Las cifras son espeluznantes, indican que algo anda mal... muy mal, y lo que es peor, tiene que ver con lo más valioso: la vida.
Un vistazo a las estadísticas nacionales permite afirmar que a manos de las llamadas fuerza del orden han perdido la vida 561 personas, de ellas 136 afroamericanos, en lo que va de año.
El número 561 parece frío, sin embargo arroja un promedio de 90 y tantos muertos cada mes, más de tres fallecidos, ultimados, cada día. Sólo a manos de policías. Los 136 afros apuntan a 22 cada mes. Casi uno diario.
Y a esos números hay sumarle las víctimas de acciones terroristas, o de personas que no están en sus cabales y andan por la vida animados por el odio, deseosos de llevar el dolor y el luto a las familias; es preciso añadir quienes murieron por violencia doméstica, en un asalto o intento de robo, en accidentes. No, las cosas están muy mal.
Es preciso ir con un acompañante a echar gas, apuntó una de las personas entrevistadas en el sondeo semanal de El Mundo. Tal afirmación debe poner los pelos de punta. ¿Es Estados Unidos un país de locos? ¿Es una nación en que predominan los gatillos alegre, donde los negocios, el afán de hacer dinero valen más que la vida de un ser humano? Ojalá que no.
Las respuestas pudieran ser tarea para la casa, pero no, toca a todos tratar de ponerle el cascabel al gato.
El valle de Las Vegas no está exento, alejado de este demencial problema. ¿hacen falta más policías? Sí. Y más personas respetuosas de las leyes. Lo que urge que cada vez sea menos es el material para las crónicas roja. Y trabajar en conjunto, unidos contra lo mal hecho. Alguien armado en una escuela, en una tienda, en la gasolinera, en la esquina... no es correcto, no hay razón.
No puede obviarse que la sociedad está estresada. Muchas personas no ven salida a sus problemas, las acosan las deudas, el perder el trabajo, las adicciones. El sentido común es el menos común de los sentidos.
Los departamentos de Policía organizan, propician sus Academias Civiles, ahí enseñan como proceder si un agente, por el motivo que sea le dice a alguien: deténgase, levante las manos, siéntese, muestre sus documentos, abra la cajuela. Bajo cualquier circunstancias es menester obedecer. Evitar que las cosas se compliquen. No permita que una indisciplina, una violación que podía finalizar con una multa o una llamada de atención, concluya en tragedia. Facilitar las desavenencias, incomodarse hasta perder la cordura, ofender, no lo hace más hombre o mujer, ni mejor ser humano... por una fracción de segundos piense en las consecuencias de sus actos, en sus familiares. Evite lo peor.
Apueste por respetar las leyes, por demostrar a cada paso la educación adquirida en casa y en la escuela, escoja bien sus amistades, respete, sea un buen ejemplo para sus hijos. Con seguridad eso le llevará por buen camino. Aparte la ira, el rencor, el odio, con esos ‘ingredientes’ no se hace más que allanar el camino a las desgracias, a lo que no debe ser. Es lo que hay que evitar.