Por Jorge RAMOS
No hay, para mí, fiestas más alegres que la de los colombianos. Más que la risa y el baile es esa manera de disfrutar el momento, como si no hubiera nada más.
Es esa sabia y relajada celebración del que sabe que no tenemos la vida garantizada y que, luego de ese instante infinito, cualquier cosa puede pasar. Mi interpretación es que los colombianos han estado siempre tan cerca de la muerte que exprimen la vida al máximo.
Colombia acaba de salir de una guerra de seis décadas que dejó más de 260 mil muertos. Hasta hace relativamente poco los carteles de Cali y Medellín aterrorizaban a la población con coches bomba, secuestros y asesinatos a sangre fría a quienes no cooperaban con su negocio de las drogas. Y la llamada época de la Violencia (1946-1958), un ciclo de asesinatos sin fin entre opositores políticos, aún marca la memoria y los libros de texto de los colombianos.
Y hoy la muerte sigue rondando a Colombia.
Más de 40 personas han muerto y cientos han resultado heridas durante las recientes protestas en todo el país. Por ahora no parece haber una solución a este enorme conflicto social que comenzó hace unas semanas, formalmente, con un absurdo e injusto aumento de impuestos y que ahora toma la forma de un imparable movimiento para cambiarlo casi todo.
¿Qué pasó? ¿Por qué esta súbita explosión social?
“Ay Dios, esta es una deuda social acumulada”, me dijo en una entrevista la cantante y activista Adriana Lucía, quien se negó a participar en un diálogo con el gobierno del presidente Iván Duque –“yo no puedo ocupar un lugar que no me corresponde”- y poco después de llegar de una protesta callejera en Bogotá. “Esta es una deuda histórica. Son muchos gobiernos atrasando esta crisis social. Y obviamente llega la pandemia…Esta vez hay gente inconforme por toda la calle”.
Para tratar de entender lo que está pasando en Colombia recurrí a tres buenos amigos colombianos, con quienes trabajo en el Noticiero Univision hace más de una década. “A todos nos sorprendió la dimensión (de las protestas)”, me dijo Felix de Bedout, conductor del noticiero nocturno y nacido en Medellín. “Lo que destapó esa reforma tributaria es que había una rabia acumulada mucho más grande. Colombia es uno de los países más desiguales de Latinomérica en una de las regiones más desiguales del mundo”.
Desde Miami Felix tuitéa (@fdbedout) frenéticamente en las noches pidiéndole a la gente que se cuide. “Las noches son de terror en Colombia”, me dijo. “Puede pasar lo mismo que con la primavera árabe, que culminó en un invierno profundo”.
Ilia Calderón, mi compañera en el noticiero Univision y nacida en Istmina, en el Chocó, coincide. “Creo que todo es producto de la desigualdad”, me dijo antes del programa. “Las protestas que ha habido ahora van mucho más allá de las reformas que el gobierno quería imponer. Hay un descontento tan profundo y la sociedad está tan dividida. A mí me da un dolor profundo porque, de cierta manera, yo me identificó con los que están cansados de pedir, de exigir lo que se merecen…Como país hemos pasado tantas cosas y quisiera ver que hemos aprendido. Y parece que no hemos aprendido. Nos seguimos matando”.
En lugar de escuchar a los manifestantes, el gobierno del presidente Duque decidió reprimir. Las redes sociales están inundadas de ejemplos de brutalidad policíaca y más. Contrario al resto del mundo, la policía colombiana es parte del Ministerio de Defensa y en algunos casos se comporta como un ejército paralelo, impune y abusivo.
“El presidente Duque se ha visto absolutamente sobrepasado por la situación”, me comentó Daniel Coronell, el presidente de Noticias Univision y columnista dominical en el popular sitio LosDanieles.com “Y la respuesta ante las protestas de la gente ha sido una represión muy grande…El presidente Duque es infinitamente débil porque llegó al poder por un señalamiento de su mentor político, el expresidente Alvaro Uribe, que es quien maneja los hilos reales del poder en Colombia”. Duque, efectivamente, obtuvo más votos que cualquier otro presidente en la historia del país. Pero eso no lo convirtió en un líder visionario. “El gobierno no tiene soluciones y tampoco liderazgo para buscarlas”, apuntó Daniel, quien cree que las protestas, con menor intensidad, acompañarán toda la presidencia de Duque hasta que deje el poder el próximo año.
Nada está muy claro en Colombia estos días. Ni el diagnóstico de sus problemas ni las posibles soluciones. Y mucho menos los líderes que puedan sacar al país de esta nueva etapa de desigualdad y violencia. “Colombia es un país que aguanta demasiado”, me comentó Daniel. “Yo creo que Colombia sí va a salir. Pero va a ser supremamente traumático por una razón: los interlocutores no están realmente en control de la situación”. El tampoco cree que una nueva constitución, como hicieron los chilenos, es la salida para su país.
El problema en Colombia no es de letras. Pero quizás sí de oídos.
“Este es un país que no escucha”, me dijo finalmente la cantante Adriana Lucía. “Es un país que habla un montón pero no escucha. A veces nos dicen a los músicos: ‘Ustedes pueden ser la voz de los que no tienen voz’. Pero es que la gente sí tiene voz. Lo que no tienen son oídos”.
Quizás la solución en Colombia está en algo tan sencillo como sentarse a conversar, a oírse. Nadie más quiere morirse en la calle. Han sufrido tanto juntos que, tal vez, ese dolor es el punto de partida.
Yo, y todos los que queremos a Colombia, estamos esperando la fiesta.