La pareja va de un lado a otro,
cada segundo aleja sus esperanzas;
las noticias son aterradoras y siguen los dos sin saber nada del hijo amado
Septiembre aun aúlla de dolor. Por mucho tiempo el 11 de septiembre, el noveno mes del año traerá consigo la imagen de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas y mucha gente cayendo desde las alturas. Es espeluznante.
El dolor vive, se multiplica, lacera, y por supuesto duele en lo más hondo. Es como si sentimientos en los que impera el odio, el rencor, la venganza, quisieran decir la última palabra y llevar el luto, las lágrimas, a miles de familias. No se puede permitir... ni olvidar.
Claro que también vienen a la memoria las fotos del Palacio de la Moneda, en Chile, tras el bombardeo al presidente constitucional. Es que septiembre 11 llega con su carga de dolor. Para muchas personas el tiempo no ha pasado.
Cada año, apunta la pareja, nos vamos hasta donde estaban las Torres Gemelas y depositamos flores en el lugar... el silencio y el tañir de campanas resultan sobrecogedores, nos miramos y sin decirnos nada lloramos; todos los días recordamos a nuestro hijo, es como si se hubiera ido de viaje y en cualquier momento lo veremos parado en la puerta...
El hombre no fue creado para vivir solo ni para odiar, los sentimientos de envidia, de querer ser el más fuerte, el dominante, el que impone las leyes, el que más tiene, fueron creciendo hasta apoderarse de todo o casi todo. Y los vientos trajeron luego tempestades.
Cómo actuar cuando urge desterrar los malos sentimientos, para que no imperen el odio, la muerte, las bombas, el rencor... y se imponga de una vez por todas el sentido común, el amor, la paz.
Dejar para mañana trabajar con la intención de que éste, aquel, el de más allá, el que vive lejos y cerca, el que más tiene, y el más pobre, puedan vivir en familia, tranquilamente, es literalmente un error colosal.
Cien, miles, millones de personas, en todas partes, comprenden que es impostergable cambiar el derrotero, tender puentes y no levantar muros, sin embargo pocos, muy pocos, mueven un dedo en pos del mejoramiento humano.
Entonces llega septiembre con su carga de tristeza y los recuerdos cobran fuerzas. Se impone llorar, gritar, apretar al que está al lado que no grita porque un nudo en la garganta se lo impide.
Y es que el ejército de los tristemente célebres no repara en el dolor, el luto, las lágrimas, en las ausencias que calan tan profundo... vuelven las tensiones, los atentados, los bombardeos (muchas palabras no debían ni existir), los gritos de guerra y las acciones que denigran al ser humano.
Es menester salirle al paso a la tristeza, a las ambiciones, comprender que vivir en paz puede ser algo más que un sueño lejano.
Por estos días el valle no sale de su asombro, las noticias de madres (?) detenidas por presuntamente quitar la vida a sus hijos, son difíciles, muy difíciles de digerir.
Septiembre aúlla de dolor, de dolor y pena, tal vez de vergüenza por las acciones de algunos...