Opinión: Cantarle a los celulares

Ahí estaban frente a mí. Dos ídolos: Joan Manuel Serrat –cuya música forma parte de la banda sonora de mi vida- y Joaquín Sabina –cuyo realismo e ironía llegué a apreciar en mi última década. Conseguí muy buenos boletos para el concierto en Miami y tenía a los dos cantantes a solo unos metros. Era feliz. Pero, de pronto, algo me brincó.

Estaba rodeado de fanáticos –parados, bailando y tan emocionados como yo- pero en lugar de escuchar el concierto, lo estaban grabando y tomaban fotos en sus teléfonos celulares. Serrat y Sabina, por supuesto, se daban cuenta de lo que estaba pasando. Qué triste, pensé, venir de tan lejos para cantarle a celulares. 

Un par de años después, en una entrevista, le pregunté a Serrat sobre esa noche. “No está bien”, me dijo, reconociendo luego que le ocurría en todos sus conciertos y que él, como espectador, no lo hacía. “Cuando voy a un concierto prefiero verlo en directo. Es más lindo ver las cosas en directo. Uno se sienta ahí y puedes ver todo lo que está ocurriendo alrededor.”

Lo que le pasa a Serrat y a Sabina en sus conciertos está repitiéndose en todos lados. Jorge Domm, del dueto Camila, me contó como una vez le pidió a sus fanáticos bajar sus celulares por una canción y recibió muchas miradas hostiles. No lo ha vuelto a hacer. 

En lugar de ponerle atención a la gente, preferimos meternos en nuestros teléfonos celulares. Te doy el número. El 89 por ciento de los norteamericanos reconoce haber usado su celular durante su más reciente reunión social, según un estudio del centro Pew. Es decir, su celular los alejó del lugar donde estaban y de la gente con quien compartían.

Más números. El 76 por ciento de los estadounidenses nunca apagan su teléfono o rara vez. Dormir con el celular e ir al baño con él es, casi, lo normal. Y un estudio de Common Sense Media descubrió que la mitad de todos los jóvenes teenagers en Estados Unidos se sienten adictos a su celular. (Aquí está el estudio http://bit.ly/1Y5Wcd5)

El problema ya no es estar conectados. Recuerdo, casi con nostalgia, cuando mi papá logró poner un teléfono en casa en México después de años de trámites burocráticos. Mis tres hermanos, mi hermana y yo, hacíamos fila para usarlo. Hoy el problema es cómo desconectarse del teléfono.

De hecho ya existe una palabra –phubbing- para describir cuando alguien te ignora para atender su celular. No hay, todavía, traducción al español. Por eso, en las redes sociales, pedí sugerencias: ¿Cómo traduces phubbing? El resultado fue una fiesta. 

“Se llama falta de respeto”, “Yo diría bobear”, “Lo puedes traducir como un imbécil”, fueron algunas de las respuestas en Twitter. “Una persona con quien jamás saldría”, “Ignorar, así de fácil”, “Celulomaníaco”, me sugirieron en Facebook. Pero al final, recibí una frase fulminante: “Esta es la clásica que todos criticamos pero que todos aplicamos.”

Tenía toda la razón. En teoría a todos nos parece aborrecible el ignorar a la gente con quienes estamos –en casa, en el trabajo, en una reunión, en un concierto- para usar el celular. Pero la realidad es que todos lo hacemos y nos está dañando. 

Rob Wile publicó una interesantísima columna en Fusion.net (http://fus.in/1RoDbii)  sobre cómo las relaciones de pareja estaban siendo afectadas por los celulares. La columna cita un estudio de Baylor University que indica que el 46 por ciento de los encuestados dice que su pareja los ha ignorado en algún momento por usar su celular. Y el 22 por ciento asegura que eso está ocasionando problemas entre ellos. La conclusión es lógica: si prefieres tu celular a tu pareja, algo anda mal. 

La verdad es que ya no sorprende llegar a una reunión social y ver a la mayoría de la gente con el celular en la mano o en la mesa. ¿Y has visto cómo reacciona la gente cuando pierde su celular? Es como una muerte en la familia. 

Nuestra identidad está cada vez más ligada al celular. Es lo primero que buscan los detectives después de un crimen. Pero la verdad es que la vida no cabe en un celular. 

 

Mientras tanto, Joan Manuel Serrat se sigue resistiendo al cambio. En un concierto notó cómo un señor estaba grabando todo en un celular. Detuvo el concierto y le preguntó: “¿Cómo va la grabación? ¿No le gustaría ver el concierto en directo?” 

 

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