El miedo se puede medir. Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca ha arrestado a por lo menos 5,441 inmigrantes indocumentados sin un record criminal. Esto es más del doble de los que deportó Barack Obama en el mismo período el año anterior, según reportó The Washington Post.
Aclaración: estas son personas cuyo único delito fue entrar ilegalmente a Estados Unidos. Nada más. Y emigraron para hacer los trabajos que nadie más quiere hacer. Somos cómplices de los indocumentados. Vinieron a Estados Unidos por nosotros, nos beneficiamos de su trabajo y miles de empresas los contratan.
No vinieron de paseo a Disneylandia. No han matado ni herido a nadie, no han robado, violado, traído drogas ni los han detenido manejando en estado de ebriedad.
El miedo no anda en burro. Esa es una frase mexicana que se aplica perfectamente a las nuevas políticas migratorias del joven gobierno de Trump. Trump y su secretario de seguridad interna, John Kelly, dicen que se quieren concentrar en arrestar y deportar a “bad hombres”, es decir, criminales y pandilleros como los de la Mara Salvatrucha. Pero la verdad es otra: están agarrando al que se les cruce.
Las cifras no mienten. Trump arrestó a 21,362 indocumentados del 20 de enero al 13 de marzo de este año. En ese mismo período en el 2016, Obama solo había deportado a 16,104 personas. Este es un aumento del 32 por ciento.
Además, Trump intentó prohibir la entrada a personas de seis países mayoritariamente musulmanes y castigar a las ciudades santuario que protegen a los indocumentados. Los jueces han bloqueado esas medidas pero el espíritu antiinmigrante de Trump está muy presente.
Por eso hay tanto miedo. Los primeros 100 días de Trump en la presidencia han sido marcados por el terror que ha generado entre los 11 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, en su mayoría de origen latinoamericano.
Los ejemplos están por todos lados: un Dreamer deportado a México (un país que no conoce), un padre arrestado mientras llevaba a su hija a la escuela, una madre detenida tras su cita en las mismas oficinas del servicio de inmigración. Ya nadie se siente seguro. Y ese es el gran cambio.
Pero hay que ser honestos. Barack Obama deportó a más de dos millones y medio de indocumentados, más que cualquier otro presidente. Entre los deportados hubo cientos de miles que tampoco tenían un record criminal. La diferencia es que Obama apoyaba una reforma migratoria y le dio protección legal a más de 750 mil Dreamers a través del programa conocido como DACA. Trump se opone a legalizar a indocumentados y, aunque ha dicho que los Dreamers no tienen de qué preocuparse, nadie sabe qué va a hacer.
Trump tiene un grave problema de credibilidad. Ha mentido tanto que su palabra vale muy poco.
Pero lo que sí está claro es que ha criminalizado y ha dado una imagen muy negativa a los inmigrantes indocumentados. De hecho lanzó su candidatura presidencial en junio del 2015 acusando, falsamente, a los inmigrantes mexicanos de ser criminales, narcotraficantes y violadores. La realidad es muy distinta.
Menos de 300 mil indocumentados han cometido un delito grave o felony como le dicen en inglés, según un reciente estudio del Migration Policy Institute. Esto es menos del tres por ciento de la población indocumentada. En comparación el seis por ciento de los estadounidenses comete crímenes serios. Conclusión: los indocumentados se comportan mejor que los estadounidenses.
A pesar de esto, si la administración Trump quiere concentrar sus arrestos en indocumentados que realmente son criminales y peligrosos, nadie se va a oponer. Pero es muy importante aclarar que se trata de un grupo sumamente reducido y que no refleja a la mayoría de los extranjeros que viven en Estados Unidos.
Trump abrió la caja de los prejuicios y el resultado es el miedo. En más de 30 años en este país nunca había visto un clima antiinmigrante tan nocivo como este. Lo políticamente incorrecto se ha vuelto aceptable en Trumplandia. Muchos confunden el ser sincero con ser abiertamente racista.
Hay muchas maneras de juzgar los primeros 100 días de Trump. Para mí y para muchos inmigrantes, han sido 100 días de miedo. Y prepárense: aún faltan 1,360 días más.