- pintan un año sangriento.
Aclaración: no podemos culpar a AMLO de la terrible situación de criminalidad que le dejaron los dos gobiernos anteriores. Pero tampoco podemos aceptar la versión oficial de que ya hay resultados y que las cosas están mejorando. ¿O habrá que esperar años a que entre en funcionamiento la Guardia Nacional?
Ese es el problema de fondo. El más importante. Por eso me tomó por sorpresa que el debate político y en redes sociales se centrara en la manera en que cuestioné al presidente. Mis datos no coincidían con los suyos. Y se lo dije. Le mencioné también que los periodistas nunca revelamos nuestras fuentes -como él lo había solicitado al diario Reforma- y lo cuestioné sobre sus silencios ante Donald Trump. Eso es todo. Y no fue una falta de respeto. En todo momento le llamé “señor presidente”.
Pero mi trabajo es preguntar. Y, reconozco, tuve absoluta libertad para hacer mis preguntas. Mi propósito era tener una conversación con AMLO; no esperar varios minutos por cada respuesta. Es una cuestión de estilo periodístico; es más natural y genera más información. Así lo he hecho durante décadas, igual con presidentes que dictadores, desde Donald Trump, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Fidel Castro hasta Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Felipe Calderón, Vicente Fox y Enrique Peña Nieto. Y si acompañé al presidente en la tarima, para ver una pantalla con sus cifras de homicidios, es porque él lo permitió. Incluso hasta compartimos micrófono.
Hasta ahí todo estuvo bien. Luego, algo pasó.
Días después AMLO alabó a los periodistas “prudentes” y advirtió: “Si ustedes se pasan, ya saben lo que les pasa.” Pero los mejores reporteros que conozco no son prudentes, suelen desobedecer y, ante los ojos de los gobernantes, se pasan. Es la única manera de enfrentar a los poderosos. De hecho, AMLO fue imprudente -rebelándose ante lo que él llama la “mafia del poder”- antes de llegar a la presidencia. Ahora, en el poder, no cuadra que le pida otra cosa a los periodistas.
Una parte importante del ejercicio democrático es estar en desacuerdo con los gobernantes. Y debatir con ellos sin que pase nada (aunque te masacren en las redes). Todos, creo, le podemos bajar dos rayitas.
Cuestionar a un presidente cuando sus sumas y restas no salen -o cuando le pide a un diario violar la ética periodística- no es pasarse, ni excederse, ni ser un rebelde sin causa. Eso es, simplemente, periodismo.