La grandeza o ineptitud de los presidentes suele ser medida, no por la manera en que tratan a los ricos y poderosos, sino por la forma en que cuidan y protegen a los más vulnerables. Donald Trump será recordado por la forma en que maltrató a casi 800 mil Dreamers.
El mismo hombre que dijo que tenía un “gran corazón” tomó una decisión llena de crueldad. Le quitó la protección migratoria (conocida como DACA) a miles de jóvenes que llegaron ilegalmente a Estados Unidos antes de cumplir los 16 años de edad. Así, en un par de años, perderán todos los beneficios que con tanto trabajo le sacaron al expresidente Barack Obama en el 2012.
Trump ni siquiera tuvo el valor de dar la cara. Se escondió y envió a su procurador general, Jeff Sessions a dar la mala noticia. Sessions, también temeroso, no se atrevió a responder preguntas de la prensa. Pero sí trató de deshumanizar a los Dreamers al llamarles “illegal aliens” -un espantoso vocablo en inglés que a la ilegalidad le suma la misma palabra que se utiliza para los extraterrestres.
Minutos después del anuncio de Sessions, el Dreamer Josué de Luna estaba triste y enojado en una protesta frente a la Casa Blanca. “No nos ven como humanos,” se quejó en una entrevista con Univision. “¿Qué tengo yo que no me hace humano ante sus ojos?”
Trump y algunos representantes de su gobierno tienen la maldita costumbre de criminalizar a los extranjeros en cada oportunidad que tienen. Se les olvida que la madre y el abuelo de Trump, y dos de sus esposas, también han sido inmigrantes.
“No nos ven como personas”, me dijo en una conversación, la activista Astrid Silva, de la organización Dream Big Vegas. Ignorar al otro es una de las principales formas de rechazo. Y en México hasta tiene un verbo: ningunear.
Trump, haciéndose el magnánimo, le tiró el problema de los Dreamers a un congreso que se ha hecho famoso por no llegar casi nunca a ningún acuerdo. Hoy no hay prácticamente ninguna posibilidad de que Demócratas y Republicanos negocien una nueva ley que proteja a los Dreamers y, mucho menos, una reforma migratoria que legalice a los 11 millones de indocumentados. El congreso de Estados Unidos es un hoyo negro; chupa las mejores ideas y luego ahí se pierde todo.
Pero ya nada me sorprende de Trump. A veces nos hace creer que va a hacer lo correcto -como cuando dijo que él amaba a los Dreamers y que no tenían de qué preocuparse- y luego nos vuelve a lastimar y decepcionar. De hecho, la conducta de Trump es muy predecible.
Primero le llamó criminales y violadores a los inmigrantes mexicanos. Luego pidió la construcción de un muro en la frontera y propuso prohibirle la entrada a Estados Unidos a todos los musulmanes. Más tarde equiparó a neo-nazis con los manifestantes que protestaban contra el racismo en Charlottesville y perdonó al sheriff Joe Arpaio, acusado de discriminar contra latinos. Entonces no debe de asombrarnos su decisión de quitarle sus licencias y permisos de trabajo a los Dreamers.
Dice tanto cuando un presidente perdona a un culpable de violar la constitución y castiga a cientos de miles de estudiantes. Es nuestro error creer que Trump va a cambiar.
Los que tampoco van a cambiar son los Dreamers. Ya sabemos cuál va a ser su estrategia de lucha. Menos de una hora después del anuncio oficial del fin de DACA, 34 Dreamers y activistas fueron arrestados en Nueva York durante una manifestación en que pararon el tráfico de la Quinta Avenida, frente a la torre Trump.
Su grito de batalla es “un-documented and un-afraid” (sin documentos y sin miedo). Por supuesto que temen ser deportados, separados de sus familias y ser enviados a un país que no conocen. Pero la lección que me han dado es esta: el primer paso es perder el miedo.
No debemos olvidar cómo se dio a conocer a nivel nacional el movimiento Dreamer: con cuatro jóvenes indocumentados del Miami Dade College caminando en el 2010 desde el sur de la Florida hasta el capitolio en Washington.
Esta es mi apuesta. Creo mucho más en el Estados Unidos que proponen los Dreamers -con diversidad, tolerancia y aceptación de los inmigrantes- que en el país lleno de odio, crueldad y prejuicios que propone Trump. Al final, estoy seguro, los Dreamers van a ganar.