Editorial: Una batalla cuyo eco llega hasta hoy

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La Batalla de Puebla es un acontecimiento que los mexicanos no deben olvidar, sin embargo el suceso histórico como tal, su relevancia, va más allá de los límites geográficos del vecino país.

El enfrentamiento (5 de mayo de 1862) entre el ejército francés -de unos 6 mil soldados bien armados- bajo las órdenes de Charles Ferdinan de Latrille, por un lado, y el mexicano, de alrededor de dos mil hombres, muchos de ellos indígenas, con el general Ignacio Zaragoza al frente.

Fue sin dudas una versión de David y Goliath, con una lección que no deben olvidar los ‘grandes’ ansiosos de imponerse por la fuerza, y quienes sacan fuerza de flaqueza para hacer valer su amor patrio, su gallardía, y al final imponerse.

Los mexicanos celebran aquel triunfo tan relevante como inesperado, con una dosis considerable de pasión y orgullo; los asentados en el valle de Las Vegas se preparan desde hace meses para recordar el  evento con más realce y brillo que el año pasado, con el mayor peso en el aspecto cultural.

Se ha escrito mucho sobre aquella epopeya, los cerros de Loreto y Guadalupe, en Puebla, fueron testigos de privilegio; Zaragoza dio muestras de ser un excelente estratega, dio indicaciones precisas, de manera que seguido por los generales Porfirio Díaz y Miguel Negrete, entre otros, se las ingenió para ocupar las posiciones que colocaban a los mexicanos en posición ventajosa.

El amor patrio, la valentía, pesaron demasiado, tras varias horas de cruento combate los franceses se retiraron dejando en el campo de batalla a alrededor de 500 soldados, mientras las bajas mexicanas apenas llegaban a 50.

Quedaron detrás 157 años desde aquella epopeya heroica, los tiempos cambian y con ellos la tecnología militar, las maneras de librar un combate, la guerra de desgaste, la táctica y la estretegia, aviones muy veloces que no peude ser detectados por radares, bombas inteligentes...

Sin embargo lo que no cambia es el sentimiento de los hombres cuando defienden lo suyo, el momento preciso en que el valor se multiplica... un hombre cuando defiende la tierra que lo vio nacer, donde nacieron sus padres, su esposa (o), sus hijos, se convierte en un gigante que defiende cada palmo de tierra, al precio que sea necesario, antes que le pongan encima una bota extranjera.

El propio Negrete, a quien se considera el segundo héroe de la Batalla de Puebla, lo dijo con otras palabras: ‘Yo tengo Patria antes que Partido’, y se aprestó a defender con gallardía el Fuerte de Loreto.

Descalzos la mayoría de los hombres, hambrientos, mal armados (recordar que México tan sólo cinco años antes había librado la llamada ‘Guerra de Reforma’, que dejó al país en ruinas), nadie reparó en las carencias y necesidades, en la superioridad numérica y de armamentos del enemigo, para encararlo y derrotarlo, obligarlo a batirse en retirada. 

La heroicidad de quienes estaban dispuestos a matar y morir antes que los franceses mancillaran el suelo patrio, es el legado de aquellos hombres que lo dejaron todo para partir al frente y enfrentar al ejército invasor.

 

La aspiración de muchos, aparte de celebrar el aniversario 157 de la resonante victoria, es que el ejemplo de los generales y soldados mexicanos involucrados en la porfía se mantenga hasta hoy.

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