El sismo en México: Entre la tragedia y el heroísmo

Exactamente 32 años después del macro sismo de 1985, un día de septiembre, que había dejado entonces decenas de miles de muertes en la Ciudad de México, un nuevo sacudimiento de la capa tectónica de Cocos detonó uno de los más temibles terremotos en la historia reciente.

José López Zamorano, colaborador de la Red Hispana, señaló sobre el sismo que devastó a la República Mexicana, que “su epicentro fue en los subsuelos del estado de Puebla. Su magnitud oficial fue de 7.1 grados en la escala de Richter, pero su fuerza destructora fue infinitamente más devastadora para quienes sintieron sus embates”.

Las redes sociales se encargaron de hacer la tragedia Tangible. Por Facebook y Twitter, no por la televisión, aparecieron las primeras imágenes. Desde una de las torres más altas, la ciudad daba la impresión de haber sido blanco de un bombardeo quirúrgico, con columnas de polvo emanando del sitio de los edificios derruidos y, al menos en un caso, una explosión estridente con un hongo de llamas y humo.

La célebre Alerta Sísmica, que debía prevenir a la población sobre la inminencia de un sacudimiento de la Tierra, fue ineficaz por la cercanía del epicentro. Pero la educación sísmica de los capitalinos hizo que miles iniciaran de inmediato la evacuación de oficinas, escuelas, residencias y restaurantes. No todos tuvieron suerte.  

Aunque muchas estructuras colapsaron, la escuela Rébsamen, en Coapa, fue el foco de atención de una nación conmocionada y sacudida por el efecto mortal de la destrucción.

No había tiempo que perder. Los primeros rescatistas fueron los vecinos y transeúntes que se volcaron en cientos para empezar la labor hormiga de despejar las piedras en busca de los sobrevivientes. Hombro con hombro, largas columnas humanas utilizaban cubetas ordinarias para desplazar los escombros e intentar llegar a los sobrevivientes.

Un puño en alto

Un puño en alto se convirtió en el símbolo de la esperanza. La señal universal para guardar silencio era la primera indicación visual del encuentro de un sobreviviente. Y aquella gritería de voces y esfuerzos, esos miles de héroes anónimos, de voluntarios improvisados, la mayoría sin tapa bocas, creaba un silencio imponente, solidario, en los sitios de la destrucción.

Y en el centro de esa gesta heroica, de la Nada, frente a un edificio derruido, una voz gritó Viva México, Viva México, y un coro humano se formó al instante. Y la multitud, hombres y mujeres que nunca habían cruzado miradas, palabras o sonrisas, correspondió con un himno elocuente de Viva México. 

El primer conteo arrojó apenas un indicio de la destrucción: 217 muertos, 700 heridos y cientos de desaparecidos, incluidos los alumnos de la escuela Rébsamen. El mayor número de decesos tuvo lugar en la Ciudad de México, pero la muerte llegó también a los estados de Morelos, Puebla, Estado de México y Guerrero.

La solidaridad y apoyo internacional empezó a hacerse presente.

 

Las Vegas no es la excepción y ya se empezó a movilizar la ciudadanía y sus dirigentes.

 

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