Joan Manuel Serrat ha caminado tantos caminos en sus 50 años de carrera artística que ya perdió el miedo.
Por supuesto que quiero hablar de música con él. Sus canciones son una parte importantísima de la banda sonora de mi vida. Pero antes, ni modo, le tengo que preguntar de política y le propongo comenzar con lo incómodo. “Debe ser incómodo para los que tengan algo que esconder”, me sorprende. Pero no para él.
¿Debe Cataluña independizarse de España? le pregunto a quien tanto defiende el idioma catalán y tuvo que vivir en exilio por sus críticas al franquismo. “Estoy de acuerdo en que las personas deben decidir sobre su futuro”, contesta. “Otra cosa es que yo crea que sea conveniente para Cataluña independizarse de España”.
–“¿No crees que es conveniente?” repregunto.
–“No, no en absoluto.” Me contesta y sigue. “No creo que exista un conflicto de una entidad que así lo aconseje… (La situación) se mantiene porque le conviene a las partes interesadas, dijéramos, al gobierno de Cataluña o al gobierno de España”.
Entiende las consecuencias de lo que dijo: “Seguro que me pone en conflicto con 47 por ciento de mis conciudadanos que ha votado” por la independencia de Cataluña en las pasadas elecciones.
De ahí saltamos a Donald Trump. “A mí realmente Trump me parece terrible”, comenta. “Las cosas que llega a decir a mí me espantan… Es un maleducado, un hombre carente de toda educación. Está mucho más preocupado por su tupé que por la vida de otro ser humano.” Así salimos de lo incómodo y nos clavamos en la música.
Le cuento que mi nostálgica tarea fue escuchar durante dos días su Antología Desordenada –su último CD que canta con 33 colegas. Sus canciones -Señora, Cantares, Penélope…- predeciblemente me regresaron décadas y me cambiaron de lugar. Y eso es lo que quería Serrat. “Te pega un golpe ahí, un sacudón, aquel olor y te transporta al lugar donde creciste, al lugar donde te ocurrió algo, donde algo se te quedó”.
A mí me regresó a mi primer viaje a Madrid –creo que 1979- cuando escuché a Serrat en un concierto gratis en la plaza de toros de Las Ventas. Noche mágica. Pero los conciertos ya no son lo que eran antes.
Hace poco Serrat paró un concierto y, acercándose a un señor que lo grababa todo en un móvil, le preguntó: “¿Cómo va la grabación? ¿No le gustaría ver el concierto en directo?” Y le digo que me parece triste tener que cantarle a teléfonos celulares. “Es una pérdida de oportunidad”, reflexiona, “el celular lamentablemente se está convirtiendo en una extensión de nuestro brazo. No está bien. Yo, cuando voy a un concierto, prefiero verlo en directo”.
En su canción Fiesta escribe, entusiasta, “Gloria a Dios en las alturas”. ¿Has ido perdiendo a Dios? le pregunto. “Ninguno perdemos a Dios -practiquemos o no- porque de alguna manera Dios somos todos.” Pero desde luego no tiene esperanzas de vida eterna. “Cuando me muera haré muy bien en ir desapareciendo totalmente.” ¿Vida después de la vida? “Si me encontrara con esa sorpresa pues me pondría muy contento.
Y contento también lo pone el fútbol. “El fútbol es parte de una de las épocas más hermosas de nuestras vidas”, me dice este fanático del equipo Barcelona, aunque “puede generar cierta relación tribal entre los seres humanos.” Pero hasta en el futbol es generoso. “Tengo amigos del Real Madrid”, me confiesa con una sonrisa. “Si el Real Madrid no existiera, no sé contra quien jugaría el Barcelona”.
En su canción Cantares habla de que no hay camino “sino estelas en la mar.” Y así vive. “Es maravilloso no saber cómo van a salir las cosas”, reflexiona. “Yo he tenido la sensación siempre de que ningún camino era obligatorio; es decir, que el camino siempre lo podía dejar y retomar otro”.
Le sugiero que esa canción -Cantares- es la que quizás refleje mejor su vida. Pero me corrige. “Yo me quedaría con Canço de Bressol que es una canción dedicada a mi madre, está basada en una canción popular aragonesa, y cantada en catalán y castellano. Es, quizás, la que de alguna manera pudiera identificarme.” (Aquí está la liga por si la quieren oir http:/bit.ly/1LPJQh0 )
¿Ha cambiado tu voz con el tiempo? “Noto menos diferencia que en otras partes de mi cuerpo”, me dice con una mueca alegre. Le pregunto si, como cuenta en su canción Lucía, “los recuerdos son cada vez más dulces.” Especialmente a los 71 años de edad. “Probablemente los (recuerdos) dulces no fueron tan dulces”, comenta. “De la misma forma en que los recuerdos amargos el tiempo los acaba pudriendo -los acaba haciendo feroces- y quizás no fueron tan feroces”.
Al final, no deja de sorprenderme que está ahí, frente a mí, quien me ha cantado casi toda mi vida. “Hoy es un buen día”, le digo con agradecimiento antes de despedirme. “Sí, hoy lo es”, me dice viéndome a los ojos, me da la mano y se va.
Pero me quedan, como siempre, sus canciones.