Corren días en que predomina la incertidumbre. Miles de migrantes, de más de una decena de países, dejan todo atrás y emprenden el camino de la emigración. Su objetivo es llegar a Estados Unidos.
El pasado miércoles 18 de diciembre se celebró en muchas partes el ‘Día Internacional del Migrante’, aunque un número considerable de personas opina que no hay nada que celebrar.
Si desde hace varios años la situación durante la travesía de los emigrantes era literalmente candente, en extremo difícil, las amenazas del presidente electo Donald Trump (asumirá la presidencia de Estados Unidos el venidero 20 de enero), fungen como la clásica patada al avispero. El panorama en la frontera es tenso en extremo.
Incuestionablemente la miseria, la corrupción, la violencia, el desempleo... impulsa a los migrantes a emprender un camino muchas veces rumbo a la desconocido. Tratan de hacer valer la frase lo que está delante TIENE que ser mejor. Vienen centenares, miles de personas deseosas de reunirse con familiares que hicieron el recorrido antes.
Lamentablemente otra frase cobra inusitada actualidad: “a río revuelto...”, y entre tantas personas honestas hacen el recorrido otras que no lo son tanto, sin hábito de trabajo, que también quieren darse una nueva vida apoyados en acciones censurables. Sencillamente es inadmisible. Son dos migrantes DIFERENTES.
El presidente electo anunció una deportación sin precedentes, reforzar la frontera, seguir adelante con el muro, a lo que se unen los aranceles a México y Canadá si no detienen a los migrantes y la entrada de las drogas.
Está claro que en gran medida lo de la migración tiene mucho de crisis humanitaria, la mayoría de las veces fuerzas militares les impiden avanzar, otros abusan de ellos -física y sexualmente-, los extorsionan, a ello se unen los menores, las personas de edad avanzada, las enfermedades. Es en extremo complejo. La desesperación y la incertidumbre se apoderan de todo, es lo que prima.
Entre los migrantes viajan oriundos de Centroamérica, Europa, Asia, África, suman miles, algunos esperan en determinados lugares a que se les llame a una ansiada entrevista en la que esgrimen su solicitud de asilo, otros prefieren seguir adelante, se arriesgan a todos, quieren se les atienda, se les deje pasar si o si.
Muchos emigrantes claman por los derechos humanos, se valen de organizaciones para solicitar al presidente Joe Biden que haga algo antes del 20 de enero del 2025, en medio de todo también les aqueja el indetenible paso del reloj, mientras en varios lugares fronterizos personas armadas se solidarizan con los señalamientos del presidente electo y esperan ansiosos para cerrar el paso a todo el que intente entrar de manera irregular.
Fue un 18 de diciembre en que la voz cantante la tuvieron la desesperación, la inquietud y la duda, la inseguridad, sin embargo todo eso cede ante la marcada intención de llegar a Estados Unidos, nación que aunque lejos de ser el paraíso, es la mejor del mundo.