Tres datos duros: 1) Sí, siguen perdidos mil 475 niños inmigrantes; el gobierno de Estados Unidos no sabe dónde están. 2) La administración de Donald Trump ha separado a cientos de niños de sus padres, luego de cruzar ilegalmente la frontera. 3) La culpa de todo esto es del presidente Trump. Él podría parar esta cruel política de inmediato. Pero no quiere.
Si los niños perdidos y separados de sus padres fueran estadounidenses, esto sería un escándalo a nivel nacional y una prioridad para el gobierno de Trump. Pero como se trata de niños latinoamericanos que entraron a Estados Unidos sin visa o documentos legales, los funcionarios trumpistas han tratado de restar importancia.
Los mil 475 niños perdidos son, en su mayoría, de Guatemala, El Salvador y Honduras, y llegaron solos a la frontera sur de Estados Unidos entre octubre y diciembre del año pasado. Pero luego de haber sido entregados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos (DHS) a familiares o guardianes dentro de Estados Unidos, les perdieron la pista. Es posible que estén bien y que las familias que los recibieron no quieran ser contactadas debido a su estatus migratorio. El punto es que no sabemos dónde están o si corren algún tipo de peligro.
El titular es terrible: al gobierno se le perdieron más de mil niños.
También es terrible la práctica de separar a padres de sus hijos luego de cruzar ilegalmente la frontera. El mismo departamento (DHS) le reconoció al diario The New York Times (NYT) que “aproximadamente 700” menores de edad habían sido separados de sus padres desde octubre del año pasado hasta mediados de abril de este año. Y es muy difícil saber qué ha ocurrido con cada uno de ellos.
La suerte de estos niños depende del proceso legal de sus padres detenidos. El padre o la madre podría salir del centro de detención en unos días. Pero si entraron ilegalmente en otra ocasión, podrían pasar hasta dos años en una cárcel antes de ser deportados. Sus hijos son, generalmente, entregados a familiares o guardianes. Aunque podrían caer en un laberíntico sistema de guarderías y centros de detención.
Entre los 700 niños separados de sus padres, el NYT informó que más de 100 eran menores de 4 años de edad. ¿Se imaginan el trauma de por vida para esos menores?
Crueldad. Esa es la nueva política migratoria de Donald Trump.
“Si estás metiendo ilegalmente a un niño al país”, dijo hace poco el fiscal general, Jeff Sessions, “te vamos a acusar formalmente y te vamos a separar de tu hijo, como dice la ley”. El gobierno de Trump está usando la separación de familias como una estrategia para desalentar la migración indocumentada. Eso es lo nuevo.
Así es como una madre describió la separación de su hijo, según los documentos obtenidos por la Asociación Americana de Libertades Civiles (ACLU). “Mi hijo estaba llorando cuando lo puse en su asiento. Ni siquiera pude tranquilizarlo porque los agentes cerraron la puerta (del vehículo) tan pronto se sentó. Yo también estaba llorando. Y lloro ahora cuando pienso en el momento en que los agentes se llevaron a mi hijo”.
La política de “cero tolerancia” de Jeff Sessions y Donald Trump podría aumentar, significativamente, el número de niños a su cargo. Actualmente hay 10 mil 773 niños en custodia del gobierno federal, según reportó el Washington Post. Esa ya es una cifra superior a los 8 mil 886 que había el 29 de abril. No sabemos cuántos de esos menores de edad fueron separados de sus padres. Pero lo que sí sabemos es que ningún gobierno debería estar a cargo de 10 mil niños. Los niños deben estar con sus padres; no en refugios con desconocidos.
El presidente Trump, en un tuit, culpó a los demócratas de la “horrible ley” que obliga a separar a los padres indocumentados de sus hijos en la frontera. Pero eso es falso. Ninguna ley lo obliga a hacer eso. Si agentes fronterizos están separando familias en la frontera es por las instrucciones del propio presidente. Hoy podría cambiar esa política. Pero a Trump no le da la gana.
Estados Unidos se ha convertido en un país cruel para los niños latinoamericanos que escapan de las pandillas, de la pobreza y de la desesperanza. Ningún estadounidense aceptaría que lo separaran de sus hijos. Este no es el país que yo me imaginé.