Por José López ZAMORANO
Desde 1980 Estados Unidos celebra oficialmente el Mes de la Herencia Hispana del 15 de septiembre al 15 de octubre. Es, por supuesto, una ocasión ideal para revalorar las contribuciones trascedentes de las latinas y los latinos a lo largo de la historia de este país.
Que la conmemoración ocurra este año después de la masacre de El Paso, donde los hispanos en general y los mexicanos en particular fueron singularizados por el atacante, tiene una connotación especial: una oportunidad para condenar el racismo y los crímenes de odio que han aumentado en la era Trump.
Pero la hispanidad no sólo es un concepto de ornato colocado en una vitrina para ser objeto de admiración.
Es necesario alimentarla con los inspiradores actos de entrega y patriotismo de nuestra gente, ejercerla diariamente con el ejemplo de nuestra dedicación y esfuerzos, y defenderla frente a los embates de quienes buscan usarnos como chivos expiatorios de los problemas del país.
Pienso en la hazaña del soldado mexicano de Chihuahua Alfred Rascón que cubrió con su cuerpo a sus compañeros atacados con granadas en Vietnam, o en la lucha de décadas de César Chávez, Dolores Huerta o Eliseo Medina para exigir justicia para los trabajadores, pero también en los actos heroicos de las hispanas e hispanos de la calle que día a día contribuyen a engrandecer a este país: estudiantes, maestros, jornaleros, rescatistas, científicos o padres de familia.
Y es que ocurre una tendencia paradójica. Cada vez somos más los hispanos en los Estados Unidos, pero nuestro sentido de hispanidad está debilitándose: más de la mitad de las latinas y latinos se identifican más con su origen nacional que con la hispanidad y más de 5 millones de personas de origen latino ni siquiera se sienten latinos.
Peor aún: Aunque ya somos la principal minoría del país, cada vez menos de nosotros hablamos español. Un análisis del Pew Hispanic Center documentó, en el lapso de una década, un descenso de cinco puntos porcentuales de la proporción de hispanos que hablan español en casa.
Así que necesitamos repetir e insistir: en el Mes de la Herencia Hispana encontremos aquello que nos une, que nos singulariza y que nos hace parte de una comunidad excepcional. Es verdad que nos definen nuestras tradiciones y nuestro idioma, pero somos mucho más que eso. Somos la suma de nuestro carácter, nuestros valores y nuestros anhelos.
Que mejor oportunidad para mostrarle al mundo que somos una comunidad trabajadora y honesta, unida por un sentido profundo de familia, por la convicción de que el esfuerzo dignifica y por el optimismo de un futuro mejor para nuestros hijos.
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