Por José López ZAMORANO
Menos de 24 horas después de decretar una “emergencia nacional” en la frontera con México, por la supuesta “invasión” de inmigrantes indocumentados, el presidente Donald Trump hizo lo que cualquier otro líder mundial habría hecho para lidiar con lo que él describió como una crisis de seguridad nacional: jugar golf durante tres días consecutivos.
Desde el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, Trump imprimió el viernes 15 un sentido de urgencia sin precedentes a la necesidad de contener con un muro la irrupción de la caravana de familias empobrecidas procedentes de Centroamérica. Pero una de las primeras imágenes del presidente durante el fin de semana no fue con sus asesores de seguridad nacional, sino ordenando un omelette en su campo privado de golf en West Palm Beach.
Más aún, el presidente que ha roto records por su número de mensajes en Twitter, no dedicó ninguno durante el fin de semana a la presunta emergencia nacional. En cambio, ¡sí tuvo tiempo para tronar contra Saturday Night Live!, despotricar contra los medios informativos incómodos y felicitar a los conductores del programa Fox & Friends por sus análisis.
Desde el anuncio de la emergencia, Trump dejó en claro que francamente no tenía ninguna necesidad de invocar en este preciso momento la Ley de Emergencia Nacional de 1976, pero de todas maneras lo hizo. “No necesitaba hacer esto, pero prefería hacerlo más rápido”. En otras palabras, el presidente no sólo se disparó en el pie, sino le hizo un tremendo hoyo a su argumento central: una verdadera emergencia no puede esperar.
Y mientras Trump dedicaba el Día de los Presidentes para golpear la pelota de golf bajo el esplendoroso sol de Florida, un total de 16 estados encabezados por California demandó al presidente bajo la acusación de que su declaratoria de emergencia nacional viola la separación de poderes y tendrá un efecto dañino contra las poblaciones de sus estados, al desviar dinero para servicios públicos, a la construcción del polémico muro.
Los demócratas, que ahora controlan la Cámara de Representantes, exploran por su parte la posibilidad de aprobar una resolución legislativa, que sólo requiere de una mayoría simple, para bloquear la declaratoria de emergencia. Pero Trump puede vetarla, lo cual obligaría al Congreso a obtener el voto de dos terceras partes de los miembros.
Es razonable anticipar que la nueva escaramuza legal y legislativa por el muro llegará eventualmente a la Corte de Suprema. Pero me parece que a Trump realmente no le preocupa el desenlace. Lo que su presidencia necesita, más que un muro, es una bandera que logre galvanizar a su menguante base conservadora hacia las elecciones del 2020.
Por ello Trump aparecerá en la foto cortando un listón amarillo así sea frente a un pedacito de barda en la frontera con México. Y desde allí, rodeado de agentes de la “migra”, proclamará que los demócratas son una pandilla antipatriótica que desea fronteras abiertas y que él y sólo él, puede salvar a los Estados Unidos de una temible invasión de humildes migrantes que acechan a la súper potencia militar desde el otro lado del muro.
(Para la Red Hispana).