Por un momento dejemos en paz a los muertos por la pandemia y la violencia en México. Ya habrá tiempo de hablar de ellos. Concentrémonos, como desea el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, en la corrupción y los fraudes que han plagado los últimos sexenios.
Su diagnóstico es correcto: la corrupción corroe la democracia, detiene el crecimiento económico y aumenta las desigualdades sociales. Y me parece extraordinario que, por fin, un presidente esté dispuesto a hacer algo al respecto. Así que hablemos de todos los videos (y al final me referiré al del hermano del presidente).
Un video subido clandestinamente a YouTube -y presentado por AMLO en una de sus mañaneras- muestra a dos exempleados del Senado, que trabajaban para representantes del Partido Acción Nacional, recibiendo millones de pesos en fajos de billetes. El dinero que venía en maletas era, supuestamente, para que los entonces senadores votaran por una polémica reforma energética aprobada durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. “Es bastante fuerte”, dijo el presidente al presentar el video, “muestra la inmundicia del régimen de corrupción”.
El video es impactante por la normalidad con que los dos hombres cuentan el dinero -como si fuera cosa de todos los días- y por lo fácil que fue grabar todo el proceso. ¿Nunca se dieron cuenta que los estaban filmando?
No hay manera de saber si ese video forma parte del material que el exdirector de Petróleos Mexicanos (PEMEX), Emilio Lozoya, le entregó a la Fiscalía General de la República. Lozoya fue recientemente extraditado a México. En su denuncia penal, filtrada a la prensa, Lozoya acusa de corrupción y tráfico de influencias a 16 políticos y funcionarios (incluyendo tres expresidenes) que antes eran considerados intocables.
El fiscal general, Alejandro Gertz Manero, dijo hace poco que -basado en declaraciones hechas por Lozoya- unos 18 millones de dólares provenientes de la empresa Odebrecht se repartieron como sobornos entre congresistas y senadores mexicanos para comprar sus votos, y que otros cuatro millones y medio de dólares se destinaron para la campaña electoral del 2012 que puso a Peña Nieto en la presidencia.
Esto es importantísimo. Nunca en la historia de México un expresidente ha sido enjuiciado o encarcelado por corrupción y fraude electoral. Nunca. Y eso que tenemos muchos fraudes de que hablar.
López Obrador está convencido que perdió la presidencia en las elecciones del 2012 y 2006 por dos mayúsculos fraudes electorales. Y yo pude entrevistarlo después de ambas ocasiones.
¿Cómo se realizó el fraude en que perdió frente a Felipe Calderón? Le pregunté en julio del 2006, semanas después de las votaciones. “Podemos hablar de dos momentos”, me explicó. Primero fue “todo lo que significó la falta de equidad antes de la elección: el manejo inequitativo en espacios de radio y televisión, el uso del dinero… la intervención del presidente (Vicente Fox), la guerra sucia”. Y luego la trampa. “El fraude está en la falsificación de actas. Hay un número determinado de actas que están falsificadas en donde hay más votos que boletas… Un millón y medio (de votos). Probado”.
¿Y cómo fue el fraude en que perdió frente a Peña Nieto en 2012? Le pregunté en una entrevista del 2017. “Compraron votos”, me dijo. “Cinco millones de votos. Lo impusieron. No les alcanzó con la publicidad. Porque a Peña Nieto lo fueron inflando. Es un fenómeno mediático que le ha costado muchísimo al país. Un personaje vacío. Lo introdujeron al mercado como se introduce un producto chatarra”.
Y si López Obrador quiere investigar los fraudes que le evitaron llegar a la presidencia en el 2006 y 2012, no estaría mal que también le echara un ojo al monumental fraude de 1988 que le dio la presidencia al priista Carlos Salinas de Gortari. “Estamos convencidos de que hubo fraude en 1988 el 99 por ciento de los mexicanos”, me dijo el candidato al que le arrebataron la presidencia, Cuauhtémoc Cárdenas, poco después. Basta que López Obrador le pregunte qué pasó en 1988 a Manuel Bartlett, uno de sus principales colaboradores, quien estuvo a cargo de esa elección como Secretario de Gobernación y acusado de ser responsable de la famosa “caída del sistema”. Es una gigantesca incongruencia del presidente quejarse de fraudes electorales y, al mismo tiempo, tener a Bartlett en su gabinete.
También sería bueno que investigara los videos, difundidos por el sitio Latinus (del periodista Carlos Loret de Mola), en que aparece su hermano, Pío López Obrador, recibiendo en el 2015 bolsas con dinero en efectivo. Según el mismo presidente, en su conferencia de prensa del viernes 21, “la gente cooperaba con recursos” para apoyar a su movimiento (aunque en ese momento Morena ya era un partido político). AMLO dijo no saber quien específicamente dio ese dinero ni si fue registrado ante el Instituto Nacional Electoral. Bueno, en honor a la verdad y para ser parejo con todos, el presidente debe investigarlo y reportarlo. No puede hacerle caso al video de las maletas de dinero y olvidarse de los videos de las bolsas de papel.
Es fundamental para la sobrevivencia de toda democracia que se aclaren los principales crímenes y fraudes del pasado. México no puede seguir siendo el país de la impunidad. No le pasa nada al que roba a un ciudadano en un camión a punta de pistola ni tampoco a los grupitos de políticos, empresarios y comunicadores que han robado elecciones presidenciales.
Urge una comisión de la verdad y de la memoria, transparente, efectiva y sin partidismos. Pero, más que todo, se necesita un sistema de justicia independiente en el que se pueda confiar. Aún hay que probar los delitos e irregularidades que se sugieren con los videos y en la declaración de Lozoya.
No es normal, sin dudas, entregar dinero en maletas y bolsas de papel. Si de verdad Andrés Manuel López Obrador quiere luchar contra la corrupción, esta es una extraordinaria oportunidad para demostrarlo. Ojalá no se quede corto. Ojalá que sea parejo. Ojalá no nos falle.