Dios nos quiere tanto, por eso creó a las madres
Llega, como cada año, uno de los días más hermosos, el dedicado a las madres, esas mujeres incansables, que prodigan amor sin interés, y sencillamente lo merecen todo.
Incuestionablemente es un día precioso este dedicado a las madres, a las del amor eterno, sea 10 de mayo o el segundo domingo del mes, bien lo subrayó José Martí: “toda madre debía llamarse maravilla”.
¿Quién puede calcular hasta dónde puede alcanzar el amor de las madres, su capacidad de sacrificio? Y todo ello sin pedir nada a cambio, tan sólo que sus hijos sean personas de bien.
No falta, por supuesto, quien por esta fecha -y siempre- recuerde que el vínculo entre madre e hijo se forma desde que el bebé comienza a formarse en el interior, y la fusión, la conexión entre esos dos corazones nada ni nadie la podrá romper.
¿Cuántas personas son capaces de dar hasta sus propias vidas por salvar, proteger a sus hijos? Eso, por lo general, compete sólo a las madres, precisamente por su incalculable capacidad de sacrificio.
En determinado momento personalidades del mundo entero han hecho un alto en sus múltiples ocupaciones para dedicar frases de amor a quien los (as) trajo al mundo, por ejemplo, Abraham Lincoln, figura imprescindible en la historia de los Estados Unidos, escribió: “Todo lo que soy o espero ser se lo debo a la angelical solicitud de mi madre”.
Se trata del corazón con que quieren ellas, sin esperar nada, es la ternura más desinteresada y verdadera; el corazón de una madre está lleno de perdón, es el más hermoso lugar para un hijo, y eso la distingue, la hace única la pone en condiciones de darse toda por su descendencia.
Alguien dijo: “Sabes que eres una madre cuando vas a una tienda a comprarte algo y sales con bolsas llenas de cosas para tus hijos, o cuando con la mayor sencillez del mundo aseguras que acabas de desayunar, de comer, y tus ojos adquieren un brillo especial al ver que el pan -o cualquier alimento- apenas alcanza para tus pequeños (no importa la edad), sin embargo ellos lo tienen seguro”.
Una flor, una tarjeta, un regalo, todo eso palidece ante el beso con que la madre corresponde a quienes se acercan con un presente, o sencillamente le dedican un cariñoso felicidades.
El ser buen hijo (a), el desvelo, las atenciones, el comportamiento en familia y ante la sociedad, llenan de sano orgullo a las progenitoras, que se vanaglorian de querer a toda su prole por igual, con ese amor infinito que sólo ellas pueden ofrecer a su paso, sin miramientos.
Este domingo y el venidero lunes 10 son jornadas excelentes para reiterarles cuánto la queremos, lo que significan, la bondad que encierran sus palabras, sus acciones, el desinterés con que encaran cualquier sacrificio, sin inmutarse siquiera, como si fuera lo mas normal.
Los dueños del semanario El Mundo, el equipo de trabajo, les desea a todas las madres del valle ‘Muchas felicidades’.