Por José López ZAMORANO
Durante los últimos dos años hemos sido testigos de un espectáculo político cercano a un acto de magia: la paulatina desaparición del Partido Republicano.
Aquella institución política afanosa de la disciplina fiscal, de los valores familiares y de la liberalización comercial, apoya ahora darle al presidente 25 mil millones de dólares para un muro fronterizo dispendioso e ineficaz, ha cerrado los ojos ante las políticas hostiles de la Casa Blanca contra migrantes y solicitantes de asilo, y se ha mantenido taciturna ante el uso político de la ley comercial para imponer aranceles a los principales socios del país, bajo la excusa de la seguridad nacional.
En pocas palabras, salvo con algunas excepciones, los republicanos inician el 2019 como el Partido de Donald Trump, con el gobierno federal paralizado precisamente porque el presidente condicionó la operación gubernamental a la aprobación del dinero para su muro, una de sus principales promesas durante la campaña presidencial.
Pero las elecciones tienen consecuencias. Los demócratas recuperan el control de la Cámara de Representantes que habían perdido desde 2010 y el panorama político sufrirá un dramático cambio inmediato.
Si el Congreso bajo control republicano había claudicado en su responsabilidad constitucional de ser un contrapeso al ejecutivo, los demócratas tienen el objetivo de ejercer un riguroso y meticuloso cumplimiento de la función de supervisión, vigilancia y monitoreo del ejecutivo estadounidense. Washington tendrá un nuevo alguacil en el pueblo, en las oficinas de la legisladora demócrata de California Nancy Pelosi en la Colina del Capitolio.
Si los republicanos del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes cerraron de manera prematura la investigación legislativa sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales del 2016, los demócratas tienen toda la intención de reabrir el proceso. Más que hablar de un juicio de destitución lo que se requiere es ejercer una auténtica rendición de cuentas en caso de que se haya violado la ley.
Si los republicanos hundieron la cabeza en la arena ante la política de tolerancia cero, la separación familiar y las muertes de migrantes bajo custodia oficial, los demócratas del Comité de Supervisión y Reforma Gubernamental seguramente buscarán poner bajo la lupa la operación y responsabilidades de las agencias migratorias.
A partir de este mes Washington no es el mismo y ambos partidos harían bien por poner el interés nacional por encima de cualquier otro. Ponerse de acuerdo en la reapertura del gobierno y el pago de salarios atrasados es una primera prueba de fuego para determinar si el 2019 es un año de consensos o de más de la misma polarización que tienen al país frustrado y cansado de las luchas palaciegas de su clase política. (Para la Red Hispana)