Por Jorge RAMOS
En América Latina hay un expresidente que asegura, sin bases, que ganó las pasadas elecciones, y está acusado de, supuestamente, tratar de cambiar el resultado final, de intentar bloquear la certificación del verdadero ganador y de llevarse a su casa documentos secretos.
Si te contara que en América Latina hay un expresidente que asegura, sin bases, que ganó las pasadas elecciones, y está acusado de, supuestamente, tratar de cambiar el resultado final, de intentar bloquear la certificación del verdadero ganador, de llevarse a su casa documentos secretos e inflar su riqueza para tener beneficios económicos, entre otros cargos, quizás digas que suele pasar donde la democracia siempre está en peligro. La diferencia es que está pasando en EE.UU, país que tiene más de 200 años de democracia.
Las democracias son muy frágiles. Los estadounidenses están poniendo la suya a prueba. Ese expresidente que dice ganó las pasadas elecciones es Donald Trump. “Tenemos derecho de cuestionar una elección que creemos fue deshonesta”, dijo. No hay prueba de lo que dice. Está acusado de tantas cosas que The New York Times creó una página especial para seguir el proceso legal de los cargos en su contra.
Trump es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Tiene cuatro cargos por intentar modificar los resultados de las elecciones del 2020, 13 cargos por intentar cambiar las votaciones en Georgia, 40 cargos por quedarse con documentos clasificados y obstruir su recuperación, y 34 por falsificar los pagos a una actriz y evitar que se conociera su relación. Son 91 cargos.
Hay que sumar otro juicio en que la fiscalía de NY lo acusa de inflar el valor de sus propiedades para obtener beneficios al solicitar préstamos y seguros. La fiscalía intenta sancionarlo con multa de 250 millones de dólares.
Trump ataca a quienes lo acusan y asegura es una maniobra -interferencia electoral- para evitar su regreso a la Casa Blanca. “El único crimen que he cometido ha sido defender sin miedo a nuestra nación frente a quienes quieren destruirla”, dijo tras presentaciones de cargos en su contra.
De las acusaciones, la más grave es que trató de quedarse en el poder a pesar de perder las votaciones. Lo hemos oído muchas veces en América Latina, no en EEUU. La realidad es que no hay evidencia que hubo un fraude en las elecciones. Solo existe en la cabeza de Trump. Es una lección importante.
Las democracias que dejaron de serlo tienen un punto de quiebre. Este es el momento en que EEUU tiene que luchar para no caer en un sistema autoritario. Conviene recordar cómo Venezuela y Nicaragua perdieron sus democracias.
En diciembre de 1998 le pregunté al entonces candidato presidencial de Venezuela, Hugo Chávez, si estaba dispuesto a entregar el poder después de cinco años. “No soy un dictador”, dijo. “Estoy dispuesto a entregarlo… incluso, antes”.
Se quedó en la presidencia hasta su muerte. Con la elección de Chávez Venezuela perdió su democracia. Millones de venezolanos pensaron que eso no ocurriría. Hoy sufren las consecuencias. Más de siete millones han huido de su país.
En Nicaragua hay una historia similar. Los sandinistas perdieron el poder en 1990. Daniel Ortega, con el 38 % del voto, regresó a la presidencia en el 2006. Fui a Managua y hablé con él. “Tengo fe en el pueblo y en dios de que vamos a ganar”, dijo. Cuando le pregunté sobre Fidel Castro, Ortega mostró su verdadera cara. “Para mí no es un dictador”.
Ortega ha seguido el ejemplo de Fidel y hoy sigue en el poder. Nicaragua se ha convertido en brutal y represiva dictadura. Su elección el 5 de noviembre del 2006 fue el día en que Nicaragua perdió su democracia. Chávez como Ortega llegaron a la presidencia en elecciones democráticas. Después mostraron sus tendencias dictatoriales.
¿Qué pasaría si Trump vuelve a la Casa Blanca? ¿Pudiera ser ese el día en que EEUU pierda su democracia? La Constitución le permite lanzarse como candidato aunque tenga acusaciones en su contra. Las encuestas sugieren una contienda muy reñida entre Trump y el presidente Joe Biden.
Termino con un párrafo del libro Sobre La Tiranía de Timothy Snyder: “Podemos estar tentados a pensar que nuestra herencia democrática nos protege de las amenazas. Pero este es un reflejo equivocado… los estadounidenses de hoy no son más sabios que los europeos que vieron caer la democracia ante el fascismo, el nazismo o el comunismo en el siglo XX. La ventaja es que podemos aprender de su experiencia. Este es un buen momento para hacerlo”.