“La verdad no es la verdad”. Con esa frase lapidaria, Rudolf Giuliani, el ex alcalde de Nueva York y actual abogado sui generis de Donald Trump, resumió la filosofía detrás de la embestida del presidente contra los medios informativos, contra el fiscal especial Robert Mueller, contra las agencias de inteligencia y contra todos sus críticos: es una guerra contra la verdad.
No deja de ser paradójico. Si alguien llegó a la presidencia como resultado de un fenómeno mediático fue Donald Trump. Con su maquiavélica manipulación del ciclo informativo a través de ataques o descalificaciones y con su reducción de problemas complejos a frases simples, Donald Trump se benefició de la prensa como ningún otro aspirante presidencial.
Su manipulación de los medios informativos y de la verdad precede su vida política y empieza desde que era empresario hotelero. La prensa fue un pilar clave para construir la Marca Trump cuando usó a los medios especializados para exagerar su riqueza, lo que permitió obtener no solo notoriedad sino créditos para sus magnos proyectos inmobiliarios.
Estoy convencido de que Trump no cree, como lo ha afirmado de manera insistente, que la prensa de los Estados Unidos es “la enemiga del pueblo”. Como tampoco cree que el muro en la frontera con México va a resolver la seguridad fronteriza o que los mexicanos somos violadores o traficantes de drogas o que la investigación de Mueller de la trama rusa es una “cacería de brujas”.
Su retórica de tintes racistas y xenófobos es una estrategia deliberada para exacerbar los peores instintos de sus electores menos educados y más angustiados económicamente. Si eso implica profundizar las heridas raciales del país, no importa, en la medida que le reditúe dividendos políticos.
Y el ataque frontal contra la prensa, como su ofensiva casi diaria contra el fiscal especial, no es otra cosa que una campaña sistemática de intimidación, de bombardeo preventivo para minar la credibilidad y la confianza no sólo de sus críticos sino de toda institución dedicada a exponer la verdad, a investigar y a monitorear la vida pública.
Más de 350 medios informativos de Estados Unidos hicieron lo correcto en exponer y denunciar colectivamente los ataques, las mentiras y las descalificaciones de Trump. ¿Va a cambiar eso a Trump o el punto de vista de sus seguidores? Absolutamente no. Pero tiene que denunciarse porque ese es nuestro papel.
Lo peor que podría ocurrirnos a los medios es callarnos ante las embestidas de Trump porque estaríamos validando su estrategia e incumpliendo nuestra responsabilidad moral y ética.
Para la Red Hispana.