Editorial: TPS... bienvenida la extensión, pero...

Alrededor de unos 200 mil salvadoreños, 44 mil hondureños, cuatro mil 500 nicaragüenses, se ven beneficiados por la extensión del Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) válido hasta octubre del año entrante.

Definitivamente no es la VICTORIA que millones de personas desean (beneficiarios, familiares, amigos, compañeros de trabajo), pero es un paso de avance, más para quienes temían la llegada de enero, el fin de su permiso de trabajo y su permanencia en los Estados Unidos. El TPS es un refugio seguro.

Es relevante que miles de personas puedan vivir sin sobresalto, sin temor a ser deportadas, acceder -de manera legal- a un puesto de trabajo y proveer el sustento a la familia...  

Quienes viven bajo el amparo del TPS ya suman alrededor de dos décadas bajo estas circunstancias, muchos de ellos trabajando, declarando sus impuestos, a lo largo de los años han adquirido casas, carros, tienen deudas, algunos de sus hijos cursan estudios en universidades.

Dicho de otra manera los beneficiarios consideran que tienen todo el derecho a obtener la residencia de los Estados Unidos, es más, esgrimen que están en condiciones de emprender el camino a la ciudadanía.

A finales del 2017 la administración del presidente Donald Trump quiso poner una ‘zancadilla’ al TPS y anunció la terminación del programa que otorga el Departamento de Seguridad Nacional, sin embargo un juez federal pospuso la decisión.

Casi de manera generalizada los ‘tepesianos’ son personas que llegaron a los Estados Unidos huyendo a la inestabilidad política en sus respectivos países, a las guerras, la violencia, las amenazas de muerte, desastres naturales... y en esta nación encontraron abrigo, recibieron un permiso de trabajo, hicieron sus vidas, vieron crecer sus familias, salieron adelante, en muchos casos mostraron ser emprendedores y abrieron negocios.

Nadie se llame a engaño, el TPS le ha permitido a muchos salavdoreños, nicas, hondureños, hatianos, tener una vida digna, vivir con tranquilidad, educar a sus hijos y darles un mejor futuro.

Sin embargo cuando se acerca el momento de renovar el TPS, una especie de nerviosismo se apodera de los beneficiarios, la incertidumbre cobra fuerzas por temor a que no se autorice la renovación, es como una espada de Damocles, vivir en el limbo.

“Quienes hemos trabajo, acatado las leyes, declarado nuestros impuestos, contribuido al desarrollo de este país, hemos incitado a nuestros hijos a estudiar, trabajar, ser buenos ciudadanos, es injusto que nos echen, que nos separen de nuestros familiares”, coinciden muchos ‘tepesianos’.

Por si fuera poco, una cifra considerable de beneficiarios tienen hijos a la sombra de DACA, de ahí que no sea extraño encontrar familias que lidian año con año con su situación migratoria en los Estados Unidos.

Claro que es difícil volver a los países de origen después de 20 años, sin saber siquiera a qué se van  a enfrentar ¿se terminó la violencia? ¿la inestabilidad política? ¿la corrupción? La respuesta es NO. Bienvenida la extensión.

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