Opinión: AMLO y su simpatía por la dictadura cubana

Dime quienes son tus héroes y te diré quién eres.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, nunca ha ocultado su peligrosa simpatía por la dictadura cubana. Lejos de eso, la defiende en cada oportunidad. Su visita el pasado fin de semana a La Habana -y las dos recientes visitas que ha realizado a México el dictador cubano Miguel Díaz- son una muestra de la estrecha, extraña y preocupante relación entre un presidente elegido democráticamente y el tirano de la isla.

La generación de López Obrador (nacido en 1953) creció bajo el entusiasmo y la enorme influencia de la revolución cubana en América Latina. Cuando él era un adolescente, Fidel Castro ya se había impuesto como líder único de un régimen cada vez más autoritario y represor. Pero como los rebeldes cubanos, a su vez, habían terminado con una brutal dictadura -la de Fulgencio Batista- la idea de una revolución similar en México era atractiva y tenía sus adeptos. México vivió 71 años de autoritarismo y una dictadura de partido hasta el año 2000.

Pero muchos -y basta citar a Mario Vargas Llosa, Octavio Paz y Carlos Fuentes- se desencantaron rápidamente con la revolución cubana y con sus abusos. AMLO no. Hoy, junto con Venezuela y Nicaragua, se trata de una de las dictaduras más represivas del continente. En 63 años en el poder solo han tenido tres líderes: Fidel y Raúl Castro, y actualmente Díaz-Canel. No hay ningún vestigio de democracia en la isla, donde están prohibidos los partidos políticos. Además, no existe la prensa libre y las manifestaciones antigubernamentales son castigadas con largos períodos en la cárcel a sus participantes. Cientos de los artistas y disidentes que protestaron hace unos meses al ritmo de la canción Patria y Vida siguen detenidos. Y la canción, increíblemente, continúa prohibida en la isla. Ese es el nivel de represión.

Cuba es una dictadura.

Cuba es una dictadura.

Cuba es una dictadura.

Pero no importa todas las veces que lo digamos, López Obrador la sigue defendiendo. Y admirando.

En una entrevista en el 2017 López Obrador me dijo que “Jesús y Ernesto Ché Guevara: es mi admiración. El Ché es, creo yo, un revolucionario ejemplar”. Inmediatamente lo interrumpí y le dije que el Ché también “realizó muchas ejecuciones”. A lo que él respondió que “tiene ese cuestionamiento pero fue un hombre que ofreció su vida por sus ideas, por lo que él creía”.

Una cosa es admirar a la revolución cubana en plena juventud en los años sesenta o setenta y otra, muy distinta, seguirlo haciendo en pleno siglo XXI, cuando están documentadas sus violaciones a los derechos humanos, sus torturas y ejecuciones de opositores, y su absoluta falta de democracia. Pero ese es precisamente el régimen que AMLO se rehúsa a criticar.

En esa misma entrevista -antes de que Díaz-Canel fuera nombrado primer secretario del Partido Comunista de Cuba- le pregunté a López Obrador si “¿ya le podemos llamar a Raúl Castro dictador?”. Y él me dijo que “no le llamaría así a nadie”. Insistí. “Es una dictadura desde 1959”, le dije. Raúl Castro “fue puesto por dedazo por Fidel en el 2008. Usted se quejó de los dedaaaaaazos en México. ¿Por qué no quejarse del dedazo en Cuba?”

Esta fue su respuesta. “Esas fobias, esas fobias”, me dijo. “Yo creo que tú estás en tu papel de periodista. Tienes el derecho a preguntarme todas esas cosas. Yo también tengo el derecho a no engancharme con esos asuntos…No voy a meterme en eso. Soy respetuoso”.

López Obrador ha decidido ser “respetuoso” con una de las dictaduras más largas y que más ha reprimido los derechos individuales en la historia del continente americano. Frecuentemente dice que él defiende la política de “no intervención” en los asuntos internos de otros países. Pero la defensa de los derechos humanos siempre va por encima de la soberanía; si no fuera así no podríamos nunca criticar asesinatos y torturas en otras naciones. Es difícil entender que López Obrador quiera democracia para los mexicanos pero no para los cubanos.

AMLO ha dicho en varias ocasiones que no buscará la reelección y que dejará el poder en el 2024. Es decir, que no seguirá el modelo cubano. Pero es muy preocupante su admiración y defensa de un régimen que reprime, encarcela y mata a sus opositores.

Cuba y su comunismo no es, ni puede ser, un ejemplo para México (ni para ningún país). Por el contrario, es precisamente el modelo al que nunca deberemos emular. Pero uno de los colaboradores del presidente López Obrador, hizo una muy pública defensa del comunismo en el 2019. “Debemos proponernos el comunismo, como sociedad emancipada de toda explotación del ser humano y destrucción de la naturaleza”, dijo Luciano Concheiro, subsecretario de educación superior.

Por supuesto, no estoy de acuerdo y hay que marcar una raya. Menos libertades, menos democracia, más represión y más control gubernamental no es el camino para México. Cuba no puede ser una referencia para México. Se me ocurren tantos otros países pero no la isla comunista.

Tras más de tres décadas viviendo en Miami me ha tocado conocer a miles de víctimas de la dictadura cubana. Han perdido país, casa, familia, amigos y hasta la vida. Y aquí he aprendido que ante las tiranías no puedes ser neutral. Hay que tomar partido.

Desafortunadamente, el presidente López Obrador se ha puesto del lado de la dictadura y del lado equivocado de la historia. (El lado correcto es el de la libertad, la democracia, la justicia y los derechos humanos.) Visitar a Cuba y defender al régimen de La Habana cuando hay cientos de presos políticos en sus cárceles y no hay posibilidades de elecciones pluripartidistas es una traición a la defensa de los derechos humanos y la democracia.

 

Uno escoge a sus héroes. Pero la tragedia es cuando esos héroes de juventud te llevan a ponerte del mismo lado de matones, represores y torturadores.

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