Por Jorge RAMOS
Eran las dos de la tarde con 37 minutos del martes 5 de noviembre. Millones de estadounidenses estaban votando y todavía no se sabía quién iba a ser el vencedor de las elecciones presidenciales. Yo estaba escuchando la estación de FoxNews en la cadena de radio Siriuxm -la preferida de los seguidores de Trump- cuando de pronto se fueron a comerciales. Y ahí, para mi gran sorpresa, escuché un anuncio vendiendo relojes de la marca Trump.
Me pareció raro, le tomé una foto a la pantalla y seguí escuchando. ¿Cómo era posible que el mismo día de las elecciones se estuvieran vendiendo relojes vinculados a uno de los candidatos presidenciales? Entré en la página que anunciaban en la radio (www.GetTrumpWatches.com) y me encontré todo tipo de relojes, de cientos y hasta de miles de dólares. Y luego una advertencia de que ni Trump ni su organización diseñaba o vendía esos relojes. Se trataba de una compañía que pagó una licencia para usar la marca “Trump”.
Ganara o perdiera la elección, el candidato Trump iba a salir beneficiándose. Trump o empresas usando su nombre también han vendido biblias, zapatos tenis y tarjetas conmemorativas, como reportó el diario The Guardian. Sí, antes que nada, Trump es un vendedor.
Quizás este ejemplo sirva para entender cómo funciona Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos, y cómo se le puede ganar o, al menos, enfrentarlo con inteligencia y sin ser apabullados. Trump es un ser transaccional. Todo lo que hace -todo- es para ganar algo. Y si no gana, no le interesa.
Además, es un bully. Es un maestro del abuso del poder y, cuando se siente en dominio o en una posición de autoridad, la explota al máximo. Y en estos días Trump se siente poderoso e impune. Parece ser que ninguno de los varios juicios que hay en su contra tiene posibilidades de avanzar debido a la reciente decisión de la Corte Suprema que le dio casi total inmunidad. Pero lo peor que se puede hacer ante un bully es mostrar debilidad.
En la cabeza de Trump todo conspira para demostrar su poder. Ganó la elección y el voto popular, se desvanecen los juicios en su contra, y legalmente se siente protegido para hacer lo que se le pegue la gana. Se siente en el tope. Es en este contexto que Trump amenzó con la imposición de aranceles contra México, Canadá y China.
Está más que estudiado que imponer aranceles y las guerras comerciales solo generan inflación, desempleo y destruyen el funcionamiento normal de los mercados. Si Trump impone el próximo 20 de enero tarifas del 25 por ciento a los productos de México y Canadá, y 10 por ciento a los de China, habrá un serio desfase en la economía mundial.
Pero lo peor de todo es que esas medidas no van a evitar el contrabando de fentanilo a Estados Unidos ni el paso de miles de inmigrantes indocumentados. Además, es muy posible que los tres países respondan imponiendo los mismos aranceles a los productos de exportación de Estados Unidos. Nadie gana.
¿Qué puede hacer México? Demostrar su fuerza. Y es mucha.
El secretario de economía, Marcelo Ebrard, ya ha dicho que si Estados Unidos impone aranceles a productos mexicanos, México hará lo mismo con productos estadounidenses. Pero más allá de este “tit for tat” en que los dos países pierden, México tiene la llave de entrada para millones de latinoamericanos que quieren emigrar al norte.
La fuerza -y la clave de la negociación del gobierno mexicano- está en demostrarle a Trump que necesita de México para controlar y regular el flujo de migrantes centroamericanos y sudamericanos hacia Estados Unidos. Nadie más puede hacer eso.
El expresidente Andrés Manuel López Obrador nunca lo entendió y cedió a todas las presiones del primer gobierno de Trump. La presidenta Claudia Sheinbaum no debe caer en el mismo error. Estados Unidos necesita a México para tener un sistema humano, legal y regulado de paso de migrantes.
El tema migratorio fue central para la elección de Trump y es, a la vez, su principal debilidad. Si él no logra controlar la frontera, hasta sus más fervientes seguidores lo van a criticar. Y para medio controlar esa porosa frontera de 3,145 kilómetros, Estados Unidos necesita de México. El mensaje de México debe ser claro: o cooperamos todos Mister Trump o no hay manera de parar el fentanilo y administrar el paso de los migrantes.
Al hacerlo, la presidenta Sheinbaum debe presionar para que los refugiados latinoamericanos reciban un trato digno y para que los indocumentados mexicanos estén protegidos de las deportaciones masivas que ha anunciado Trump. Sheinbaum debe ser la presidenta de todos los mexicanos, dentro y fuera de sus fronteras. Eso prometió en campaña.
No, nada es fácil con Trump pero es un error verlo como un aliado o amigo. El solo va a hacer lo que le conviene. Hay que pensar que, para él, todo es una transacción, todo es una venta. Para que haya con él un resultado de ganar-ganar hay que ponerse fuertes y no dejar que el bully imponga sus condiciones. Si lo dejas una vez, nunca te dejará de pisar en los próximos cuatro años.